Primera
Meditación.
La importancia
de María Santísima en la Historia de la Redención
En la
corriente anti-católica denominada “modernismo”, caracterizada por la negación
de los misterios sobrenaturales de la religión católica, como, por ejemplo, la
Santísima Trinidad, la divinidad de Jesús, la Resurrección de
Nuestro Señor, los milagros; los dogmas de la Iglesia, la transubstanciación, la
virginidad de María, su Asunción n cuerpo y alma, el Credo que confesamos los
católicos, los Sacramentos; la existencia del Demonio, la existencia del Cielo,
la existencia del Infierno. Para los modernistas, toda la Fe Católica no
es más que un conjunto de símbolos y metáforas, nada es real y por eso
interpretan las Sagradas Escrituras y las verdades reveladas por Nuestro
Señor Jesucristo desde la perspectiva histórico-crítica, es decir, quitando
todo lo sagrado, desacralizando todo, mundanizando todo y reduciendo a mito lo
que es sagrado y divino[1]. Dentro de esta
mundanización y desacralización, el modernismo ataca fuertemente a la Virgen y Madre
de Dios, quitándole precisamente su carácter de Virgen y de Madre de Dios,
reduciendo su papel y su importancia en el misterio salvífico, haciéndola pasar
como una mujer más de la época. Así, los modernistas cometen las más horribles
y espantosas blasfemias y herejías, como la monja blasfema Lucía Caram,
dominica, quien, en numerosas oportunidades, en la televisión pública española,
afirmó sacrílegamente que la Virgen y San José vivieron como esposos normales y
comunes, lo cual contradice y repugna a la Sagrada Escritura, a la Tradición y
al Magisterio.
Con relación a la Sagrada Escritura, la Virgen María se
encuentra en un lugar preeminente en el misterio salvífico, ya que la podemos
encontrar al inicio, en el Génesis, puesto que es la Mujer que aplasta la
cabeza de la serpiente; la encontramos a la Virgen en el intermedio de la historia
de la salvación, en la Pasión, ya que es la Mujer que está de pie acompañando a
su Hijo Jesús que agoniza en la cruz; la encontramos en el desenlace, en el
Apocalipsis, ya que es la Mujer revestida de sol que aparece en los cielos como
la señal de la victoria del Hombre-Dios Jesucristo.
Con relación a la Tradición (siglos II-VIII)[2], es decir, a los Padres de
la Iglesia, también la Virgen posee un lugar preeminente en la historia de la
salvación, muy por encima de los más poderosos ángeles y de los más piadosos
santos y solo por debajo del mismo Dios, debido a su condición de divina maternidad,
llamada Theotokos por San Cirilo, San Atanasio entre otros; debido a su
maternidad espiritual ó Nueva Eva-Hija de Sión (Jesús la proclama Madre de los
hombres antes de morir en la cruz), y por último por la relación de esta
maternidad con la virginidad y con la Iglesia, tal como se desarrolla en los
Padres de la Iglesia como San Ambrosio y San Agustín.
Con relación al Magisterio, la Congregación para e culto
divino y la disciplina de los sacramentos publicó en el 2002 al respecto un
directorio importante sobre el contenido, la regulación y el método de
interpretación de la devoción popular religiosa en general, y en específico con
respecto al culto mariano en la Iglesia, arranca de este punto interpretativo
sobre María: “La indicación conciliar de promover la “sagrada celebración de la
palabra de Dios” en algunos momentos significativos del Año litúrgico puede
encontrar, también, una aplicación válida en las manifestaciones de culto en
honor de la Madre del Verbo encarnado. Esto se corresponde perfectamente con la
tendencia general de la piedad cristiana, y refleja la convicción de que actuar
como ella ante la Palabra de Dios es ya un obsequio excelente a la Virgen (cfr.
Lc 2,19.51). Del mismo modo que en las celebraciones litúrgicas, también en los
ejercicios de piedad los fieles deben escuchar con fe la Palabra, debe acogerla
con amor y conservarla en el corazón; meditarla en su espíritu y proclamarla
con sus labios; ponerla en práctica fielmente y conformar con ella toda su
vida”[3].
1-Ubicar
en la Sagrada Escritura los pasajes en los que se nombra a la Madre de Dios, al
inicio (Génesis), en el intermedio (Calvario) y en el desenlace (Apocalipsis).
2-Determinar
cuáles son los títulos de María Santísima en la Tradición de la Iglesia Católica.
3-Resuma
en pocas palabras qué es lo que dice el documento del Magisterio citado acerca
de la Virgen María.
[2] El término tradición se refiere al
contenido trasmitido (traditium o traditio obiectiva), al proceso de
transmisión y de recepción (el actus tradendi et recipiendi o traditio activa),
y a los sujetos de la tradición (tradentes o traditio subiectiva). El proceso
cristiano de la tradición empieza con Jesús que proclama e interpreta la ley y
los profetas centrándolos en su realidad personal de Hijos de Dios, revelado y
encarnado, y en su misión de realizar la voluntad del Padre (cf. Mt 5, 17-48;
15, 1-20; Mc 7, 5-13). María es presentada asociada al misterio de Cristo y de
la Iglesia naciente desde la tradición vetero-testamentaria de la realización
de la Hija de Sión en su maternidad divina y espiritual (Mater Dei, Mater
Nostra). El Catecismo explica de manera sencilla esta relación mutua: “La
Tradición, la Escritura y el Magisterio de la Iglesia, según el plan prudente
de Dios, están unidos y ligados, de modo que ninguno puede subsistir sin los
otros; los tres cada uno según su carácter, y bajo la acción del único Espíritu
Santo, contribuyen eficazmente a la salvación de las almas”.
[3] CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO
Y LA DISCIPLINA DE LOS SACRAMENTOS, DIRECTORIO SOBRE LA PIEDAD POPULAR Y LA
LITURGIAPRINCIPIOS Y ORIENTACIONES, CIUDAD DEL VATICANO 2002, n. 193.
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