La Santísima Virgen María, la Madre de Dios, es Madre de la
Iglesia y Madre de todos los bautizados; es Madre de todos los hijos adoptivos
de Dios. Hay una tendencia, dentro de la Iglesia Católica, no inspirada por el
Espíritu Santo, a rebajar a la Virgen como una “simple muchacha de Nazareth”,
como una “mujer de Palestina”; eso es contrario al designio de Nuestro Señor
Jesucristo y una grave ofensa contra la Virgen, porque Nuestro Señor la constituyó en Madre de todos los Pueblos cuando, antes de
morir, le dijo a Juan, en quien estaba representada toda la humanidad: “Hijo,
ahí tienes a tu Madre”. Por esta razón, porque es Madre de la Iglesia y de Todos los Pueblos, la Virgen tiene una importancia que
trasciende sobrenaturalmente a la de una simple creatura humana y es por esto que, entre otras cosas, sus
advertencias deben ser tenidas en cuenta, porque son advertencias del Cielo
mismo y si bien se dirigen en primer lugar a los miembros de la Iglesia Católica, están también dirigidas a toda la humanidad.
Entre sus advertencias, está el pedido del rezo del Santo Rosario y así lo demuestra en sus múltiples apariciones a lo largo y ancho del mundo y en toda época: la Virgen ha dejado en sus apariciones numerosos
mensajes, pero en todos, sin excepción, pide el rezo del Santo Rosario. Por eso,
no puede llamarse “devoto de la Virgen” y mucho menos “hijo de la Virgen”, el
que no reza el Santo Rosario todos los días, sin importar ni la edad -Santa
Teresita de Lisieux lo rezaba desde antes de los tres años de edad-, ni la
condición social -lo han rezado desde plebeyos hasta reyes y papas-, ni ninguna
otra condición o circunstancia.
Estas son las apariciones de la Virgen en donde, en persona,
pide que los bautizados, los hijos de la Iglesia, los hijos de Dios, recemos el
Santo Rosario, para vencer al Demonio y para atraer la paz, el Amor, la Verdad
de Dios sobre nuestras vidas y sobre el mundo entero.
A Santo Domingo de Guzmán, la Virgen se le aparece y le enseña
el rezo del Santo Rosario, para derrotar a la herejía albigense y lograr la
conversión de los herejes; en nuestros tiempos, las herejías dentro de la
Iglesia se han multiplicado casi al infinito, razón de más para rezar el Santo
Rosario; al Beato Alan de La Roche, dos siglos después, se le aparece para
pedirle que se rece el Santo Rosario para así obtener las gracias del Cielo,
sobre todo las necesarias para morir en gracia, evitar la condenación en el
Infierno y entrar en el Reino de Dios.
La Victoria de Lepanto, de la catolicidad sobre el Islam,
es atribuida por el Santo Padre a una intervención milagrosa de la Virgen, por
medio del Santo Rosario, ya que el ejército musulmán era casi diez veces más
grande que el ejército de la Iglesia Católica; la Virgen se le aparece al Beato
Beato Bartolo Longo, que hasta entonces era practicante del espiritismo, de la
magia negra, del ocultismo y de la brujería: el Beato se convierte al instante
y recibe como misión la propagación del rezo del Santo Rosario a través de la
devoción de la Virgen conocida como “Nuestra Señora de Pompeya”.
A Bernardita Soubirous, en Lourdes, además de revelarse
como la “Inmaculada Concepción”, la Virgen se aparece con un Rosario en las
manos y le enseña a Bernardita a rezarlo, como forma de hacer reparación por las
ofensas de los hombres contra Dios y como forma de alcanzar las gracias que se
necesitan en esta vida.
En las apariciones de La Salette, además de pedir el rezo
del Rosario, la Virgen llora amargamente delante de los niños, por los cristianos
que se condenan por el pecado mortal de no asistir a Misa los domingos y por la
insolencia satánica de los hombres de blasfemar continuamente contra el Nombre Tres
veces Santo de Dios y contra la Preciosísima Sangre de Nuestro Señor Jesucristo.
A
los Pastorcitos de Fátima, además de enseñarles a adorar la Presencia real,
verdadera y substancial de Nuestro Señor Jesucristo en la Eucaristía, les pidió
insistentemente que se rezara el Rosario, para que los pecadores se conviertan
y no caigan en el lago del fuego eterno, el Infierno.
En
Akita, Japón, considerada continuación de las apariciones de Fátima, pide con
insistencia el rezo del Santo Rosario, para evitar el castigo divino que es causado
por los innumerables pecados de los hombres.
En Kibeho, Ruanda, pide que se conviertan a Jesucristo Eucaristía, que recen el Rosario y que dejen de practicar la brujería, porque así atraen la Ira Divina sobre los hombres, profecía que se cumplió porque no se hizo caso de sus advertencias y al poco tiempo se produjo el genocidio en Ruanda, entre los hombres sin Dios, que dejaron más de un millón de muertos.
En
El Escorial, España, advierte de la inminencia de un castigo divino a la
humanidad, porque no se reza ni se vive según la Ley de Dios, porque no se reza
y porque se cometen los más abominables crímenes, cayendo innumerables almas,
todos los días, al Infierno, porque no hay apenas quien rece el Rosario
pidiendo por la conversión de los pobres pecadores.
En
San Nicolás de los Arroyos, Argentina, la Virgen pide que se rece el Rosario, como
medio de la preparación espiritual para la Segunda Venida de su Hijo, para la
conversión de los pecadores y para evitar o atenuar el Castigo Divino sobre la
humanidad.
Por
todo esto, nadie se puede decir “devoto de la Virgen” o “hijo de la Virgen”,
sino reza el Santo Rosario todos los días.
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