domingo, 11 de diciembre de 2011

La milagrosa imagen de Nuestra Señora de Guadalupe




Se puede decir que en la historia y en la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe no solo hay elementos sobrenaturales, sino que no hay ni un solo elemento que no indique su origen sobrenatural. Todo, absolutamente todo, en la historia y en la imagen de la Virgen de Guadalupe, indican que viene del cielo.
Por ejemplo, con respecto al nombre, el dado por Ella a Juan Diego, y el nombre que finalmente quedó por la interpretación que hicieron los españoles, la Virgen de Guadalupe es tanto la Mujer que aplasta la cabeza de la serpiente en el Génesis, como la que aparece en el firmamento revestida de sol, en el Apocalipsis: durante cuatro días la Virgen se había comunicado con Juan Diego hablándole en su propia lengua, el náhualtl.
Al identificarse, María usó la palabra “coatlallope”; un sustantivo compuesto formado por “coatl” o sea, serpiente, la preposición “a” y “llope”, aplastar; es decir, se definió como “la que aplasta la serpiente”[1]. Esto corresponde a Génesis 3, 15 se anuncia que la Madre de Dios vencerá al demonio aplastando su cabeza con el poder de Dios.
Los frailes franciscanos españoles, al reconstruir el nombre con el vocablo náhualtl “Tlecuauhtlapcupeuh” que significa: “La que precede de la región de la luz como el Águila de fuego”, sonó a sus los oídos como el vocablo extremeño “Guadalupe”, relacionando el prodigio del Tepeyac con la muy querida advocación que los conquistadores conocían y veneraban en la Basílica construida por Alfonso XI en 1340. Esta denominación en nahuatl correspondiendo a Apocalipsis 12, 1: “Apareció en el cielo una mujer revestida de sol”.
El cerro donde la Virgen se aparece y pide que se le erija una capilla, el cerro Tepeyac, era el santuario azteca más grande, en donde se rendía culto pagano a la divinidad nahuatl de la tierra y la fertilidad, la diosa llamada Coatlicue, que en dialecto náhuatl -cóatl-cuéitl- significa: “Señora de la falda de serpientes”. Como San Pablo dice que “los dioses de los gentiles son demonios”, es evidente que por esto, y además por el nombre, esta deidad pagana era un ídolo demoníaco al cual la Virgen de Guadalupe, que tiene a su Hijo en su vientre virginal, hace huir, como representación de la gracia de su Hijo Jesucristo, que ahuyenta al demonio que se posesiona del corazón del hombre en pecado.
Con relación a la evangelización de México –y, por añadidura, del continente americano-, la Virgen de Guadalupe muestra claros signos de su procedencia celestial, puesto que a partir de sus apariciones y durante 8 años, los nativos del lugar se convirtieron a un promedio de 3000 por día (la misma cantidad de conversiones obtenidas por la predicación de San Pedro en Pentecostés), lo que da un total de unos 8 millones de nativos convertidos a la fe católica. Este dato contrasta con el escaso éxito obtenido por los misioneros a pesar de su duro trabajo, escaso éxito en gran medida debido a los malos ejemplos de muchos cristianos.
Con respecto a la imagen de la Virgen que se aprecia en la tilma, desaparece a una distancia de más de 10 cms, permitiendo ver el entramado de la tilma. Con respecto a la técnica, se ha comprobado que es desconocida para el hombre y que no hay pinceladas ni trazos previos; según informes de la NASA, el material que origina los colores no se encuentra en el planeta tierra; se ha hecho pasar un rayo láser en forma lateral sobre la tela, comprobándose que no se encuentra ni en el anverso ni en el reverso; aún más, se ha comprobado que la imagen FLOTA sobre la tilma, pues se encuentra suspendida en el aire a tres décimas de milímetros por encima de la tilma; en otras palabras, los colores, que no son de este mundo ni fueron pintados por manos humanas, ¡FLOTAN EN EL AIRE SOBRE LA SUPERFICIE DE LA TILMA!
Al analizar las estrellas del manto de la Virgen, se puede ver, con asombro, que en el manto se encuentra representado con mucha fidelidad, el cielo del solsticio de invierno de 1531 que tuvo lugar a las 10:40 del martes 12 de diciembre, hora de la ciudad de México. Están representadas todas las constelaciones, que se extienden en el cielo visible a la hora de la salida del sol, y en el momento en que Juan Diego enseña su tilma (capa azteca) al obispo Zumárraga. En la parte derecha del manto se encuentran las principales constelaciones del cielo del Norte. En el lado izquierdo las del Sur, visibles en la madrugada del invierno desde el Tepeyac. El Este se ubica arriba y el Oeste en la porción inferior.
Como el manto está abierto, hay otros agrupamientos estelares que no están señalados en la imagen, pero se encuentran presentes en el cielo. Así la Corona Boreal, se ubica en la cabeza de la Virgen, Virgo en su pecho, a la altura de las manos, Leo en su vientre, justo sobre el signo del Nahui Ollin, con su principal astro denominado Régulo, el pequeño rey. Géminis, los gemelos, se encuentran a la altura de las rodillas, y Orión, donde está el Ángel. En resumen, en el manto de la Guadalupana se pueden identificar las principales estrellas de las constelaciones de invierno. Todas ellas en su lugar, con muy pequeñas modificaciones.
Esta joven doncella mexicana está embarazada de pocos meses, así lo indican el lazo negro que ajusta su cintura, el ligero abultamiento debajo de este y la intensidad de los resplandores solares que aumenta a la altura del vientre. A la altura del abdomen de la Virgen, se escuchan latidos a 115 por minuto, la misma frecuencia de un embrión.
Su pie está apoyado sobre una luna negra, (símbolo del mal para los mexicanos) y el ángel que la sostiene con gesto severo, lleva abiertas sus alas de águila.
Pero tal vez sean los ojos de la Virgen en donde se encuentren la mayor cantidad de signos sobrenaturales, que indican que la imagen viene del Cielo. Sobre ellos se hicieron numerosos estudios científicos los cuales, incluidos los últimos y más avanzados, son incapaces de dar una explicación de origen terreno y humano.
Por ejemplo, al acercarles la luz, los ojos se retraen, y al alejarla, se dilatan, tal como ocurre con los ojos vivos.
Los primeros análisis llevaron a descubrir en la pupila de la Virgen, en el iris, el reflejo de la imagen de un hombre, lo cual inició una posterior investigación que dio resultados inimaginables.
Estos resultados fueron posibles gracias a la digitalización de las imágenes, aplicada a la imagen de la Virgen. Con esta técnica, la digitalización, es posible observar, en la pupila de una fotografía, todo lo que la persona estaba mirando en el momento de tomarse la foto. El Dr. Tosnman, especializado en digitalización,  le ha tomado fotografías a la pupila de la Virgen de Guadalupe. Después de ampliarlas miles de veces, logró captar detalles imposibles de ser captados a simple vista. ¡Ha descubierto lo que la Virgen miraba en el momento de formarse la imagen en la tilma de Juan Diego!
Estas imágenes son dos escenas que se repiten en cada uno de los ojos de la Virgen: un indio, Juan Diego, en el acto de desplegar su ruana ante un religioso; un franciscano, el obispo Zumárraga, en cuyo rostro se ve deslizarse una lágrima; un hombre con la mano sobre la barba en señal de admiración; otro indio en actitud de rezar; unos niños y varios religiosos franciscanos más, incluida una familia indígena (para quien estaba destinado el milagro). O sea, todas las personas que según la historia de la Virgen de Guadalupe, escrita hace varios siglos, estaban presentes en el momento en que apareció la sagrada imagen.
Lo que es absolutamente imposible es que en un espacio tan pequeño, como la córnea de un ojo situado en una imagen de tamaño natural, aún el más experto miniaturista lograra pintar todas esas imágenes que ha sido necesario ampliar dos mil veces para poderlas advertir., y tanto más, cuanto que el tamaño de esta imagen es de una cuarta parte de un millonésimo de milímetro. Y es todavía más imposible, de toda imposibilidad, que este fenómeno se registre en una pintura, puesto que es un fenómeno que se verifica sólo en los ojos vivos, de una persona viva.
La ciencia moderna se queda sin explicaciones ante las maravillas de la imagen de la Virgen de Guadalupe puesto que sobrepasa todas las posibilidades naturales, por lo que se puede decir que estamos ante un hecho sobrenatural: una tilma que no se corrompe, unos colores que no fueron pintados ni existen en la tierra, y que además flotan sobre la tilma, una pupila que contiene toda la escena y todas las personas del momento del milagro.
Pero si nos asombran los ojos de la Virgen, que siendo una imagen ven una escena sucedida hace años, ¡cuánto más nos debe asombrar la mirada de los ojos de Jesús desde la Eucaristía, en cuyas pupilas se reflejan nuestras almas!

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