miércoles, 4 de abril de 2012

Los misterios de la Virgen María (XIII)

 María Asunta nos señala el camino al cielo: "Por la Cruz a la Luz"

Cuando se leen los relatos de la resurrección del Señor, se destaca la alegría que experimentan los que ven a Jesús resucitado: "...les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor..." (Jn 20, 20). El motivo de la alegría no es otro que el ver a Jesús quien, como Hombre-Dios, es fuente de toda alegría, de todo amor, de toda paz, de toda felicidad.


Y si es causa de alegría ver al Hijo resucitado, también es causa de alegría ver a la Madre resucitada, la cual, por privilegio divino, y por los méritos de la Pasión de Jesús, resucitó sin haber pasado por la muerte, y no para prolongar su vida sobre la tierra, sino para que sirviera de punto de partida para su asunción al cielo, adonde fue subida y está ahora, para siempre, en cuerpo y alma glorificados.


Entonces, al contemplar y alegrarnos por la resurrección de Cristo, también debemos contemplar la resurrección de María y alegrarnos porque en la resurrección de Cristo está contenida, en una unidad místico-real, la Dormición y Resurrección de su Madre, por medio de la cual la gracia que María poseía desde su concepción, se convirtió en luz de gloria en el momento de su paso a la otra vida. La alegría es todavía mayor cuando nos anoticiamos que, así como en la resurrección de Jesús está contenida la resurrección de María, así también está contenida la resurrección del cristiano, porque de Cristo, Fuente de Vida eterna, brota la vida divina como de su manantial: de Cristo pasa a su Madre, y de su Madre pasa a los hijos de Dios, los hijos de la Iglesia, por medio de los sacramentos.


En otras palabras, el hecho de que la Virgen María fuera glorificada con la gloria de su Hijo, sin pasar por la corrupción de la muerte, y así, glorificada, fuera asunta gloriosa al cielo como primicia de la resurrección de Cristo, es una señal de que también nosotros habremos de resucitar, si permanecemos unidos, por la fe y por la gracia, a esta Madre del cielo. Ser glorificados por los méritos de la resurrección de Cristo, así como fue glorificada la Madre de Dios, es el destino de todos los hijos de María.


Pero hay algo que todo cristiano debe saber, al contemplar la vida de María: a la luz se llega por la cruz. María fue glorificada en cuerpo y alma luego de participar de la cruz de su Hijo Jesús, participación que le había sido profetizada por Simeón: “Una espada de dolor te atravesará el corazón”.


Los hijos de María están destinados a la misma gloria de María, que es la gloria de Jesús, pero no sin antes participar de la amargura y del dolor de la Pasión.

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