lunes, 15 de julio de 2013

Nuestra Señora del Carmen

Virgen del Carmen
          El 16 de julio del año 1251, la Madre de Dios se le apareció al entonces superior de los carmelitas, San Simón Stock y, enseñándole el escapulario, le dijo: "El que muera con el escapulario puesto, no padecerá el fuego eterno". Por este solo hecho, el Escapulario de la Virgen del Carmen es un gran don de la Divina Misericordia, ya que no solo significa no sufrir el fuego del infierno, sino que implica nada menos que tener el cielo asegurado, porque la misma Virgen promete que Ella acudiría al siguiente sábado de la muerte del devoto del escapulario, a rescatarlo del Purgatorio. Usando el escapulario, nos aseguramos el cielo y, si debemos ir al Purgatorio, nos aseguramos de no estar allí más de seis días, según las promesas de la Virgen. Sin embargo, su uso está supeditado al propósito de vivir en estado de gracia y evitar el pecado, tanto el mortal como el venial.
          Hay que tener en cuenta, sin embargo, que el escapulario NO salva por sí solo como si fuera algo mágico o de buena suerte, ni es una excusa para vivir en pecado y no hacer el esfuerzo por vivir la vida de la gracia, porque no es una especie de objeto dotado de poderes sobrenaturales que nos salvará a pesar a pesar de lo que hagamos o de cuanto pequemos.
          Los Papas y Santos han muchas veces alertado acerca de no abusar de la promesa de nuestra madre como si nos pudiéramos salvar llevando el escapulario sin conversión. El Papa Pío XI nos advierte: "Aunque es cierto que la Virgen María ama de manera especial a quienes son devotos de ella, aquellos que desean tenerla como auxilio a la hora de la muerte, deben en vida ganarse dicho privilegio con una vida de rechazo al pecado y viviendo para darle honor".
          Vivir en pecado y usar el escapulario como ancla de salvación es cometer pecado de presunción ya que la fe y la fidelidad a los mandamientos es necesaria para todos los que buscan el amor y la protección de Nuestra Señora.
          El Papa Pío XII habló frecuentemente del Escapulario. En 1951, aniversario 700 de la aparición de Nuestra Señora a San Simón Stock, el Papa ante una numerosa audiencia en Roma exhortó a que se usara el Escapulario como "Signo de Consagración al Inmaculado Corazón de María" (tal como pidió la Virgen en Fátima): "Que sea tu signo de consagración al Inmaculado Corazón de María, lo cual estamos particularmente necesitando en estos tiempos tan peligrosos".  
          En una de las apariciones más importantes de la Virgen, las apariciones en Fátima, según la Hermana Lucía, una de las videntes, cuando la Virgen se apareció en la sexta y última aparición, el 17 de octubre de 1917, lo hizo vestida de con el hábito carmelita y con el escapulario en la mano, como modo de recordar que sus hijos deben llevarlo como signo de la consagración.
          Se llama "escapulario" porque deriva de la palabra "escápula" que significa "hombros", debido a que era el hábito de trabajo que se colocaban los monjes sobre sus hombros. Cuando la Virgen se le apareció a San Simón Stock, le dio el escapulario como un hábito en miniatura, que habrían de llevar sus hijos devotos, como signo externo de la consagración de sus corazones a su Corazón Inmaculado. Usar el escapulario significa entonces llevar el hábito de la Virgen del Carmen y ser envueltos por su manto misericordioso, además de ser un signo de pertenencia -consagración- al Inmaculado Corazón de María.
          El solo hecho de experimentar el deseo de llevarlo y, todavía más, recibir la imposición del escapulario del Carmen, demuestra la acción de la gracia divina que obra en el corazón encendiéndolo en el Amor de Dios, porque el escapulario, como sacramental, si bien no nos comunica la gracia como los sacramentos, cuando es llevado con amor y devoción, predispone el corazón a recibir el Amor de Dios, al tiempo que le concede la gracia de la detestación del pecado, de la mentira, del mal y del engaño. Por el escapulario, el alma recibe el amor y la protección maternal de María, porque significa que la Virgen envuelve al alma en su manto y la arropa, así como una madre envuelve y arropa al niño recién nacido, para protegerlo de todo peligro. El escapulario significa también el suave yugo de Cristo, que es lo que Él pide en el Evangelio: "Cargad con mi yugo y aprended de Mí, que soy manso y humilde de corazón" (Mt 11, 28-29).