Recientemente,
un religioso que ocupa un alto cargo en una Academia Pontificia, declaró que
todas las apariciones de la Virgen donde se anunciaba un castigo de Dios, eran
falsas: “Fray Stefano Cecchin, ofm, presidente de la Pontificia
Academia Mariana, ha concedido una entrevista al semanal Alfa y Omega, en la
que, entre otras cosas, asegura que “las apariciones que hablan de castigos de
Dios son absolutamente falsas”[1]. Esta afirmación es contraria a la Tradición, al
Magisterio y a las Escrituras y, por lo tanto, no la vamos a aceptar; entre
otras cosas, cabría preguntarse si estas declaraciones decretan como
falsas las apariciones de la Virgen en Fátima, Akita y La Salette, en donde se
habla de “castigo divino”, de “condenación eterna”, de “ira de Dios”. Estas declaraciones
abarcarían no solo a la Devoción a la Divina Misericordia, sino que incluso al
mismo Señor Nuestro Jesucristo, quien en el Evangelio habla igual o incluso
más, acerca del Infierno y del Reino de las tinieblas, es decir, Jesús habla
más de la eterna condenación en el Infierno, que la salvación en el Cielo y
habla más del Reino de las tinieblas, que del Reino de los cielos.
Habiendo dicho esto, haremos referencia, brevemente, a los que
consideramos que son los elementos centrales de las Apariciones de Fátima. En estas apariciones de la Virgen,
aprobadas por la Santa Iglesia Católica, hay cuatro elementos centrales: devoción
piadosa -comunión de rodillas- y con amor a Jesús Eucaristía; rezo del Santo Rosario
por la conversión de pecadores; penitencia y sacrificios por conversión de
pecadores; existencia del Infierno y condenación eterna como consecuencia de
despreciar los Mandamientos y los Sacramentos de la Iglesia Católica.
La piedad,
la devoción, el amor y la fe a la Eucaristía, es un elemento central, tal vez
el principal, en las Apariciones de Fátima: antes de aparecerse la Virgen, se
aparece el Ángel de Portugal por tres veces; en la tercera aparición del Ángel,
el Ángel trae la Eucaristía y el Cáliz y antes de darles la Sagrada Comunión a
los niños, deja suspendidos en aire a la Eucaristía y el Cáliz y se postra en
tierra, con la frente tocando el suelo y les enseña a los Pastorcitos las
oraciones eucarísticas de adoración y reparación. La
tercera aparición ocurrió al final del verano o principio del otoño de 1916,
nuevamente en la Gruta del Cabeço y, siempre de acuerdo con la descripción de
la Hermana Lucía[2],
transcurrió de la siguiente forma: “En cuanto llegamos allí, de rodillas, con
los rostros en tierra, comenzamos a repetir la oración del Ángel: “Dios mío, yo
creo, adoro, espero y te amo...”. No sé cuántas veces habíamos repetido esta
oración cuando advertimos que sobre nosotros brillaba una luz desconocida. Nos
incorporamos para ver lo que pasaba y vemos al Ángel trayendo en la mano
izquierda un cáliz sobre el cual está suspendida una hostia de la que caían,
dentro del cáliz, algunas gotas de sangre. Dejando el cáliz y la hostia suspendidos
en el aire, se postró en tierra y repitió tres veces la oración: “Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo: yo te adoro profundamente y te ofrezco
el preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Jesucristo, presente en
todos los sagrarios de la tierra, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e
indiferencias con que Él mismo es ofendido. Y por los infinitos méritos de su
Santísimo Corazón y del Inmaculado Corazón de María, te pido la conversión de
los pobres pecadores”. Después se levantó, tomó de nuevo en la mano el cáliz y
la hostia, y me dio la hostia a mí. Lo que contenía el cáliz se lo dio a beber
a Jacinta y a Francisco, diciendo al mismo tiempo: “Tomad y bebed el Cuerpo y
la Sangre de Jesucristo, horriblemente ultrajado por los hombres ingratos.
Reparad sus crímenes y consolad a vuestro Dios”. De nuevo se postró en tierra y
repitió con nosotros otras tres veces la misma oración: “Santísima Trinidad...”.
Y desapareció. Llevados por la fuerza de lo sobrenatural que nos envolvía, imitábamos
al Ángel en todo, es decir, nos postrábamos como él y repetíamos las oraciones
que él decía. La fuerza de la presencia de Dios era tan intensa, que nos
absorbía y aniquilaba casi por completo. Parecía como si nos hubiera quitado
por un largo espacio de tiempo el uso de nuestros sentidos corporales. En esos
días, hasta las acciones más materiales las hacíamos como llevados por esa
misma fuerza sobrenatural que nos empujaba. La paz y felicidad que sentíamos
era grande, pero sólo interior; el alma estaba completamente concentrada en
Dios. Y al mismo tiempo el abatimiento físico que sentíamos era también fuerte”.
El otro mensaje de Fátima es el pedido de oración, específicamente,
del Santo Rosario, diciéndoles así la Virgen: “Soy del Cielo (…) Vas
al Cielo y Jacinta y Francisco también (…) Cuando recéis el
Rosario, diréis después de cada misterio: ¡Oh Jesús (…) lleva todas
las almas al Cielo!”[3] y también la oración de
reparación por las ofensas cometidas por los hombres contra Dios Uno y Trino. En
la primera aparición del Ángel, se les enseña a los niños cómo rezar, en
adoración y reparación a Dios; ocurrió en la primavera o en el verano de 1916,
en una gruta del “outeiro do Cabeço”, cerca de Aljustrel, y se desarrolló de la
siguiente manera, conforme narra la Hermana Lucía: “Sólo habíamos jugado unos
momentos cuando un viento fuerte sacude los árboles y nos hace levantar la
vista para ver qué pasaba, pues el día estaba sereno. Comenzamos a ver, a
cierta distancia, sobre los árboles que se extendían en dirección al este, una
luz más blanca que la nieve, con la forma de un joven transparente más
brillante que un cristal atravesado por los rayos del sol. A medida que se
aproximaba fuimos distinguiendo sus facciones: era un joven de unos catorce o
quince años, de una gran belleza. Estábamos sorprendidos y absortos; no
decíamos ni una palabra. Al llegar junto a nosotros nos dijo: “No temáis, soy
el Ángel de la Paz. Rezad conmigo”. Y arrodillándose, inclinó su frente hasta
el suelo. Llevados por un movimiento sobrenatural, le imitamos y repetimos las
palabras que le oímos pronunciar: “Dios mío, yo creo, adoro, espero y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan y no te aman”. Después
de repetir esto tres veces se irguió y dijo: “Rezad así. Los Corazones de Jesús
y de María están atentos a la voz de vuestras súplicas”. Y desapareció. El
ambiente sobrenatural que nos rodeaba era tan intenso, que casi no nos dimos
cuenta de nuestra propia existencia durante mucho tiempo y permanecimos en esta
posición en que nos había dejado repitiendo siempre la misma oración. La
presencia de Dios se sentía tan intensa y tan íntima que ni entre nosotros nos
atrevíamos a hablar. Al día siguiente todavía sentíamos nuestro espíritu
envuelto por esa atmósfera, que sólo muy lentamente desapareció”[4].
Otro elemento central en las Apariciones de Fátima es la
importancia de la penitencia y del sacrificio. La segunda aparición del Ángel ocurrió
en el verano de 1916, sobre el pozo de la casa de los padres de Lucía, junto al
cual jugaban los niños. Así narra la Hermana Lucía lo que entonces les dijo el
Ángel a ella y a sus primos: “¿Qué hacéis? Rezad, rezad mucho. Los Corazones de
Jesús y de María tienen sobre vosotros designios de misericordia. Ofreced
constantemente al Altísimo oraciones y sacrificios. ¿Cómo nos tenemos que
sacrificar?, pregunté. “De todo lo que podáis, ofreced a Dios un sacrificio de
reparación por los pecados con que Él es ofendido y de súplica por la
conversión de los pecadores. Atraed así la paz sobre vuestra patria. Yo soy su
ángel de la guarda, el Ángel de Portugal. Sobre todo, aceptad y soportad con
resignación el sufrimiento que Nuestro Señor os envíe. Y desapareció. Estas
palabras del Ángel se grabaron en nuestro espíritu como una luz que nos hacía
comprender quién era Dios, cómo nos amaba y quería ser amado; el valor del
sacrificio y cómo le era agradable; y cómo en atención a él, convertía a los
pecadores”[5].
Por
último, un elemento también central en Fátima es la existencia del Infierno, realidad
y existencia que es un dogma de fe de la Iglesia Católica, sin cuya creencia
nos apartamos de esta Santa Fe. De modo concreto, en las Apariciones de Fátima,
la Virgen no se anda con vueltas con respecto a la pedagogía con los niños o si
estos tal vez quedarían “traumatizados” si supieran del Infierno, todos
argumentos modernistas para ocultar la existencia del Infierno a los niños: la
Virgen los lleva al Infierno, en donde los niños, cuyas edades iban desde los
siete años -Jacinta- hasta los ocho o nueve, ven, con sus propios ojos, el
Infierno, ven el lago de fuego, ven caer a las almas en el lago de fuego, “como
copos de nieve”, ven a los demonios atormentando a las almas condenadas. Dice así
la Hermana Lucía con respecto a la visión sobre el Infierno en Fátima: “Fue el día 13 de julio de 1917,
después de haber dicho estas palabras: “Sacrificaos por los
pecadores, y decid muchas veces, en especial cuando hicierais algún sacrificio:
Oh Jesús, es por tu amor, por la conversión de los pecadores y en desagravio
por los pecados cometidos contra el Inmaculado Corazón de María”. Al decir estas
últimas palabras, escribe Sor Lucía, abrió de nuevo las manos como en los
meses pasados. El reflejo parecía penetrar en la tierra y vimos como un mar de
fuego. Sumergidos en ese fuego, los demonios y las almas, como si fuesen brasas
transparentes y negras o broceadas, con forma humana que fluctuaban en el
incendio, llevadas de las llamas que de ellas misma salían, juntamente con
nubes de humo cayendo por todos los lados, semejantes al caer de las pavesas en
los grandes incendios, sin peso ni equilibrio, entre gritos y gemidos de dolor
y desesperación que horrorizaban y hacían estremecer de pavor. (Debe haber sido
a la vista de esto cuando di aquel “ay”, que dicen haberme oído). Los demonios se
distinguían por formas horribles y asquerosas de animales espantosos y
desconocidos, pero transparentes como negros carbones en brasa. Asustados y
como para pedir socorro, levantamos la vista hacia Nuestra Señora, que nos dijo
entre bondadosa y triste: «Habéis visto el infierno, a donde van las almas de
los pobres pecadores; para salvarlas, Dios quiere establecer en el mundo la
devoción a mi Inmaculado Corazón”[6].
“Mar
de fuego, formas horribles de los demonios, gritos de desesperación”: lo
que vieron los pastorcitos corresponde perfectamente con las penas físicas y
morales que sufren para siempre los que murieron en estado de pecado mortal. Y con
respecto al Infierno, hay que decir que es una muestra de que Dios SÍ castiga, sí
castiga al ángel rebelde y al ser humano rebelde, que muere voluntariamente en
pecado mortal, porque voluntariamente no quiere recibir el Amor de Dios. Entonces,
decir que una aparición mariana es falsa porque anuncia el castigo de Dios, es
una afirmación temeraria, falsa, modernista, contraria a la Santa Fe Católica.
Reparemos
las ofensas a los Sagrados Corazones de Jesús y María; reparemos por nuestros
propios pecados y por los pecados de los demás; hagamos adoración eucarística, pidamos nuestra conversión eucarísica, recemos el Santo Rosario, hagamos sacrificios y penitencias por las
conversiones de los pecadores, pidamos insistentemente la gracia de perseverar
en la Santa Fe Católica hasta el último día de nuestras vidas y de perseverar
en la gracia y en las obras de misericordia, para así evitar el castigo divino,
el Infierno eterno.
[2] https://www.fatima.org.pe/pagina-3-apariciones-del-angel-de-portugal#:~:text=Las%20apariciones%20del%20%C3%81ngel%2C%20en,valle%2C%20como%20una%20%E2%80%9Cnube%20m%C3%A1s
[4] https://www.fatima.org.pe/pagina-3-apariciones-del-angel-de-portugal#:~:text=Las%20apariciones%20del%20%C3%81ngel%2C%20en,valle%2C%20como%20una%20%E2%80%9Cnube%20m%C3%A1s
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