En
relación al Apostolado seglar, dice así el Manual del Legionario en su numeral
3, Capítulo X: “El apostolado tiene el peligro de no llamar poderosamente la
atención de los laicos, y de que éstos no respondan al alto destino que se les
brinda, de no creerse capacitados para realizarlo; con el desastroso resultado
de que los seglares renuncien a todo esfuerzo por desempeñar el papel que les
corresponde de derecho, y como obligación urgente, en la lucha que sostiene la
Iglesia. Pero escuchemos a una autoridad competente en esta materia, el
cardenal Riberi, antiguo Delegado Apostólico para el África misionera, y más
tarde Internuncio en China: “La Legión de María es el deber apostólico
revestido de una forma tan atractiva y seductora, tan palpitante de vida, que a
todos cautiva; obra en todo conforme a la mente de Pío XI, es decir, en
absoluta dependencia de la Virgen Madre de Dios; toma siempre como base de
reclutamiento -y aun como clave de potencia numérica- las cualidades
individuales del socio; está fortalecida y protegida por abundante oración y
sacrificio, y por la adhesión rigurosa a un reglamento; y, en fin, colabora
estrechamente con el sacerdote. La Legión de María es un milagro de los tiempos
modernos”[1].
El
Apostolado de la Legión está guiado por el sacerdote ministerial y conduce a la
recepción de los sacramentos por medio de los fieles laicos entre los cuales la
Legión realiza su Apostolado: “La Legión profesa al sacerdote todo el respeto y
obediencia debidos a los legítimos superiores; es más: como el apostolado
legionario se apoya enteramente sobre el hecho de ser la misa y los sacramentos
los principales cauces por donde fluye la gracia -cuyo ministro esencial es
él-, y como todos los esfuerzos y recursos de los legionarios deben encaminarse
a repartir este divino manjar entre las multitudes enfermas y hambrientas, se
deduce que el principio básico de la actuación legionaria será necesariamente
el llevar al sacerdote al pueblo, si no siempre en persona -cosa imposible a
veces-, por lo menos mediante su influencia, y procurar la comprensión mutua
entre el sacerdote y el pueblo”. Es impensable que un miembro de la Legión
tenga como guía espiritual a alguien que no sea un sacerdote ministerial de la Iglesia
Católica, o cuyo Apostolado no conduzca a la recepción de los Sacramentos, o
cuyo Apostolado incluya elementos extraños a la fe (Difunta Correa, Pachamama,
etc.).
Continúa
el Manual: “El apostolado de la Legión se reduce esencialmente a esto. La
Legión, aunque compuesta en casi su totalidad de personas seglares, obrará
inseparablemente unida con sus sacerdotes, acaudillada por ellos, con absoluta
identidad de intereses entre ambos; y buscará con ardor completar los esfuerzos
del pastor y ensanchar su campo de acción en la vida de sus feligreses, para
que éstos, acogiéndole, reciban al Señor que le envió”. El Apostolado de la
Legión debe buscar la “Conversión Eucarística” de sus prójimos, ésa es la forma
en que deben los fieles recibir al Señor Jesucristo.
Continúa
el Manual en el numeral 4, analizando la relación entre el sacerdote
ministerial y la Legión: “La idea del sacerdote rodeado de personas deseosas de
compartir con él sus trabajos está sancionada por el ejemplo supremo de
Jesucristo: Jesús se dispuso a convertir al mundo rodeándose de un grupo de
escogidos, a quienes instruyó por sí mismo y comunicó su propio espíritu. Los
apóstoles tomaron a pecho la lección de su divino Maestro, y la pusieron en
práctica llamando a todos para que les ayudasen en la conquista de las almas
Dice el cardenal Pizzardo: "Bien puede ser que los forasteros que llegaron
a Roma (Hch. 2, 10) y oyeron predicar a los apóstoles el día de Pentecostés,
fueran los primeros en anunciar a Jesucristo en Roma, echando así la semilla de
la Iglesia Madre, que poco después vinieron a fundar San Pedro y San Pablo de un
modo oficial". "Lo cierto es que la primera difusión del cristianismo
en Roma misma fue obra del apostolado seglar. ¿Cómo pudo ser de otra manera?
¿Qué hubiesen logrado los doce, perdidos como estaban en las inmensidades del
mundo, de no haber convocado a hombres y mujeres, a ancianos y jóvenes,
diciéndoles: "Llevamos aquí un tesoro celestial ayudadnos a repartirlo?”
(Alocución de Pío XI).
El
sacerdote y por lo tanto la Legión, están integrados en el Cuerpo Místico de Cristo,
la Iglesia Católica, por lo que no deben nunca buscar elementos espirituales
extraños a la Iglesia, ni limitarse al pequeño grupo de fieles, sino dirigirse
a toda la Iglesia Universal: “La tarea del pastor no se limita al
cuidado individual de sus fieles, sino que se extiende por derecho también
a la formación de una comunidad genuinamente cristiana (nada que no sea
cristiano, como por ejemplo los ídolos, puede formar parte de la fe de la
comunidad católica). Pero si ha de cultivarse adecuadamente el espíritu de
comunidad, éste ha de abarcar no sólo a la Iglesia local sino a la Iglesia
universal. Una comunidad local no debe fomentar sólo el cuidado de sus fieles,
sino que, imbuida de celo misionero, debe preparar a todos los hombres el
camino hacia Cristo: es, como dijimos, el Cristo Eucarístico, No el falso
cristo de las religiones falsas y humanas, o el cristo de las sectas.
Esa
comunidad local, sin embargo, tiene especialmente bajo su cuidado a los que
están recibiendo instrucción en ese caminar hacia Dios, y a los nuevos
conversos, que deben ser formados gradualmente en el conocimiento y práctica de
la vida cristiana" (PO, 6). "El Dios hecho hombre se vio obligado a
dejar sobre la tierra su Cuerpo místico. De otro modo su obra hubiera
terminado en el Calvario. Su muerte habría merecido la redención para el género
humano; pero ¿cuántos hombres habrían podido ganar el cielo, sin la Iglesia que
les trajera la vida de la cruz? Cristo se identifica con el sacerdote de una
manera particular. El sacerdote es como un corazón suplementario que hace
circular por las almas la sangre vital de la gracia sobrenatural: si el sacerdote
introduce elementos extraños, deja de circular la gracia santificante y el
Cuerpo Místico se enferma, agoniza y muere (como, por ejemplo, hacer rituales a
la Pachamama o a otros ídolos anticristianos). Es pieza esencial dentro del
sistema circulatorio espiritual del Cuerpo místico. Si falla, el sistema queda
congestionado, y aquellos que de él dependen no reciben la vida que Cristo
quiere que reciban. El sacerdote tiene que ser para su pueblo, dentro de sus límites,
lo que Cristo es para la Iglesia: el dispensador de la gracia sacramental y de
la Verdad de Fe de la Iglesia, plasmada en el Credo, sin cambiar ni una coma de
éste. Los miembros de Cristo son una prolongación de El mismo, no solamente sus
colaboradores, simpatizantes, seguidores, simple refuerzo externo. Poseen su
vida. Comparten su actividad. Deberán tener su mentalidad. Los sacerdotes
tienen que ser uno con Cristo bajo todos los aspectos posibles. Cristo, para
desarrollar su misión, formó en torno a sí mismo un cuerpo espiritual; el sacerdote
ha de hacer lo mismo. Ha de formar en tomo suyo miembros que sean uno con él.
Si el sacerdote no tiene miembros vivientes, formados por él, unidos con él, su
obra se reducirá a dimensiones irrisorias. Estará aislado e incapacitado. No
puede el ojo decirle a la mano: "no me haces falta", ni la cabeza a
los pies: "no me hacéis falta" (1 Cor 12, 21). Si Cristo,
pues, ha constituido el Cuerpo místico como el principio de su camino, su
verdad y su vida para las almas, actúa lo mismo mediante el nuevo Cristo: el
sacerdote. Si éste no ejerce su función hasta edificar plenamente el Cuerpo
místico (Ef. 4, 12)- ahí edificar significa construir- la vida divina entrará
en las almas y saldrá de ellas con poco provecho. Es más: el sacerdote mismo
quedará empobrecido, debido a que, aunque la misión de la cabeza es comunicar
la vida al cuerpo, no es menos verdad que la cabeza vive de la vida del cuerpo,
creciendo al par que crece éste y compartiendo sus flaquezas. El sacerdote que
no comprenda esta ley de sabiduría sacerdotal, pasará la vida ejercitando sólo
una fracción de su capacidad, siendo su verdadero destino en Cristo abarcar el
horizonte" (P. F. J. Ripley).
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