La
Virgen María, la Madre de Dios, le reveló en una aparición al Beato Alán de la
Rupe que el Rosario tiene ciento cincuenta Ave Marías, que protegen contra los
ciento cincuenta terrores de la muerte, que son la enfermedad, la tristeza, el
temor, el asalto de los demonios, el remordimiento de conciencia, la pérdida de
bienes, la impaciencia, la inmovilidad de los miembros, la postración y todo lo
que esto significa.
Luego
la Virgen le dijo que el Rosario tiene también ciento cincuenta Ave Marías que
protegen contra los ciento cincuenta terrores del Juicio Universal, que son el
temor del Supremo Juez, el temor de quienes deben ser juzgados, la acusación de
los demonios, la manifestación de los pecados, la infamia infinita, la aprehensión,
el remordimiento de conciencia, la desesperación, la vergüenza, el deseo de
morir para siempre, la acusación de las creaturas contra los pecadores, y todo
lo que esto conlleva.
También
le reveló la Virgen que el Rosario tiene ciento cincuenta Ave Marías que
protegen contra la ciento cincuenta penas del Infierno, cada una de las cuales
contiene en sí seis mil seiscientos sesenta penas especiales y cada una de
ellas tiene además otras penas individuales, que son casi infinitas, tanto para
el alma como para el cuerpo, penas que provienen de parte de los demonios –que atormentan
y horrorizan para siempre a los condenados-, de parte de Dios –que de este modo
ejerce su Divina Justicia, porque de Dios nadie se burla y si alguien se burló
de Dios en esta vida, en la otra lo pagará para siempre si no hay
arrepentimiento-, de parte del lugar de fuego, de parte de los sentidos, como
consecuencia de la gloria perdida para siempre, con la interminable eternidad
de los condenados.
Todos
estos beneficios que concede el Santo Rosario, revelados por la Virgen en
persona, son más que suficientes para rezarlo todos los días, hasta el último
día de nuestra vida terrena.
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