viernes, 21 de septiembre de 2018

La religiosidad católica del General Belgrano



            Los próceres son seres humanos sumamente especiales, a quienes la Divina Providencia colocó en lugares y situaciones sumamente complejas y difíciles pero que, con la ayuda de esta misma Divina Providencia, estuvieron a la altura de los acontecimientos. Nuestra Patria Argentina cuenta con el privilegio y el orgullo de que sus máximos próceres –el Padre de la Patria, Don José de San Martín, el creador de la Bandera Nacional, el General Belgrano, el Restaurador, Don José Manuel de Rosas, entre otros muchos- fueron hombres de profunda religiosidad católica, fervientes devotos y, sobre todo, fervientes devotos marianos, es decir, piadosos hijos de la Virgen María.
            En el caso del General Belgrano –como así también en el General San Martín-, esta religiosidad –que echa por tierra tanto en uno como en otro caso la falsa creencia de que podrían haber pertenecido a logias masónicas, siendo la Masonería enemiga mortal de la Iglesia- se manifestaba de diferentes formas, tanto en su vida privada, como en su vida pública. Es conocido que su amor a la Virgen era tal, que llegó al punto de darle, a los colores de la Bandera Nacional de la cual él es el creador, los colores del Manto de la Inmaculada Concepción de Luján y ésa es la razón por la cual, cuando contemplamos la Bandera Nacional, nos parece estar contemplando el Manto de la Virgen y viceversa, cuando contemplamos el Manto de la Virgen, nos parece estar contemplando la Bandera Nacional Argentina (por esta razón, la Bandera Nacional Argentina es la más hermosa del mundo). Pero su devoción por la Virgen se manifestaba también de otras maneras: por ejemplo, hacía rezar el Santo Rosario a la tropa del Ejército Argentino; se preocupaba porque sus almas estuvieran a salvo en caso de morir y por eso les hacía imponer el Santo Escapulario de la Virgen del Carmen, de manera que ningún soldado se condenara en el Infierno, tal como es la promesa de la Virgen del Carmelo a San Simón Stock; hacía celebrar de modo regular y sobre todo antes de las batallas, el supremo homenaje de amor y adoración a Jesucristo, el Hijo de la Virgen, la Santa Misa.
            Finalmente, el General Belgrano encomendó a la Santísima Virgen el resultado de la Batalla del Campo de las Carreras y cuando se produjo el triunfo del Ejército Argentino, en acción de gracias y en reconocimiento a la intercesión todopoderosa de la Madre de Dios, en una solemne ceremonia y procesión le cedió su Bastón de mando y la nombró a la Virgen de la Merced como Generala del Ejército Argentino.
            Los argentinos tenemos el orgullo de poseer próceres como el General Belgrano. Si no podemos imitarlo en sus múltiples virtudes, tratemos al menos de imitarlo en su piedad, en su devoción, en su amor a la Santa Misa, al Santo Rosario y, sobre todo, en su amor filial a la Santísima Virgen María, entregándole a la Virgen el bastón de mando de nuestras vidas, nombrándola la Única Generala y Patrona de nuestras almas y corazones y encomendándole a Ella el triunfo final sobre la batalla más importante que libramos en esta tierra, la salvación de nuestras almas.

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