lunes, 21 de noviembre de 2011

Presentación de la Santísima Virgen María en el Templo



Según una piadosa tradición, María, a la edad de tres años, fue llevada por sus padres al Templo por sus padres Joaquín y Ana, en cumplimiento de la ley judía, que obligaba a los israelitas a ofrecer sus primogénitos a Dios[1].

Según la misma tradición, la Virgen permaneció en el Templo, en compañía de otras doncellas y piadosas mujeres, dedicada a la oración y al servicio del templo, en el silencio y en el humilde cumplimiento de sus deberes, hasta sus desposorios con San José.

La Virgen es presentada en el Templo no sólo para cumplir la ley judía, y como gesto de agradecimiento de Joaquín y Ana por haber sido escuchados en su petición por la descendencia, sino ante todo es presentada en cumplimiento del designio eterno que sobre la Virgen María había trazado Dios Uno y Trino.

Ella había sido concebida Inmaculada, sin mancha de pecado original, y Llena de gracia, como consecuencia de estar inhabitada por el Espíritu Santo, para cumplir el designio divino que la había elegido entre todas las mujeres, para ser la Madre de Dios.

Desde su Concepción, la Virgen María, por designio divino, y no tanto por decisión de sus padres, estuvo consagrada a Dios, y la Presentación en el Templo, a la edad de tres años, no hace sino corroborar, legalmente, la oblación o consagración interior a la que estaba destinada la Virgen desde el momento mismo de su Concepción Inmaculada.

Lo más importante de esta fiesta es entonces la consagración de la Virgen a Dios desde su infancia, y es eso lo que expresa la introducción de la Misa del día: “Mis obras son para el Señor”.

Desde su Presentación, o más bien, desde su Concepción Inmaculada, la Virgen se preparó para realizar en su vida el designio divino, que la había llamado a ser Madre de Dios Hijo.

El Templo es el lugar en el que el alma de la Virgen se abre a la luz del Espíritu Santo, luz por la cual era llevada al amor y a la comprensión de la Palabra de Dios, y era introducida en los misterios divinos; en el Templo, la Virgen ofrecía el holocausto continuo de su cuerpo, realizando a la perfección las tareas que le habían sido encomendadas; en el Templo, el Corazón Inmaculado de María Santísima se abría cada vez más a un acto de puro y continuo amor a Dios, al tiempo que se desapegaba de las criaturas, para llegar a dar el “sí” perfecto a la Voluntad de Dios.

Es la fiesta de las almas consagradas a Dios en la vida religiosa, pero también es la fiesta de todos los cristianos, pues todos los cristianos, en virtud del bautismo, han sido consagrados a Dios, y todos los cristianos han sido elegidos por Dios para cumplir un designio divino en sus vidas, y es la salvación eterna.

Todo cristiano está llamado a imitar a la Virgen en su consagración a Dios, en su humildad, en su oración, en su silencio, en su amor a Dios por sobre todas las cosas, en el desapego a las criaturas, y el modo más seguro de cumplir este designio divino, es entrar en ese templo espiritual que es el Corazón Inmaculado de María Santísima, en donde el alma es colmada de la Sabiduría divina, el cuerpo es purificado por las pruebas, para adquirir la pureza y castidad de Jesús, el Hombre-Dios, y el corazón crece, día a día, en el amor a Dios y al prójimo.

Es en ese templo inmaculado y purísimo, que es el Corazón de María, en donde el alma del cristiano se prepara para dar el “sí” perfecto al designio de Dios Uno y Trino, el ser almas que se ofrezcan como víctimas de expiación y en reparación por tantos hombres que, caminando en la más completa y tenebrosa oscuridad espiritual, profanan sus cuerpos y sus almas día a día, inmersos en el materialismo, el ateísmo y el hedonismo que envuelve a un mundo sin Dios.


[1] Cfr. http://www.mercaba.org/SANTORAL/Vida/11/11-21_presentacion_maria.htm (1 of 6) [8/12/2005 10:08:21 PM]