La Iglesia celebra
solemnemente la Presencia de Santa María junto a la Cruz. En el día de la
crucifixión, el Viernes Santo, la Santísima Virgen María permaneció de pie
junto a la Cruz, desde el momento mismo de la crucifixión, hasta la Muerte y
Descenso de la Cruz de su Hijo Jesús. Una primera razón por la cual la Virgen
se encuentra al pie de la Cruz es por su condición de Madre: como toda madre
que ama a su hijo, que al encontrarse su hijo en peligro de muerte se acerca a
él para estar cerca de quien más ama, así la Virgen, pero en un grado
infinitamente más grande, porque la Virgen, la Madre de Jesús, ama a su Hijo
con un amor infinito, porque infinita es la capacidad de amor de su Inmaculado
Corazón. Si una madre, movida por su amor maternal, acude al lugar en donde su
hijo se encuentra en peligro y si no puede ayudarlo, al menos lo conforta con
su presencia maternal, aliviando así sus dolores, su tristeza, su agonía y su
muerte, de la misma manera, pero movida por un amor infinitamente más grande y
puro, lo hace la Virgen María, acompañando a su Hijo Jesús a lo largo de todo
el Via Crucis e incluso durante toda la crucifixión. Mientras todos los
discípulos y amigos lo abandonan -los Apóstoles son los primeros en correr en
el Huerto de los Olivos- y aun cuando parece que hasta el mismo Dios Padre
abandona a Jesús, aunque en realidad no lo haya hecho nunca, según se
desprenden de las palabras del mismo Jesús –“Dios mío, Dios mío, ¿porqué me has
abandonado?”-, la Única que no lo abandona y permanece de pie junto a la Cruz,
es su Madre, la Santísima Virgen y esto porque es el Amor de su Inmaculado
Corazón el que la mantiene firme en el suelo, de pie junto a la Cruz de Jesús,
para aliviar sus dolores, su dolorosa agonía, su muerte cruenta en el Calvario.
Pero la presencia de la Virgen al lado de la Cruz no se
debe solamente a su amor maternal, al infinito amor de su Inmaculado Corazón; o
mejor aun, debido a su infinito amor, la presencia de la Virgen no solo
acompaña a su Hijo en su agonía y muerte redentoras, sino que lo acompaña,
participando real y místicamente de la Pasión y Muerte de Jesús. Puesto que la
Virgen no puede separarse de su Hijo debido a ese hilo invisible de oro puro
que es el Amor de Dios, que une a los Sagrados Corazones de Jesús y María, la
Virgen se encuentra de pie junto a Jesús, no solo acompañando con su Amor, sino
participando de su dolor redentor, participando de las penas y amarguras de su
Hijo, sufriendo mística pero realmente en su Alma y en su Corazón lo que su
Hijo sufre en su Cuerpo y por esta razón la Virgen es Corredentora, porque al
participar del sufrimiento redentor de su Hijo Jesús, la Virgen también, con su
dolor, con sus penas, con su amargura, todas participadas de su Hijo Jesús,
salva almas a cada latido de su Inmaculado Corazón.
Puesto que entonces la Virgen
no solo consuela a Jesús, sino que también salva nuestras almas, nosotros, como
hijos de la Virgen y movidos por el arrepentimiento y por el amor a nuestra
Madre del Cielo, le decimos a la Virgen que queremos quedarnos con Ella, para
aliviar sus penas y dolores, para participar de su amargura, de su dolor
corredentor, convirtiéndonos también nosotros en corredentores de los hombres,
al unir nuestro amor y dolor al amor y al dolor Corredentor de la Virgen.
No hay comentarios:
Publicar un comentario