En la aparición del 1 de
enero de 2005, Gladys Motta describe así la aparición de Jesús y el mensaje de Nuestra
Señora del Rosario de San Nicolás: “Veo a Jesús, está completamente iluminado. Me
dice: “Hija mía, de las almas quiero docilidad y obediencia. Muchos son los
soberbios que nada quieren saber de Mí, pero deseo que la humanidad sepa que me
apena la soberbia de los injustos y mucho me agrada la humildad de los justos. Ora
para que la humanidad se acerque a Mí, porque Yo asistiré benignamente a las
almas que estén Conmigo”[1].
Jesús nos pide, en este
mensaje, al igual que en el Evangelio, la virtud de la humildad, ya que esta
virtud es la que más nos hace participar de los Sagrados Corazones de Jesús y
María: “Aprendan de Mí, que soy manso y humilde de corazón”. La insistencia de
Jesús en la humildad no es solo por la virtud, sino para que nuestros corazones
sean como el suyo y como el de la Virgen y además para que se alejen del
corazón ennegrecido y pervertido del Demonio, que está lleno del pecado opuesto
a la humildad y es la soberbia. Quien no es humilde, es soberbio; quien es
soberbio, no es humilde.
¿Cómo saber si un alma es
humilde o soberbia? Primero, si desea imitar a los Sagrados Corazones de Jesús
y María; luego, si hace el esfuerzo, tanto de vivir en gracia, evitando el pecado,
como así también de vivir y practicar los Mandamientos de la Ley de Dios,
porque el que pone por encima de su voluntad a los Mandamientos de Dios, pone
por encima a la voluntad de Dios, que se expresa en esos Mandamientos,
sometiendo su propia voluntad a la voluntad de Dios y es en esto en lo que
consiste la humildad. Por ejemplo, si el Mandamiento dice: “No robarás”, pero
el alma se dice a sí misma: “No me importan los Mandamientos de Dios, lo mismo
voy a robar”, entonces demuestra soberbia, porque pone por encima su propia
voluntad, que es robar, y no la voluntad de Dios, que es la de que el alma no
robe, que no tome nada de lo que no le pertenece y así sucede con todos y cada
uno de los Mandamientos.
Examinémonos personalmente, cómo
vivimos los Mandamientos de la Ley de Dios y hagamos el esfuerzo por
cumplirlos; de esa manera, haremos realidad el deseo de Jesús y de la Virgen,
de que nuestros corazones por lo menos intenten ser humildes y no soberbios.
[1] Cfr. Mensajes de la Virgen, María del Rosario de San Nicolás,
Mensajes desde 1-1-2005 al 31-12-2009, 5.
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