jueves, 4 de octubre de 2018

Por qué el Rosario es la mejor oración después de la Misa y la Adoración Eucarística



         Porque al rezar el Ave María, le recordamos a la Virgen el Anuncio del Ángel, la noticia más hermosa que jamás Ella haya escuchado, y así le renovamos la alegría que Ella experimentó al enterarse ese día que iba a ser Madre de Dios;
         Porque la saludamos del modo más cariñoso posible, un saludo que es a la vez el más grandioso y majestuoso que jamás se pueda dar a creatura alguna, la saludamos dándole la dignidad que posee, “Llena de gracia”, lo que la hace más grande y majestuosa que todos los ángeles y santos juntos;
         Porque le recordamos el día en el que Ella comenzó a ser Madre de Dios, luego de dar su “Sí” a la voluntad de Dios anunciada por el Ángel y además, la tratamos como lo que es, como nuestra Madre celestial, encomendándonos a su amor y protección maternal;
         Porque nos encomendamos a Ella para vivir en estado de gracia, ahora, en el momento actual, y en el momento de la muerte, es decir, al pasar a la vida eterna, lo cual quiere decir que ponemos en sus manos maternales nuestra vida presente y la vida eterna;
         Porque delante de Ella, que es la Inmaculada Concepción y la Llena de gracia –por ser la Elegida por Dios para ser Madre de Dios y Virgen al mismo tiempo- nos reconocemos pecadores y, por lo tanto, necesitados en todo momento de su amor maternal;
         Porque haciendo así, le damos la oportunidad de que Ella ejerza el oficio que ejerció a la perfección con su Hijo Jesús y es el de ser Madre, porque nosotros somos sus hijos adoptivos y Ella es nuestra Madre celestial;
         Porque al rezar el Padre Nuestro en cada misterio, nos encomendamos a Dios Padre, pidiéndole que se haga su voluntad, santificamos su nombre, le pedimos el pan material y espiritual de cada día y le pedimos que nos libre del mal y todo esto lo hacemos a través de la Virgen, con lo cual estamos más que seguros que Dios habrá de escucharnos y darnos lo que le pedimos, porque Dios Padre no le niega nada a su Hija predilecta, la Virgen;
Porque al rezar las Ave Marías, le damos el tiempo a la Virgen para que Ella, Divina Alfarera, modele nuestros corazones, convirtiéndolos, por la gracia del Espíritu Santo, en imágenes vivientes de los Sagrados Corazones de Jesús y de María.
Porque por el rezo del Santo Rosario, la Virgen nos hace contemplar, desde su Corazón Inmaculado, las escenas de la Vida de su Hijo Jesús, para que nosotros, meditando en ellas, las vivamos luego en nuestra vida cotidiana.
Porque al pedir por la conversión de los pecadores y por las Almas del Purgatorio, obtenemos efectivamente que muchos hijos de la Virgen, que estaban alejados de Ella por el pecado, vuelva a su seno maternal, además de obtener la salida del Purgatorio de innumerables almas del Purgatorio, las que al llegar al Cielo, se convertirán en nuestras intercesoras más fieles ante el Trono de Dios.
Porque obtenemos tantas gracias del Corazón Inmaculado de María, que si pudiéramos verla con los ojos del cuerpo, moriríamos de la alegría.
Por estas, y por otras razones más, el Santo Rosario es, después de la Santa Misa y de la Adoración Eucarística, la mejor oración que un católico pueda rezar en esta vida.

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