martes, 2 de octubre de 2018

Cómo saber si vivimos la verdadera Devoción a María o si estamos guiados por nuestra imaginación



Quienes practican la verdadera Devoción no de un modo superficial, sino con la razón, es decir, quienes no se dejan llevar por los vientos cambiantes de la sensibilidad y del humor de cada día, obtienen frutos, también cotidianos, que son admirables, y así lo afirma San Luis María[1]. Según el santo, la Devoción se vincula a grandes promesas, todas las cuales se cumplen, indefectiblemente, para quien vive la verdadera Devoción con un espíritu racional y piadoso y no de un modo sensiblero y superficial.
         Según el Manual[2], debemos consultar a quienes viven la Devoción de forma verdadera, para darnos cuenta de que los mismos no son engañados por el sentimiento o la imaginación, sino que se ven colmados de abundantes frutos espirituales. Insensibles, en el sentido de que no experimentan ninguna “sensación”, pero que son reales y profundos.
         ¿Cómo saber si estamos viviendo la Devoción de forma verdadera o, si por el contrario, solo estamos dejándonos llevar por nuestra sensibilidad e imaginación? Sabremos si estamos viviendo la Devoción de forma verdadera, cuando experimentemos, de forma insensible,  un verdadero crecimiento interior, cuando nuestra vida interior y espiritual se vea fortalecida, de manera tal que comprobemos, en carne propia, que la Devoción es nuestro refugio interior frente a las tribulaciones que a diario se nos presentan. Un signo de esto es la estabilidad del ánimo: quien está fortalecido por el espíritu de María, no cae en los altibajos propios de quienes son arrastrados por los sentimientos y las pasiones y su ánimo se mantiene siempre sereno, sonriente, alegre, aun en medio de las más grandes pruebas. La verdadera Devoción comunica al alma la certeza de saber que está guiada y protegida por María y que en María ha encontrado el camino firme y seguro que, desde esta vida, la conduce ya en anticipo en dirección al Cielo. El alma que vive la Devoción de forma verdadera, tiene visión sobrenatural –sabe que esta vida es pasajera y se prepara para el Juicio Particular, antesala del Reino de los cielos, por ejemplo-; el alma se encuentra con más fuerzas espirituales, con una profunda fe en Nuestro Señor Jesucristo, en su Presencia real en la Eucaristía y sabe que su Iglesia está guiada por el Espíritu Santo y que si está aferrada a la Cruz, a los Sacramentos, al Manto de la Virgen, nada ni nadie en el mundo podrán hacerla tambalear, aun cuando los enemigos de Dios y de la Iglesia se multipliquen por millares. El que vive la verdadera Devoción se siente capaz de emprender cualquier empresa que sea para la salvación de las almas y para la mayor gloria de Dios, aun cuando ello implique grandes sacrificios.



[1] Cfr. Manual del Legionario, VI, 5.
[2] Cfr. ibidem.

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