viernes, 15 de diciembre de 2023

Retiro Mariano con la Legión de María 161223 2

 



         Segunda Meditación.

         1-¿Es compatible la adoración a la Pachamama con la fe católica?

         2-¿Qué dice el Manual sobre la Verdadera Devoción a María Santísima?

         1-En el marco del Sínodo de la Amazonía, llevado a cabo en octubre de 2019, se dieron actos que fueron considerados por fieles católicos como idolátricos y como un atentado contra el Primer Mandamiento.

Empecemos con un relato de lo acontecido, de acuerdo a la descripción de Monseñor Athanasius Schneider, de Kazajistán[1][1]:

El 4 de octubre de 2019, en vísperas del Sínodo de la Amazonía, se celebró una ceremonia religiosa en los Jardines del Vaticano, que fue dirigida en parte por chamanes y en la que objetos simbólicos fueron usados; a saber, una escultura de madera de una mujer embarazada sin ropa. Estas representaciones son conocidas y pertenecen a los rituales indígenas de las tribus amazónicas, y específicamente al culto de la llamada Madre Tierra, la Pachamama. En los días siguientes, las figuras femeninas desnudas de madera también fueron veneradas en la Basílica de San Pedro frente a la Tumba de San Pedro. Los católicos no pueden aceptar ningún culto pagano, ni ningún sincretismo entre las creencias y prácticas paganas y las de la Iglesia Católica. Los actos de adoración de encender una luz, inclinarse, postrarse o inclinarse profundamente en el suelo y bailar ante una estatua femenina desnuda, que no representa a Nuestra Señora ni a una santa canonizada de la Iglesia, viola el primer Mandamiento de Dios: “Tú no tendrás dioses ajenos delante de mí” y la prohibición explícita de Dios, que ordena: “Cuando levantes tus ojos al cielo, cuando veas el sol, la luna, las estrellas y todo el ejército de los cielos, no vayas a dejarte seducir y te postres ante ellos para darles culto. Eso se lo ha repartido Yahveh tu Dios a todos los pueblos que hay debajo del cielo” (Dt 4,19), y: “No os hagáis ídolos, ni pongáis imágenes o estelas, ni coloquéis en vuestra tierra piedras grabadas para postraros ante ellas, porque yo soy Yahveh vuestro Dios” (Lev 26,1).

También el Cardenal Müller, Prefecto emérito de la Congregación para la Doctrina de la Fe, hizo afirmaciones claras al respecto[2]:

La liturgia del 4 de octubre en los Jardines Vaticanos, habría incluido “una cierta veneración; más aún, adoración de ídolos”; una violación del primer mandamiento, porque Jesucristo, presente en los sacramentos, “es el único Redentor”. Si bien los católicos tenemos imágenes de santos, no las adoramos; sino que sólo “veneramos” la imagen en representación de esta persona santa. La “adoración” no le correspondería, de manera alguna, a personas ni a la Creación -así lo explicó Müller, y se remitió a la teología de San Pablo.

“Traer a los ídolos a la Iglesia fue un pecado grave, un crimen contra la Ley Divina” -afirmó el Cardenal. 

Lo decisivo es discernir lo que realmente significó este acto: ¿Es que fue un intento de inculturación del evangelio o fue un acto idolátrico y, por tanto, una falsificación del evangelio?

A este respecto, escuchemos lo que dijo un obispo auxiliar de Suiza, Monseñor Marian Eleganti. En una publicación de Facebook, el obispo recuerda que la controvertida figura de la Pachamama no es la Virgen María, quien es la Madre de la Iglesia.

“El hecho de que en los Jardines vaticanos se hayan postrado ante ella y en todo lado esté sobresaliendo y siendo llevada en procesión, cuando más valdría que la imagen de la Virgen de Guadalupe fuese venerada y mostrada (siendo un retrato inequívoco y, al mismo tiempo, inculturado de la Virgen María, con rasgos y símbolos indígenas, dado por el cielo mismo) es incomprensible. Para cualquier observador, no se entiende que la veneración pública de la Pachamama en el Sínodo del Amazonas no sea una idolatría. Y aun si no fuese así, seguiría estando el escándalo de que parece serlo y de que la Roca de Pedro no se preocupe de ello, y que, antes bien, proteja los rituales bien documentados y ajenos al cristianismo en los Jardines del Vaticano y más allá, mientras que se lamenta de reacciones que son comprensibles.”[3]

El obispo emérito de Marajó en el territorio amazónico, Monseñor José Luis Azcona, habló aún más claramente y condenó los rituales paganos como sacrilegios demoníacos, que provocan escándalo. Él confirmó que la “Pachamama” es una divinidad pagana. Y precisó[4]:

“Estas celebraciones dependen de los espíritus que se evocan y es evidente que esto es brujería, de la cual nos advierte la carta de San Pablo a los Gálatas, en el capítulo 5, versículo 29, cuando denuncia el pecado de la idolatría que es incompatible con el Evangelio y con la misión.”

Cuando se da un acto de tal gravedad contra la veneración que Dios merece, es necesario reparar. En ese sentido se han llevado a cabo diversas iniciativas, que abarcaron penitencia de los fieles y exorcismos realizado por sacerdotes.

Monseñor Schneider llega a la conclusión acertada:

“En vista de los requisitos de la adoración auténtica del Único Dios Verdadero, la Santísima Trinidad y Cristo Nuestro Salvador, en virtud de mi ordenación como obispo católico y sucesor de los Apóstoles, y con verdadera fidelidad y amor al Romano Pontífice, el Sucesor de Pedro, y a su tarea de presidir la Cátedra de la verdad (cathedra veritatis), condeno la veneración del símbolo pagano de Pachamama en los Jardines del Vaticano, en la basílica de San Pedro, y en la iglesia romana de Santa María en Traspontina.”

         2-¿Es compatible la Verdadera Devoción a María, según San Luis María Grignon María de Montfort, con la fe católica? ¿Puede resumir en breves párrafos, en qué consiste esta devoción, tal como la presenta el Manual del Legionario en Capítulo 6, 5?

 

 

Retiro Mariano con la Legión de María 161223 1

 



         Primera Meditación.

         La importancia de María Santísima en la Historia de la Redención

         En la corriente anti-católica denominada “modernismo”, caracterizada por la negación de los misterios sobrenaturales de la religión católica, como, por ejemplo, la Santísima Trinidad, la divinidad de Jesús, la Resurrección de Nuestro Señor, los milagros; los dogmas de la Iglesia, la transubstanciación, la virginidad de María, su Asunción n cuerpo y alma, el Credo que confesamos los católicos, los Sacramentos; la existencia del Demonio, la existencia del Cielo, la existencia del Infierno. Para los modernistas, toda la Fe Católica no es más que un conjunto de símbolos y metáforas, nada es real y por eso interpretan las Sagradas Escrituras y las verdades reveladas por Nuestro Señor Jesucristo desde la perspectiva histórico-crítica, es decir, quitando todo lo sagrado, desacralizando todo, mundanizando todo y reduciendo a mito lo que es sagrado y divino[1]. Dentro de esta mundanización y desacralización, el modernismo ataca fuertemente a la Virgen y Madre de Dios, quitándole precisamente su carácter de Virgen y de Madre de Dios, reduciendo su papel y su importancia en el misterio salvífico, haciéndola pasar como una mujer más de la época. Así, los modernistas cometen las más horribles y espantosas blasfemias y herejías, como la monja blasfema Lucía Caram, dominica, quien, en numerosas oportunidades, en la televisión pública española, afirmó sacrílegamente que la Virgen y San José vivieron como esposos normales y comunes, lo cual contradice y repugna a la Sagrada Escritura, a la Tradición y al Magisterio.

         Con relación a la Sagrada Escritura, la Virgen María se encuentra en un lugar preeminente en el misterio salvífico, ya que la podemos encontrar al inicio, en el Génesis, puesto que es la Mujer que aplasta la cabeza de la serpiente; la encontramos a la Virgen en el intermedio de la historia de la salvación, en la Pasión, ya que es la Mujer que está de pie acompañando a su Hijo Jesús que agoniza en la cruz; la encontramos en el desenlace, en el Apocalipsis, ya que es la Mujer revestida de sol que aparece en los cielos como la señal de la victoria del Hombre-Dios Jesucristo.

         Con relación a la Tradición (siglos II-VIII)[2], es decir, a los Padres de la Iglesia, también la Virgen posee un lugar preeminente en la historia de la salvación, muy por encima de los más poderosos ángeles y de los más piadosos santos y solo por debajo del mismo Dios, debido a su condición de divina maternidad, llamada Theotokos por San Cirilo, San Atanasio entre otros; debido a su maternidad espiritual ó Nueva Eva-Hija de Sión (Jesús la proclama Madre de los hombres antes de morir en la cruz), y por último por la relación de esta maternidad con la virginidad y con la Iglesia, tal como se desarrolla en los Padres de la Iglesia como San Ambrosio y San Agustín.

         Con relación al Magisterio, la Congregación para e culto divino y la disciplina de los sacramentos publicó en el 2002 al respecto un directorio importante sobre el contenido, la regulación y el método de interpretación de la devoción popular religiosa en general, y en específico con respecto al culto mariano en la Iglesia, arranca de este punto interpretativo sobre María: “La indicación conciliar de promover la “sagrada celebración de la palabra de Dios” en algunos momentos significativos del Año litúrgico puede encontrar, también, una aplicación válida en las manifestaciones de culto en honor de la Madre del Verbo encarnado. Esto se corresponde perfectamente con la tendencia general de la piedad cristiana, y refleja la convicción de que actuar como ella ante la Palabra de Dios es ya un obsequio excelente a la Virgen (cfr. Lc 2,19.51). Del mismo modo que en las celebraciones litúrgicas, también en los ejercicios de piedad los fieles deben escuchar con fe la Palabra, debe acogerla con amor y conservarla en el corazón; meditarla en su espíritu y proclamarla con sus labios; ponerla en práctica fielmente y conformar con ella toda su vida”[3].

         1-Ubicar en la Sagrada Escritura los pasajes en los que se nombra a la Madre de Dios, al inicio (Génesis), en el intermedio (Calvario) y en el desenlace (Apocalipsis).

         2-Determinar cuáles son los títulos de María Santísima en la Tradición de la Iglesia Católica.

         3-Resuma en pocas palabras qué es lo que dice el documento del Magisterio citado acerca de la Virgen María.



[2] El término tradición se refiere al contenido trasmitido (traditium o traditio obiectiva), al proceso de transmisión y de recepción (el actus tradendi et recipiendi o traditio activa), y a los sujetos de la tradición (tradentes o traditio subiectiva). El proceso cristiano de la tradición empieza con Jesús que proclama e interpreta la ley y los profetas centrándolos en su realidad personal de Hijos de Dios, revelado y encarnado, y en su misión de realizar la voluntad del Padre (cf. Mt 5, 17-48; 15, 1-20; Mc 7, 5-13). María es presentada asociada al misterio de Cristo y de la Iglesia naciente desde la tradición vetero-testamentaria de la realización de la Hija de Sión en su maternidad divina y espiritual (Mater Dei, Mater Nostra). El Catecismo explica de manera sencilla esta relación mutua: “La Tradición, la Escritura y el Magisterio de la Iglesia, según el plan prudente de Dios, están unidos y ligados, de modo que ninguno puede subsistir sin los otros; los tres cada uno según su carácter, y bajo la acción del único Espíritu Santo, contribuyen eficazmente a la salvación de las almas”.

[3] CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO Y LA DISCIPLINA DE LOS SACRAMENTOS, DIRECTORIO SOBRE LA PIEDAD POPULAR Y LA LITURGIAPRINCIPIOS Y ORIENTACIONES, CIUDAD DEL VATICANO 2002, n. 193.


viernes, 8 de diciembre de 2023

Solemnidad de la Inmaculada Concepción

 



         La Iglesia celebra en este día a la Inmaculada Concepción de María, es decir, el hecho único en la historia de la humanidad, en el que un ser humano, la Virgen, es concebida, por disposición de la Trinidad y en virtud a los méritos de Cristo en la cruz, sin la mancha del pecado original, pero además de esto, “Inhabitada por el Espíritu Santo” y “Llena de gracia”.

         La razón de esta decisión de la Santísima Trinidad, era la de proveer a Dios Hijo una morada en la tierra, la Virgen, que lo amara con el mismo amor -el Espíritu Santo- con el que Dios Padre ama al Hijo desde toda la eternidad, para que así el Hijo, al encarnarse, no extrañara al Amor del Padre, puesto que ese mismo Amor, el Espíritu Santo, es el que lo habría de llevar al seno de la Virgen y es el Amor con el que la Virgen habría de amarlo, desde la Encarnación y por toda la eternidad.

         Una de las consecuencias de ser concebida como Inmaculada Concepción es que María Santísima no fue nunca esclava del pecado o de la concupiscencia y mucho menos esclava de Satanás. Esto es importante considerar, puesto que la mancha del pecado original -pecado que fue la causa de la caída de la especie humana y su expulsión de la Presencia de Dios- lo dejó esclavo de sus propias pasiones y del pecado; pero el pecado original no solo esclavizó al hombre en sus propias pasiones, sino que lo hizo esclavo del Ángel caído, Satanás, el Príncipe de las tinieblas, el Ángel rebelde que fue expulsado del cielo a causa de su pecado de soberbia.

         Así, la Virgen, al ser concebida sin la mancha del pecado original, es decir, como Inmaculada, como “sin mácula”, sin mancha de pecado y además como “Llena de gracia”, “Llena del Espíritu Santo”, no estuvo jamás sometida no ya ni al más pequeño pecado venial, sino ni siquiera a la menor imperfección y no solo no fue nunca esclava de Satanás, como sí lo es el hombre con el pecado original, sino que la Virgen es la Mujer del Génesis que “aplasta la cabeza de la serpiente”, en un sentido real y no figurado, porque la Virgen es hecha partícipe de la Divina Omnipotencia y es por eso que una -aparente- débil creatura humana como la Virgen, domina al Príncipe del Infierno y al Infierno entero.

         Otra consecuencia de ser concebida sin pecado original es que la Virgen se convierte de esta manera en el Portal de la Eternidad, por el que ingresa a nuestro mundo, a nuestra historia, a nuestro tiempo y espacio, la Eternidad en Sí misma, la Luz Eterna e Increada, Cristo Jesús, Nuestro Salvador y Redentor. Y así, a través de la Inmaculada Concepción, llega nuestra salvación, el Hombre-Dios Jesucristo.

         Por último, nuestra Patria ha sido bendecida por la Trinidad al concedernos a la Virgen, a la Inmaculada Concepción, como Patrona, Dueña y Señora de Argentina y para que no nos queden dudas de que esto es así, nos dio el Manto celeste y blanco de la Inmaculada Concepción como bandera nacional. Esto quiere decir que nuestra salvación, tanto a nivel personal, como a nivel nacional, no puede venir nunca de ideologías anticristianas y tampoco de la política o de hombres de la política, sujetos ellos mismos también al pecado original y la concupiscencia, sino de Nuestra Señora, la Inmaculada Concepción y de Nuestro Señor Jesucristo. Hagamos entonces el propósito de honrar a nuestra Madre del cielo, coronando la procesión con la decisión de comenzar a vivir imitando a la Virgen: viviendo en gracia, evitando el pecado y siguiendo a Cristo Dios por el Camino de la cruz, Único Camino para llegar al Cielo.

martes, 17 de octubre de 2023

Nuestra Señora de Guadalupe y el milagro de su aparición y de su imagen

 



         Todos conocemos cómo fueron los acontecimientos de su aparición en el Monte Tepeyac, pero no está de más recordarlos.

         Cuando la Virgen se le aparece a Juan Diego, le dice que le diga al obispo, de parte suya, que quiere que allí, en el Monte Tepeyac, se construya una iglesia en su honor. Juan Diego acude al obispo, le transmite el mensaje y el obispo contesta que, si es la Virgen, que obre un milagro y él creerá. Juan Diego regresa al monte, encuentra una rosas, las recoge en su tilma o poncho y se presenta nuevamente al obispo. Al desplegar el poncho para dejarle las rosas, todos los presentes, el obispo, Juan Diego, los sacerdotes, quedan impactados por la hermosísima imagen de la Virgen que ven con sus propios ojos, impresa en la tilma.

         Antes de proseguir, recordamos otro hecho particular, protagonizado por Juan Diego y en el que se el amor misericordioso de la Madre de Dios para con los hombres. La Virgen le había dicho a Juan Diego que se presentara al día siguiente en el mismo lugar, en el Monte Tepeyac, pero como Juan Diego tenía a su tío gravemente enfermo, se dijo a sí mismo: “Pasaré por otro lugar, para no encontrarme con la Señora y así podré llamar al sacerdote para que le dé la extremaunción a mi tío”. Sin embargo, la estratagema de Juan Diego no funcionó, puesto que la Virgen, igualmente, le salió al paso, aunque Juan Diego no iba por la cima del Monte Tepeyac. Fue allí cuando la Virgen le dijo a Juan Diego que “no se preocupara”, que él “estaba entre sus brazos”, que su tío habría de mejorar y ante la pregunta de Juan Diego de quién era Ella, la Virgen le dijo que era la Madre de Dios, la Madre del Dios Viviente, por quien se vive. Esto nos demuestra que la Virgen, como Madre nuestra, se preocupa por todos y cada uno de sus hijos y que, aunque nosotros pensemos que no nos ve, Ella, la Virgen, no nos pierde de vista y se ocupa de nuestros problemas.

         Con relación a la imagen en sí misma, es un milagro absoluto, en el cual se encuentran muchos otros milagros, y veremos cuáles son:

         -el rostro de la Virgen es mestizo, es decir, no es ni blanca pura, como son los españoles, ni tampoco morenos puros, como los indígenas de México: el hecho de ser mestizo, indica que la Conquista y Evangelización que llevó a cabo la Madre Patria España no fue, nunca, racista o segregacionista, como sí lo fueron otras naciones que crearon imperios, como los EE.UU., los ingleses, los belgas, los holandeses, etc. Es decir, el rostro mestizo o criollo de la Virgen, indica la fusión de razas establecida desde un inicio por España, fusión o crisol que es la antítesis del racismo;

         -la imagen no está hecha por manos humanas ni tampoco por ninguna técnica conocida por el hombre;

         -los colores del manto no existen en la tierra;

         -la imagen está SUSPENDIDA, FLOTANDO, sobre la tilma y no aplicada sobre la misma, como sucede con cualquier pintura y esto según un análisis rigurosamente científico de la NASA;

         -los ojos de la Virgen poseen los reflejos de una persona viva, es decir, aumenta el diámetro del iris cuando la luz disminuye y disminuye el diámetro del iris cuando la luz aumenta;

         -en los ojos se encuentran, como si fueran micro-fotografías, tanto la escena en la que Juan Diego despliega su tilma para darle las rosas de Castilla al Obispo, como así también los principales protagonistas de la escena, como el Obispo, Juan Diego, sacerdotes y otros personajes;

         -las estrellas del manto, lejos de estar colocadas al azar, están ubicadas tal como lo estaban en el firmamento en el momento de la aparición de la imagen en la tilma de Juan Diego;

         -con las estrellas, además, se puede componer una melodía celestial, que invita a la oración y hace que el alma se eleve a Dios;

         -la imagen tiene una cinta negra alrededor de la cintura, lo cual era la costumbre de la época, utilizada por las mujeres mexicanas, para indicar que estaba encinta; en este caso, obviamente, se trata de Nuestro Señor Jesucristo y como en el vientre alto de la Virgen se avizora un ligero curvamiento, signo de su embarazo por el Espíritu Santo, podemos decir que la Virgen de Guadalupe nos trae a su Hijo Jesús, lo cual corresponde a lo que dicen los santos, esto es, que cuando alguien dice “María”, Ella responde “Jesús”;

         -las rosas son de la región de Castilla, de donde era oriundo el Obispo, lo cual es en sí un milagro, pero hay otro milagro con las rosas y es que de ninguna manera habrían podido florecer, ya que en el momento del milagro, era invierno, lo cual obviamente impide la floración;

         -la tilma o poncho de Juan Diego, está manufacturada según la costumbre de la época: hecha a mano, consistía en un entretejido de las hojas que envuelven la mazorca: esto quiere decir que la vida útil de la tilma, a lo sumo, podría haber sido de cinco o seis años, y por el contrario, hasta el día de hoy, se encuentra tan fresca y limpia, como si hubiera sido hecha hoy en día;

         -la Virgen se aparece sobre el Monte Tepeyac y pide que se construya allí un templo dedicado a Ella y esto no es al azar: en ese lugar, los indígenas adoraban a un demonio que se les aparecía con el rostro de una calavera, con un manto negro y con la falda o vestido compuesto por serpientes (con toda probabilidad, es el ídolo demoníaco llamado “San la Muerte”, ídolo que ha recobrado, penosamente, una gran cantidad de impíos devotos); la Virgen hace esto a propósito, para que nos demos cuenta que Ella es la Mujer del Génesis, que le aplasta la cabeza a la Serpiente Antigua, de manera que en ese monte se dejó de adorar a este ídolo demoníaco, para empezar a venerar a Nuestra Señora de Guadalupe y a adorar a su Hijo, el Hombre-Dios Jesucristo;

         -además, en ese lugar se hacían sacrificios humanos para entregarlos como ofrenda al demonio San la Muerte; a partir de la aparición de Nuestra Señora de Guadalupe, dichos horribles sacrificios humanos cesaron por completo, y el único sacrificio que se ofrece allí es el Santo Sacrificio del Altar, renovación incruenta y sacramental del Santo Sacrificio de la Cruz;

         -por último, lo más importante: la Virgen evangeliza y esto se puede comprobar históricamente porque hasta la llegada de Nuestra Señora de Guadalupe, los españoles impartían el Catecismo, pero con mucho esfuerzo, logrando valiosos pero escasos frutos de conversión; desde la llegada de la Virgen de Guadalupe, se constató un hecho asombroso y fue la conversión de unos ocho millones de mexicanos. La Virgen de Guadalupe nos trae a su Hijo Jesucristo y su mayor deseo es que convirtamos nuestros corazones a su Hijo y esto se da mediante la Adoración Eucarística y la Sagrada Comunión: así como la Virgen de Guadalupe nos trae a su Hijo, así la Iglesia, de quien la Virgen es Madre y Modelo, nos da a su Hijo Jesucristo en la Sagrada Eucaristía.

        

miércoles, 11 de octubre de 2023

Nuestra Señora del Pilar


 


Nuestra Señora del Pilar

Según unos documentos del siglo XIII conservados en la Catedral de Zaragoza, la historia de la Virgen del Pilar se remonta a la época inmediatamente posterior a la Ascensión de Jesucristo, cuando los apóstoles, fortalecidos con el Espíritu Santo, predicaban el Evangelio[1]. Se dice que, por entonces (40 AD), el Apóstol Santiago el Mayor, hermano de San Juan e hijo de Zebedeo, predicaba en España, en donde predominaba la siniestra oscuridad del paganismo, al no haber aún recibido la luz eterna del Evangelio. Según estos documentos, se dice textualmente que Santiago, “pasando por Asturias, llegó con sus nuevos discípulos a través de Galicia y de Castilla, hasta Aragón, el territorio que se llamaba Celtiberia, donde está situada la ciudad de Zaragoza, en las riberas del Ebro. Allí predicó Santiago muchos días y, entre los muchos convertidos eligió como acompañantes a ocho hombres, con los cuales trataba de día del reino de Dios, y por la noche, recorría las riberas para tomar algún descanso”.

En la noche del 2 de enero del año 40, Santiago se encontraba con sus discípulos junto al río Ebro cuando “oyó voces de ángeles que cantaban “Ave, María, gratia plena” y vio aparecer a la Virgen Madre de Cristo, de pie sobre un pilar de mármol”. La Santísima Virgen, que aún vivía en carne mortal -aún no había sido Asunta en cuerpo y alma al cielo-, le pidió al Apóstol que se le construyese allí una iglesia, con el altar en torno al pilar donde estaba de pie y prometió que “permanecería este sitio hasta el fin de los tiempos para que la virtud de Dios obre portentos y maravillas por mi intercesión con aquellos que en sus necesidades imploren mi patrocinio”.

Dicho esto, la Virgen fue llevada nuevamente por los ángeles, quedando allí el pilar. El Apóstol Santiago y los ocho testigos del prodigio comenzaron inmediatamente a edificar una iglesia en aquel sitio. Pero antes que estuviese terminada la Iglesia, Santiago ordenó presbítero a uno de sus discípulos para servicio de la misma, la consagró y le dio el título de “Santa María del Pilar”, antes de regresarse a Judea. Esta fue la primera iglesia dedicada en honor a la Virgen Santísima.

Muchos historiadores e investigadores defienden esta tradición y aducen que hay una serie de monumentos y testimonios que demuestran la existencia de una iglesia dedicada a la Virgen de Zaragoza. El más antiguo de estos testimonios es el famoso sarcófago de Santa Engracia, que se conserva en Zaragoza desde el siglo IV, cuando la santa fue martirizada. El sarcófago representa, en un bajo relieve, el descenso de la Virgen de los cielos para aparecerse al Apóstol Santiago -aunque en realidad fue una “traslación”, propiamente hablando, y no una “aparición”-. Asimismo, hacia el año 835, un monje de San Germán de París, llamado Almoino, redactó unos escritos en los que habla de la Iglesia de la Virgen María de Zaragoza, “donde había servido en el siglo III el gran mártir San Vicente”, cuyos restos fueron depositados por el obispo de Zaragoza, en la iglesia de la Virgen María. También está atestiguado que antes de la ocupación musulmana de Zaragoza (714) había allí un templo dedicado a la Virgen. La devoción del pueblo por la Virgen del Pilar se halla tan arraigada entre los españoles y desde épocas tan remotas, que la Santa Sede permitió el establecimiento del Oficio del Pilar en el que se consigna la aparición de la Virgen del Pilar como “una antigua y piadosa creencia”.

Numerosos milagros de la Virgen del Pilar.

En 1438 se escribió un “Libro de milagros atribuidos a la Virgen del Pilar”, que contribuyó al fomento de la devoción hasta el punto de que, el rey Fernando el católico dijo: “Creemos que ninguno de los católicos de occidente ignora que en la ciudad de Zaragoza hay un templo de admirable devoción sagrada y antiquísima, dedicado a la Santísima y Purísima Virgen y Madre de Dios, Santa María del Pilar, que resplandece con innumerables y continuos milagros”. Entre estos grandes milagros, se encuentra por ejemplo el que se conoce como “Gran milagro del Cojo de Calanda” (1640), un hombre a quien le amputaron una pierna: un día, años más tarde, mientras soñaba que visitaba la basílica de la Virgen del Pilar, la pierna volvió a su sitio. Era la misma pierna que había perdido. Miles de personas fueron testigos y en la pared derecha de la basílica hay un cuadro recordando este milagro. El Papa Clemente XII señaló la fecha del 12 de octubre para la festividad particular de la Virgen del Pilar, pero ya desde siglos antes, en todas las iglesias de España y entre los pueblos sujetos al rey católico, se celebraba la dicha de haber tenido a la Madre de Dios en su región, cuando todavía vivía en carne mortal.

Podemos decir que hay tres rasgos que caracterizan a la Virgen del Pilar: 1-Como ya dijimos, se trata de una venida extraordinaria de la Virgen durante su vida mortal, por lo que podemos llamarla “traslación” y no propiamente “aparición” ya que se produce cuando la Madre de Dios todavía vivía en Palestina, antes de su gloriosa Asunción. Por esta razón, la liturgia del 2 de enero, fiesta de la Venida de la Virgen, canta así: “Con ninguna nación hizo cosa semejante”.

2- Otro rasgo propio de la Virgen del Pilar es que la Columna o Pilar que la misma Señora sirvió como “piedra basal” no tanto desde el punto de vista material, sino ante todo espiritual, para que sobre él se construyera la primera capilla, la cual sería a la postre el primer Templo Mariano de toda la Cristiandad.

3- La estrecha vinculación de la tradición pilarista con la tradición jacobea (del Santuario de Santiago de Compostela). Por ello, Zaragoza y Compostela, el Pilar y Santiago, han constituido dos ejes fundamentales, en torno a los cuales ha girado durante siglos la espiritualidad de la patria española y esta espiritualidad católica es la que llevó a España a realizar la más grande gesta de toda la historia de la humanidad, sin que haya ninguna nación que la iguale y es la Conquista y Evangelización de América, implantando la Santa Cruz de Jesús en América y conduciendo las almas de quienes vivimos en este continente, a Nuestro Señor Jesucristo, por manos de la Virgen.

Simbolismo del pilar. El pilar o columna da la idea de la solidez del edificio-iglesia, a la que se suma la firmeza de la columna-confianza en la protección de María, es decir, es un doble símbolo de fortaleza y solidez, tanto en el plano material, como en el espiritual: el Pilar es una garantía de la firmeza, la pureza y la solidez de la Santa Fe Católica, siendo España el Faro del mundo, que ilumina con la luz de Cristo al mundo en tinieblas; la Santa Fe Católica, traída a nuestro continente por España, no será nunca alterada o contaminada con errores, herejías o paganismo. La columna es también símbolo del conducto que une el cielo y la tierra, es “manifestación de la potencia de Dios en el hombre y la potencia del hombre bajo la influencia de Dios”. La columna es también soporte de lo sagrado, pues sobre la columna se encuentra la Madre de Dios, la Virgen María, quien es la Puerta del cielo, la Escala de Jacob, la “Mujer revestida de sol”, esto es, de la gloria de Dios, es el Portal por el cual ingresa la Eternidad Increada, Cristo Jesús, en nuestra historia y en nuestro tiempo, para conducirnos a la feliz eternidad del Reino de los cielos; la Virgen y Madre de Dios es la elegida por la Trinidad para venir a nuestro mundo y a nuestra historia en la Persona Segunda de la Trinidad, el Verbo de Dios, que en la Virgen se hace hombre, sin dejar de ser Dios, continuando su Encarnación en la Sagrada Eucaristía. Así como la columna une el cielo y la tierra, así en la Virgen y Madre de Dios se unen el Rey del cielo, el Verbo de Dios, y la Humanidad Santísima de Jesús de Nazareth.

Las columnas garantizan también la solidez del edificio, sea arquitectónico o espiritual, de manera que quebrantarlas es amenazar el edificio entero, aunque este Pilar jamás será destruido, ni por el hombre, ni por el Ángel caído. La columna es la primera piedra del templo, que se desarrolla a su alrededor; es el eje de la construcción que liga entre si los diferentes niveles. Así María es también la primera piedra viviente de la Iglesia, el templo o Cuerpo Místico de Dios; en torno a ella, lo mismo que los apóstoles reunidos el día de Pentecostés, va creciendo el pueblo de Dios; la fe y la esperanza de la Virgen alientan a los cristianos en su esfuerzo por edificar el reino de Dios. En Éxodo 13, 21-22, una columna de fuego acompañaba por la noche al pueblo de Israel peregrino en el desierto, dirigiendo su itinerario y eso es símbolo de la Virgen que, en la noche oscura de la historia y del mundo, guía al Pueblo de Dios hacia la Jerusalén celestial, alimentándolo en su peregrinar por el desierto del mundo con el Verdadero Maná bajado del Cielo, la Sagrada Eucaristía.

Liturgia Eucarística del Pilar. Los textos utilizados son: en la primera lectura, 1 Crónicas 15, donde se recuerda a la Virgen simbolizada por el arca de la alianza, la presencia de Dios en medio de su pueblo, a través de María, lo cual es gozo para la Iglesia. La segunda lectura (He 1, 12-14) y el evangelio (Lc 11, 272-28) nos hablan también de la presencia de la Virgen en la iglesia y de las alabanzas que el pueblo le tributa. El prefacio celebra las maravillas que Dios ha realizado en María, “esperanza de los fieles y gozo de todo nuestro pueblo”. Durante la oración colecta se pide por intercesión de la Virgen, “fortaleza en la fe, seguridad en la esperanza y constancia en el amor”, así como en la oración de las ofrendas, donde se muestra el deseo de “permanecer firmes en la fe”. Antífona de entrada: se piensa en la Virgen como “la columna que guiaba y sostenía día y noche al pueblo en el desierto”, y en el salmo responsorial se recuerda “el Señor me ha coronado, sobre la columna me ha exaltado”. En el aleluya: “Afianzó mis pies sobre la roca y me puso en la boca un cántico nuevo”. Domina en la liturgia la idea de la presencia de María en la Iglesia y de la firmeza que su intercesión y su devoción procura al pueblo de Dios.

Finalmente, un asombroso hecho que no es casualidad, pues todo está guiado por la Trinidad: el día 12 de octubre de 1492, precisamente cuando las tres carabelas de Cristóbal Colon -Santa María, La Niña y La Pinta- avistaban las desconocidas tierras de América, al otro lado del Atlántico, los devotos de la Virgen del Pilar cantaban alabanzas a la Madre de Dios en su santuario de Zaragoza, pues ese mismo día, conocido hoy como el Día de la Raza, era ya el día de la Virgen del Pilar. Así la Virgen celebraba, con la liturgia celestial, la más grande empresa realizada por nación alguna en la historia, la Conquista y Evangelización de América por parte de España, fiel y dócil instrumento de los designios de la Trinidad, guiada por la Virgen María, de ahí nuestra eterna gratitud a nuestra amada Madre Patria España.

Finalizamos con una oración a Nuestra Señora del Pilar: “¡Oh, Virgen del Pilar, Reina y Madre! España y todas las naciones hispanas -entre ellas, Argentina- reconocen con gratitud tu protección constante y esperan seguir contando con ella. Obténnos de tu Hijo fortaleza en la Fe, seguridad en la Esperanza y constancia en la Caridad. Queremos que en todos los instantes de nuestra vida sintamos que Tú eres nuestra Madre. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén”.

 

martes, 26 de septiembre de 2023

La Legión y el apostolado seglar

 



En relación al Apostolado seglar, dice así el Manual del Legionario en su numeral 3, Capítulo X: “El apostolado tiene el peligro de no llamar poderosamente la atención de los laicos, y de que éstos no respondan al alto destino que se les brinda, de no creerse capacitados para realizarlo; con el desastroso resultado de que los seglares renuncien a todo esfuerzo por desempeñar el papel que les corresponde de derecho, y como obligación urgente, en la lucha que sostiene la Iglesia. Pero escuchemos a una autoridad competente en esta materia, el cardenal Riberi, antiguo Delegado Apostólico para el África misionera, y más tarde Internuncio en China: “La Legión de María es el deber apostólico revestido de una forma tan atractiva y seductora, tan palpitante de vida, que a todos cautiva; obra en todo conforme a la mente de Pío XI, es decir, en absoluta dependencia de la Virgen Madre de Dios; toma siempre como base de reclutamiento -y aun como clave de potencia numérica- las cualidades individuales del socio; está fortalecida y protegida por abundante oración y sacrificio, y por la adhesión rigurosa a un reglamento; y, en fin, colabora estrechamente con el sacerdote. La Legión de María es un milagro de los tiempos modernos”[1].

El Apostolado de la Legión está guiado por el sacerdote ministerial y conduce a la recepción de los sacramentos por medio de los fieles laicos entre los cuales la Legión realiza su Apostolado: “La Legión profesa al sacerdote todo el respeto y obediencia debidos a los legítimos superiores; es más: como el apostolado legionario se apoya enteramente sobre el hecho de ser la misa y los sacramentos los principales cauces por donde fluye la gracia -cuyo ministro esencial es él-, y como todos los esfuerzos y recursos de los legionarios deben encaminarse a repartir este divino manjar entre las multitudes enfermas y hambrientas, se deduce que el principio básico de la actuación legionaria será necesariamente el llevar al sacerdote al pueblo, si no siempre en persona -cosa imposible a veces-, por lo menos mediante su influencia, y procurar la comprensión mutua entre el sacerdote y el pueblo”. Es impensable que un miembro de la Legión tenga como guía espiritual a alguien que no sea un sacerdote ministerial de la Iglesia Católica, o cuyo Apostolado no conduzca a la recepción de los Sacramentos, o cuyo Apostolado incluya elementos extraños a la fe (Difunta Correa, Pachamama, etc.).

Continúa el Manual: “El apostolado de la Legión se reduce esencialmente a esto. La Legión, aunque compuesta en casi su totalidad de personas seglares, obrará inseparablemente unida con sus sacerdotes, acaudillada por ellos, con absoluta identidad de intereses entre ambos; y buscará con ardor completar los esfuerzos del pastor y ensanchar su campo de acción en la vida de sus feligreses, para que éstos, acogiéndole, reciban al Señor que le envió”. El Apostolado de la Legión debe buscar la “Conversión Eucarística” de sus prójimos, ésa es la forma en que deben los fieles recibir al Señor Jesucristo.

Continúa el Manual en el numeral 4, analizando la relación entre el sacerdote ministerial y la Legión: “La idea del sacerdote rodeado de personas deseosas de compartir con él sus trabajos está sancionada por el ejemplo supremo de Jesucristo: Jesús se dispuso a convertir al mundo rodeándose de un grupo de escogidos, a quienes instruyó por sí mismo y comunicó su propio espíritu. Los apóstoles tomaron a pecho la lección de su divino Maestro, y la pusieron en práctica llamando a todos para que les ayudasen en la conquista de las almas Dice el cardenal Pizzardo: "Bien puede ser que los forasteros que llegaron a Roma (Hch. 2, 10) y oyeron predicar a los apóstoles el día de Pentecostés, fueran los primeros en anunciar a Jesucristo en Roma, echando así la semilla de la Iglesia Madre, que poco después vinieron a fundar San Pedro y San Pablo de un modo oficial". "Lo cierto es que la primera difusión del cristianismo en Roma misma fue obra del apostolado seglar. ¿Cómo pudo ser de otra manera? ¿Qué hubiesen logrado los doce, perdidos como estaban en las inmensidades del mundo, de no haber convocado a hombres y mujeres, a ancianos y jóvenes, diciéndoles: "Llevamos aquí un tesoro celestial ayudadnos a repartirlo?” (Alocución de Pío XI).

El sacerdote y por lo tanto la Legión, están integrados en el Cuerpo Místico de Cristo, la Iglesia Católica, por lo que no deben nunca buscar elementos espirituales extraños a la Iglesia, ni limitarse al pequeño grupo de fieles, sino dirigirse a toda la Iglesia Universal: “La tarea del pastor no se limita al cuidado individual de sus fieles, sino que se extiende por derecho también a la formación de una comunidad genuinamente cristiana (nada que no sea cristiano, como por ejemplo los ídolos, puede formar parte de la fe de la comunidad católica). Pero si ha de cultivarse adecuadamente el espíritu de comunidad, éste ha de abarcar no sólo a la Iglesia local sino a la Iglesia universal. Una comunidad local no debe fomentar sólo el cuidado de sus fieles, sino que, imbuida de celo misionero, debe preparar a todos los hombres el camino hacia Cristo: es, como dijimos, el Cristo Eucarístico, No el falso cristo de las religiones falsas y humanas, o el cristo de las sectas.

Esa comunidad local, sin embargo, tiene especialmente bajo su cuidado a los que están recibiendo instrucción en ese caminar hacia Dios, y a los nuevos conversos, que deben ser formados gradualmente en el conocimiento y práctica de la vida cristiana" (PO, 6). "El Dios hecho hombre se vio obligado a dejar sobre la tierra su Cuerpo místico. De otro modo su obra hubiera terminado en el Calvario. Su muerte habría merecido la redención para el género humano; pero ¿cuántos hombres habrían podido ganar el cielo, sin la Iglesia que les trajera la vida de la cruz? Cristo se identifica con el sacerdote de una manera particular. El sacerdote es como un corazón suplementario que hace circular por las almas la sangre vital de la gracia sobrenatural: si el sacerdote introduce elementos extraños, deja de circular la gracia santificante y el Cuerpo Místico se enferma, agoniza y muere (como, por ejemplo, hacer rituales a la Pachamama o a otros ídolos anticristianos). Es pieza esencial dentro del sistema circulatorio espiritual del Cuerpo místico. Si falla, el sistema queda congestionado, y aquellos que de él dependen no reciben la vida que Cristo quiere que reciban. El sacerdote tiene que ser para su pueblo, dentro de sus límites, lo que Cristo es para la Iglesia: el dispensador de la gracia sacramental y de la Verdad de Fe de la Iglesia, plasmada en el Credo, sin cambiar ni una coma de éste. Los miembros de Cristo son una prolongación de El mismo, no solamente sus colaboradores, simpatizantes, seguidores, simple refuerzo externo. Poseen su vida. Comparten su actividad. Deberán tener su mentalidad. Los sacerdotes tienen que ser uno con Cristo bajo todos los aspectos posibles. Cristo, para desarrollar su misión, formó en torno a sí mismo un cuerpo espiritual; el sacerdote ha de hacer lo mismo. Ha de formar en tomo suyo miembros que sean uno con él. Si el sacerdote no tiene miembros vivientes, formados por él, unidos con él, su obra se reducirá a dimensiones irrisorias. Estará aislado e incapacitado. No puede el ojo decirle a la mano: "no me haces falta", ni la cabeza a los pies: "no me hacéis falta" (1 Cor 12, 21). Si Cristo, pues, ha constituido el Cuerpo místico como el principio de su camino, su verdad y su vida para las almas, actúa lo mismo mediante el nuevo Cristo: el sacerdote. Si éste no ejerce su función hasta edificar plenamente el Cuerpo místico (Ef. 4, 12)- ahí edificar significa construir- la vida divina entrará en las almas y saldrá de ellas con poco provecho. Es más: el sacerdote mismo quedará empobrecido, debido a que, aunque la misión de la cabeza es comunicar la vida al cuerpo, no es menos verdad que la cabeza vive de la vida del cuerpo, creciendo al par que crece éste y compartiendo sus flaquezas. El sacerdote que no comprenda esta ley de sabiduría sacerdotal, pasará la vida ejercitando sólo una fracción de su capacidad, siendo su verdadero destino en Cristo abarcar el horizonte" (P. F. J. Ripley).



[1] Cfr. Manual del Legionario, X.

sábado, 16 de septiembre de 2023

Nuestra Señora de los Dolores, Corredentora de los hombres

 



         Para poder reflexionar acerca de uno de los títulos más preciados de la Virgen y Madre de Dios, esto es, el título de “Nuestra Señora de los Dolores”, debemos primero detenernos brevemente en la consideración del título de su Hijo Jesucristo como “Varón de Dolores”.

         Es el Profeta Isaías quien, cientos de años antes de la Encarnación redentora del Verbo del Padre, tiene una visión en la que contempla a Nuestro Señor Jesucristo en el Camino Real de la Cruz, el Via Crucis, dirigiéndose al Monte Calvario. El Profeta lo describe como “aplastado por nuestros pecados”, como alguien ante quien “se da vuelta la cara”, tal es el sentimiento de pena y dolor que produce Nuestro Señor, agobiado por el peso de la cruz, por las flagelaciones, por los insultos, las blasfemias, las trompadas, los escupitajos. Nuestro Señor Jesucristo, así cargado con nuestros pecados, llega al Monte Calvario y allí sufre los dolores transfixiantes de la crucifixión, los dolores más profundos y atroces que pueda un hombre sufrir. Pero Nuestro Señor Jesucristo no solo sufre los dolores que los esbirros romanos, por orden de los judíos, le propinan en su Humanidad Sacratísima: además de estos dolores propios de su Humanidad, de su Cuerpo Purísimo y puesto que Él es Dios Hijo encarnado, asume, en el momento de la Encarnación, los dolores de todos los hombres de todos los tiempos, desde Adán y Eva hasta el último hombre engendrado en el Último Día, en el Día del Juicio Final. En otras palabras, asume todos los dolores de todos los hombres de todos los tiempos. Esto, que parece algo genérico, en realidad tiene una relación personal, directa, con todos y cada uno de los hombres, porque significa que asume mis dolores personales -del orden que sean, físicos, psíquicos, morales, espirituales- y al asumirlos y llevarlos Consigo a la cruz, santifica mis dolores al contacto con su Sangre, con sus dolores y con sus sufrimientos, de manera que, a partir de Cristo, si el dolor y la muerte eran el castigo debido a los hombres por su rebelión en los primeros seres humanos, Adán y Eva, ahora, al llevarlos Él consigo, purifica y santifica esos dolores, convirtiéndolos en fuente de santificación tanto para mi persona, como para muchas otras personas, siempre y cuando, claro está, yo no reniegue de mis dolores y los ofrezca a Nuestro Señor crucificado. En definitiva, el dolor de los hombres, si antes eran castigo por el pecado original, ahora son fuente de santificación, de redención y de salvación, si se los une a Jesús crucificado. Es esto lo que le vale a Jesús el título magno de “Varón de dolores”.

         Una vez hecha esta reflexión, podemos considerar ahora la razón por la que la Virgen lleva el título magno de “Nuestra Señora de los Dolores”. La razón es que la Virgen es, al mismo tiempo, Madre de Dios Hijo encarnado, por lo que está unida con un doble amor a su Hijo Jesús: con el amor de naturaleza, propio de cada madre, y con un Amor sobrenatural, el Amor del Espíritu Santo, el mismo Amor que une al Padre y al Hijo desde toda la eternidad. Como consecuencia de este doble amor, la Virgen sufre los mismos dolores de su Hijo en la Pasión, y aunque no los sufra físicamente, porque Ella no recibió físicamente ni las flagelaciones, ni las coronaciones de espinas, ni ningún golpe dado a su Hijo, sí sufrió todos estos dolores no solo moralmente, como cuando una madre terrena sufre por los dolores de su hijo, sino también mística y espiritualmente, precisamente por estar unida a su Hijo Jesús por el Divino Amor, el Espíritu Santo. Ésta es la razón por la cual la Virgen lleva el título real de “Nuestra Señora de los Dolores”.

         Por último, si los dolores de Nuestro Señor Jesucristo son redentores, porque santifica el dolor de toda la humanidad en general y de cada hombre en particular, entonces la participación moral, mística y sobrenatural de la Virgen a los dolores de su Hijo, dolores que como vemos son redentores, entonces a la Virgen le corresponde el título también magno, real, de “Corredentora de los hombres”, porque al pie de la cruz no solo ofrece a su Hijo Jesús como Víctima Pura, Santa e Inmaculada al Padre por nuestros pecados, sino que también Ella se ofrece como Víctima Pura, Santa e Inmaculada, en unión con su Hijo Jesús, para nuestra salvación.

         No hagamos vanos los Dolores de la Madre de Dios al pie de la cruz y los Dolores de su Hijo crucificado: ofrezcámoslos a Jesús, por intermedio del Inmaculado Corazón de María, para que así nuestros dolores personales y los dolores de todos y cada uno de los hombres, sirvan para la santificación y la salvación del alma.

martes, 12 de septiembre de 2023

Fiesta del Santísimo Nombre de María

 



La Iglesia Católica celebra, cada 12 de septiembre, el Santísimo Nombre de la Madre de Dios: “María”[1], nombre que aparece en el Evangelio de San Lucas: “El nombre de la virgen era María” (Lc 1, 27). La Iglesia celebra el nombre de María por la importancia de la cooperación de la Virgen en el plan salvífico de la Trinidad para los hombres: con su “Sí” a la voluntad de Dios, manifestada en la Encarnación del Verbo en su seno virginal, la Virgen se convierte en la Puerta de Entrada, desde la eternidad, hasta nuestro tiempo, del Verbo de Dios, de la Palabra de Dios, Jesús de Nazareth. Si la Virgen hubiera dicho “No” al plan salvífico de la Trinidad, toda la humanidad habría quedado irreversiblemente condenada para siempre, para toda la eternidad, pero al decir “Sí” a la Divina Voluntad, la Virgen se convierte en el Portal Sagrado por el cual el Logos del Padre ingresa, desde la eternidad, en nuestro tiempo y espacio, en nuestra historia humana, para llevar a cabo la Redención de la humanidad, por medio de su Sacrificio en cruz. De esta manera, María, la Virgen y Madre de Dios, se ubica en el polo opuesta al de Eva, la primera mujer, la cual pecó contra Dios y por la cual el Pecado Original se transmite de generación en generación: si por Eva todos los hombres mueren, por la Virgen, Mediadora de todas las gracias, todos los hombres nacen a la vida nueva de los hijos de Dios, la vida de la gracia. Si el nombre de Eva evoca la pérdida de la gracia para toda la humanidad, el Nombre Santísimo de María evoca la gracia santificante que da la vida divina a los hombres, porque por María el Hijo de Dios vino a nuestro mundo, para salvarnos de la eterna condenación.

Quien pronuncia con amor el sencillo pero a la vez grandioso Nombre de “María”, recibe la luz de la gracia por la cual contempla el infinito misterio de amor de Dios Uno y Trino por los hombres, Amor que lleva al Padre a pedir a Dios Hijo que se encarne, por obra del Espíritu Santo, en las entrañas virginales y purísimas de María Santísima. Por el misterio de la Encarnación del Verbo de Dios, el Nombre de María está indisolublemente ligado al Nombre Santísimo de Jesús quien, por su Sangre derramada en la cruz, vence a los tres grandes enemigos del ser humano: el demonio, el pecado y la muerte, al mismo tiempo que nos concede la gracia santificante que nos hace partícipes de la vida divina de la Trinidad.

Así lo explicaba el Papa Benedicto XVI: “En el calendario de la Iglesia se recuerda hoy el Nombre de María. En Ella, que estaba y está totalmente unida al Hijo, a Cristo, los hombres han encontrado en las tinieblas y en los sufrimientos de este mundo el rostro de la Madre, que nos da valentía para seguir adelante… A menudo entrevemos sólo de lejos la gran Luz, Jesucristo, que ha vencido la muerte y el mal. Pero entonces contemplamos muy próxima la luz que se encendió cuando María dijo: ‘He aquí la esclava del Señor’. Vemos la clara luz de la bondad que emana de Ella. En la bondad con la que Ella acogió y siempre sale de nuevo al encuentro de las grandes y pequeñas aspiraciones de muchos hombres, reconocemos de manera muy humana la bondad de Dios mismo. Con su bondad trae siempre de nuevo a Jesucristo, y así la gran Luz de Dios, al mundo. Él nos dio a su Madre como Madre nuestra, para que aprendamos de Ella a pronunciar el ‘sí’ que nos hace ser buenos”[2].

Al recordar entonces el Nombre de María, Virgen y Madre de Dios, le pidamos que interceda para que, como hijos suyos adoptivos, renunciemos a nuestro propio “yo” y sigamos a su Hijo Jesús por el Camino de la Cruz, el Único Camino que conduce al Reino de Dios. ¡Que el nombre de María no se aparte de nuestra mente y corazón!



[2] Fragmento tomado de la Homilía del Santo Padre Benedicto XVI, Fiesta litúrgica del Dulce Nombre de María, sábado 12 de septiembre de 2009.

jueves, 7 de septiembre de 2023

Fiesta de la Natividad de la Santísima Virgen María

 



Según la Tradición la natividad de María el 8 de septiembre está vinculada a la construcción de la Basílica de Santa Ana en Jerusalén, en el siglo IV d.C., erigida en el lugar donde una vez estuvo la casa donde los padres de María, Ana de hecho y Joaquín, vivían y donde nacería la Madre de Dios. Esta fiesta de la Natividad de la Santísima Virgen surgió en oriente en donde se encontraba siempre viva la tradición de la casa natalicia de María.

La Natividad de la Santísima Virgen María es un anticipo y un anuncio inmediato de la redención obrada por el Hombre-Dios Jesucristo, ya que se trata del nacimiento de su Madre la Virgen María, concebida sin mancha de pecado, llena de gracia y bendita entre todas las mujeres. Aunque su historia no está en la Sagrada Escritura, según una tradición piadosa, los santos Ana y Joaquín habían sido infértiles durante toda su vida matrimonial. Entonces, al igual que Sara (Gn 21, 2) e Isabel (Lc 1), Santa Ana, Madre de María Santísima, concibió en su vejez una hermosísima niña, la Santísima Virgen María, destinada desde toda la eternidad a ser Virgen y Madre de Dios.  

La primera fuente de la narración del Nacimiento de la Virgen se encuentra en el Protoevangelio apócrifo de Santiago, que coloca el Nacimiento de la Virgen en Jerusalén, en el lugar en que debió existir una basílica en honor a la María Santísima, junto a la piscina probática, según cuentan diversos testimonios entre los años 400 y 600 y es por esta razón que la fiesta litúrgica surgió muy probablemente como dedicación de una iglesia a la Virgen, junto a la piscina probática; tradición que se relaciona con el actual santuario de Santa Ana[1] en Jerusalén. Después del año 603 el patriarca Sofronio afirma que ése es el lugar donde nació la Virgen y posteriormente, la arqueología ha confirmado la Tradición.

En cuanto a su concepción y nacimiento, la Virgen María fue concebida y nació de la forma habitual. Sin embargo, habiendo sido justificada en su concepción (por eso es la Inmaculada Concepción), y no en el vientre como Juan el Bautista (Lc 1, 41), o por el bautismo, como nosotros, la Virgen nació “llena de gracia” (Lc 1, 28) y por haber nacido sin la contaminación del pecado original, la Virgen no solo no cometió ningún pecado en toda su vida, sino ni siquiera la más ligera imperfección.

La importancia del Nacimiento de la Virgen -Pura e Inmaculada y Llena de la gracia del Espíritu Santo, radica en que su Nacimiento de María se ubica en la convergencia de los dos Testamentos, por un lado poniendo fin a la etapa de la expectativa y las promesas y, por otro lado, inaugurando la era de la gracia y la salvación en Jesucristo[2].

El nacimiento de María Santísima está ordenado en particular para su misión como Madre del Salvador y su existencia está indisolublemente unida a la de Cristo: participa de un plan único de predestinación y gracia diseñado por el Padre: el Padre pide a Dios Hijo que se encarne en el seno virgen de María, por obra del Espíritu Santo y es por esta razón, por la encarnación del Verbo en las entrañas purísimas de María, más el consentimiento pleno y perfecto a la voluntad de Dios, es que la Virgen participa, íntimamente unida a su Hijo y a los planes de la Trinidad, en la Redención del género humano, por lo cual merece ser llamada, con toda justicia, “Corredentora de los hombres”, unida indisolublemente al Redentor de los hombres, su Hijo, el Hombre-Dios Jesucristo. De esta manera, el Nacimiento de María, como su Divino Niño, se inserta en el corazón mismo de la Historia de la Salvación. 

Por qué es importante para la Iglesia el nacimiento de María?

Como vemos, la Nacimiento de la Santísima Virgen María es de vital importancia para la Santa Iglesia Católica, debido a su imprescindible papel en la historia de la salvación. El Catecismo de la Iglesia Católica dice[3]: “A lo largo de la Antigua Alianza la misión de muchas santas mujeres se preparó para la de María. Al principio estaba Eva; a pesar de su desobediencia, recibe la promesa de una posteridad que vencerá al maligno, así como la promesa de que será la madre de todos los vivientes. En virtud de esta promesa, Sara concibe un hijo a pesar de su vejez. Contra toda expectativa humana, Dios elige a los que se consideraban impotentes y débiles para mostrar su fidelidad a sus promesas: Ana, la madre de Samuel; Deborah; Piedad; Judith y Esther; y muchas otras mujeres. María “se destaca entre los pobres y humildes del Señor, que esperan confiadamente y reciben de él la salvación. Después de un largo período de espera, los tiempos se cumplen en ella, la exaltada Hija de Sion, y se establece el nuevo plan de salvación”.

Los fieles pueden celebrar piadosamente la Natividad de la Santísima Virgen de muchas formas: por ejemplo, dado que la Virgen María siempre nos señala a su Hijo, podemos asistir a Misa ese día, en el que la Santa Iglesia Católica, de quien María es modelo y ejemplo, recibimos al Hijo de la Virgen, Cristo Jesús, en la Eucaristía y esto porque el mayor homenaje que podemos hacerle a la Virgen, es recibir, con el corazón purificado por el Sacramento de la Penitencia, a su Hijo Jesús en la Eucaristía. Otras formas de celebrar el Nacimiento de la Virgen es rezar el Santísimo Rosario; también leer las Sagradas Escrituras, meditando en los pasajes en los que la Virgen interviene colaborando con su Hijo Jesús en la salvación de los hombres, como el misterio de la Anunciación del Ángel Gabriel en la Encarnación del Verbo, o la Visitación de la Virgen a su prima Santa Isabel, o su asistencia en las Bodas de Caná, en donde Jesús realiza el primer milagro público por pedido e intercesión de la Virgen; también podemos meditar en el Apocalipsis, en donde la Mujer “revestida de sol” es la Virgen así como también la “Mujer del Apocalipsis” que huye al desierto para poner a salvo a su Hijo Jesús.

Por último, recordemos que ninguno de nosotros nos salvaremos, si no recibimos el Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo, el Redentor, acompañados al pie de la Santa Cruz por María Santísima, la Corredentora de los hombres.