Según el Manual, las características del servicio legionario
son las siguientes:
1-Debe “revestirse de las armas de Dios” (Ef 6, 11). El Manual
recuerda que la Legión de María toma su nombre de la legión romana,
caracterizada por su valor, lealtad, disciplina, resistencia y poder
conquistador, aunque muchas veces estas virtudes hayan sido utilizadas con
fines mundanos[1]. La Legión de María está a las órdenes de su Celestial Capitana,
la Virgen, y por eso no puede no tener estas mismas características de la
legión romana, quitándole, por supuesto, la condición mundana de esta última. El
legionario y la Legión toda, deben poseer las mismas cualidades -valor,
lealtad, disciplina, resistencia y poder conquistador- de la legión romana,
pero vaciadas de todo rastro de mundanidad y consagrada enteramente a la
Virgen.
2-Debe ser “un sacrificio vivo, consagrado, agradable a Dios
y no conforme a este mundo” (Rom 12, 1-12). Para esto, el legionario debe
reflexionar acerca de los innumerables dones, tanto naturales como
sobrenaturales, recibidos de parte de Dios. Por ejemplo: la vida, la
inteligencia, la voluntad, la filiación divina, el Espíritu Santo en la
Confirmación, la vida divina en el Bautismo, el Cuerpo de Cristo en la
Eucaristía. Por esto decía Santa Teresa: “¡Recibir tanto, tanto, y devolver tan
poco! ¡Ay, éste es mi martirio!”. Muchos legionarios, sin ponerse a considerar
todos estos beneficios, se comportan como paganos cuando, en vez de agradecer a
Dios cuando sufren una tribulación, se quejan de esta, con lo que demuestran
que están lejos de tener un verdadero “espíritu legionario”.
3-No debe rehuir “trabajos y fatigas” (2 Cor 11, 27). El legionario
no debe temer ejercer el apostolado en personas que incluso se mostrarán
hostiles frente al anuncio del Evangelio; debe estar preparado para recibir
críticas, afrentas, desprecios, e incluso hasta calumnias, porque todo esto
sufrió Nuestro Redentor. También debe estar preparado para enfrentar al fracaso
y a la ingratitud, que producen desaliento; debe estar preparado para afrontar
toda clase de dificultades, sean materiales que espirituales y mucho más,
considerando que vivimos en un mundo ateo, agnóstico y materialista, que
reniega de Dios y de su Mesías y que cada día que pasa, nada quiere saber, ni
de la vida eterna, ni del Reino de los cielos, ni de la Iglesia y sus
sacramentos.
4-Debe proceder con amor, “igual que Cristo nos amó y se
entregó por nosotros” (Ef 5, 2). El legionario debe actuar con suma caridad,
imitando la caridad de Nuestro Señor Jesucristo, ofreciendo a los hombres y al
mundo, hostil al Evangelio, el Amor mismo de Nuestro Señor, y no su propio mal
genio, su propia impaciencia. El legionario debe estar siempre y en todo
momento, dispuesto a ofrecer mortificaciones de todo tipo y esto exige que el
alma del legionario se olvide de sí misma, de sus gustos y preferencias, de su
querer estar siempre a gusto, ya que esto es propio de un espíritu mundano y no
de un legionario al servicio de la Celestial Capitana, la Virgen María.
5-Debe “correr hasta la meta” (2 Tim 4, 7). Debe pedir
siempre la gracia de la perseverancia final, en la fe y en las obras. Cada legionario
individualmente, como la Legión en su conjunto, deben tener presente siempre,
en la mente y el corazón, que la meta final que se debe alcanzar es el Reino de
los cielos, y que la corona que se desea recibir no es la gloria mundana, sino
la corona de la gloria de Dios en el cielo, lo cual significa que antes, en la
tierra, se debe desear y pedir ser coronados con la corona de espinas de
Nuestro Señor Jesucristo. Lo que la Legión exige es fe firme, profunda y sin
vacilaciones y amor a Dios y al prójimo, el cual debe concretarse en un
apostolado constante, perseverante, fiel, decidido, que no se deje llevar por
el desánimo cuando los resultados no sean los esperados.
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