sábado, 9 de octubre de 2021

Nuestra Señora del Pilar

 



Historia de Nuestra Señora del Pilar[1].

La tradición de la Virgen del Pilar, tal como ha surgido de unos documentos del siglo XIII que se conservan en la catedral de Zaragoza[2], se remonta a la época inmediatamente posterior a la Ascensión de Jesucristo, cuando los apóstoles predicaban el Evangelio. Según esta tradición, Santiago el Mayor llegó a España por el puerto de Cartagena -lugar donde fundó la primera diócesis española-, dedicándose desde entonces a predicar por diversos territorios del país. Los documentos dicen textualmente que Santiago “llegó con sus nuevos discípulos a través de Galicia y de Castilla, hasta Aragón, donde está situada la ciudad de Zaragoza, en las riberas del Ebro. Allí predicó Santiago muchos días y, entre los muchos convertidos eligió como acompañantes a ocho hombres, con los cuales trataba de día del Reino de Dios y por la noche, recorría las riberas para tomar algún descanso”. Sucedió entonces que en la noche del 2 de enero del año 40, Santiago se encontraba con sus discípulos junto al río Ebro cuando “oyó voces de ángeles que cantaban “Ave María, Gratia Plena” y vio aparecer a la Virgen Madre de Cristo, de pie sobre un pilar de mármol”. El hecho particular y característico es que no se trató de una aparición de la Santísima Virgen, sino de una traslación o tal vez una bilocación de la Virgen, puesto que aún vivía en carne mortal y no había sido aún Asunta a los cielos. Fue en ese momento en que la Virgen Santísima le pidió al Apóstol que se le construyese allí una iglesia, con el altar en torno al Pilar donde estaba de pie. Al mismo tiempo que le entregaba el Pilar, la Virgen le dijo a Santiago: “El Pilar permanecerá en este sitio hasta el fin de los tiempos para que la virtud de Dios obre portentos y maravillas por mi intercesión con aquellos que en sus necesidades imploren mi patrocinio”. Luego de entregarle el Pilar, la Virgen desapareció, quedando en ese lugar desde entonces el milagroso Pilar. El Apóstol Santiago y los ocho testigos del prodigio comenzaron inmediatamente a edificar una iglesia en aquel sitio y, antes de que estuviese terminada la Iglesia, Santiago ordenó presbítero a uno de sus discípulos para servicio de la misma, la consagró y le dio el título de Santa María del Pilar, antes de regresarse a Judea. Esta fue la primera iglesia dedicada en honor a la Virgen Santísima, no solo en España, sino en el mundo entero.

Tiempo más tarde, el Papa Clemente XII señaló la fecha del 12 de octubre para la festividad particular de la Virgen del Pilar -aunque ya desde siglos antes, en todas las iglesias de España y entre los pueblos sujetos al rey católico, se celebraba la dicha de haber tenido a la Madre de Dios en su región cuando todavía vivía en carne mortal- y por eso no fue por casualidad que el día 12 de octubre de 1492, fecha en que se celebra a Nuestra Señora del Pilar, fuera precisamente el día en el que las tres carabelas de España –La Pinta, La Niña y Santa María-, al mando de Cristóbal Colón, avistaran las desconocidas tierras de América: de esa manera, al coincidir la fecha de su festividad con el día del descubrimiento del Continente Americano, la Virgen demostraba que era Ella, bajo las órdenes de la Trinidad Santísima, quien estaba en el origen de la gesta más grandiosa que nación alguna pueda llevar a cabo, esto es, el Descubrimiento, la Conquista y la Evangelización del Continente Americano. Este hecho motivó que la Virgen del Pilar fuera proclamada como Patrona de la Hispanidad, constituyendo el mejor símbolo de unión, bajo la Cruz de Cristo, entre las naciones del Viejo y del Nuevo continente. El 12 de octubre señala entonces el inicio del fin del derramamiento de sangre por parte de los caníbales paganos, al mismo tiempo que señala el inicio, para el Continente Americano, del derramamiento de la Sangre Preciosísima del Cordero de Dios, por medio de la Santa Misa, cuya celebración se extendería desde ese entonces a todo el Continente Americano.

Mensaje espiritual de Nuestra Señora del Pilar.

Hay tres rasgos particulares que caracterizan a Nuestra Señora del Pilar y la distinguen de otras advocaciones marianas. El primero es que se trata, como dijimos, no de una aparición, sino de una traslación o bilocación, puesto que se trata de una venida extraordinaria de la Virgen durante su vida mortal, antes de su Asunción gloriosa a los cielos. La segunda la constituye la Columna o Pilar que la misma Señora trajo para que sobre él se construyera la primera capilla que, de hecho, sería el primer templo mariano de toda la Cristiandad: además de ser un símbolo de la firmeza de la fe católica recibida en el Bautismo sacramental, la Columna o Pilar es un recordatorio de la Columna o Pilar en el que Nuestro Señor fue azotado hasta quedar casi agonizante, por la atrocidad de los dolores y por la cantidad de Sangre derramada, por esta razón, el peregrino que llega hasta la Basílica en Zaragoza tiene la oportunidad de besar el Pilar, tanto en recuerdo de la Sagrada Pasión del Salvador, como en agradecimiento por el don de la fe católica recibida en el Bautismo; la tercera característica de la devoción de Nuestra Señora del Pilar es la vinculación de la tradición pilarista con la tradición jacobea (Santiago de Compostela); por ello, Zaragoza y Compostela, el Pilar y Santiago, han constituido los ejes fundamentales en torno a los cuales ha girado durante siglos la espiritualidad de España y es esta espiritualidad, basada en la Santa Fe Católica, que cree firmemente que Cristo es Dios y está en Persona en la Eucaristía y que la Virgen es Madre de Dios, es esta espiritualidad católica española, la que llevó a España a descubrir, conquistar y evangelizar el Continente Americano, llevando miles de millones de almas a la Iglesia de Nuestro Señor Jesucristo, sacando a estas almas de las siniestras tinieblas del paganismo, del satanismo y del canibalismo en el que estaban envueltas estas almas, obrando así España, bajo la guía del Espíritu Santo, la gesta más grandiosa que jamás nación alguna de la tierra haya realizado y que no se realizará jamás. Porque España fue un instrumento sagrado y dócil en las manos de la Santísima Trinidad, es que España, llevada por la fe católica simbolizada en el Pilar, dio centenares de miles de misioneros, predicadores, evangelizadores, conquistadores y santos de todo tipo, quienes evangelizaron este continente, sacándolo de las tinieblas del paganismo e iluminándolos con la Luz Eterna, Cristo Dios. Por esta razón, por haber recibido de España la Santa Fe Católica, simbolizada en el Pilar, no solo no debemos jamás cometer la torpeza de pedir a España que se disculpe, sino que le debemos una eterna acción de gracias, porque si no fuera por España, que nos trajo la Santa Fe Católica, los americanos seríamos, no hijos de Dios por la gracia bautismal, sino paganos, adoradores idólatras de la tierra, de las estrellas y de las piedras. En el día de Nuestra Señora del Pilar, decimos: “¡Santiago, y cierra España!”.



[2] La devoción del pueblo por la Virgen del Pilar se halla tan arraigada entre los españoles y desde épocas tan remotas, que la Santa Sede permitió el establecimiento del Oficio del Pilar en el que se consigna la aparición de la Virgen del Pilar como “una antigua y piadosa creencia”. En 1438 se escribió un “Libro de Milagros” atribuidos a la Virgen del Pilar, que contribuyó al fomento de la devoción hasta el punto de que, el rey Fernando el Católico dijo: “Creemos que ninguno de los católicos de occidente ignora que en la ciudad de Zaragoza hay un templo de admirable devoción sagrada y antiquísima, dedicado a la Santa y Purísima Virgen y Madre de Dios, Santa María del Pilar, que resplandece con innumerables y continuos milagros”. La Basílica del Pilar, en Zaragoza, constituye en la actualidad uno de los santuarios marianos más importantes del mundo y recibe continuas peregrinaciones. Ante la Virgen han orado gentes de todas las razas, desde las más humildes, hasta los reyes y gobernantes más poderosos, e incluso pontífices. El grandioso templo neoclásico se levanta sobre el lugar de la aparición, conservándose la Columna de piedra que la Virgen dejó como testimonio, un Pilar que simboliza la idea de solidez del edificio-iglesia, el conducto que une el Cielo y la Tierra, a María como puerta de la salvación. Su fiesta se celebra con gran fasto en todas las naciones de habla hispana y especialmente en la ciudad de Zaragoza, donde miles de personas venidas de todo el mundo realizan una multitudinaria ofrenda floral a la Virgen.

 

 

jueves, 7 de octubre de 2021

Nuestra Señora del Rosario

 



         El origen del Rosario, tal como lo conocemos, se remonta a la aparición de la Virgen a Santo Domingo de Guzmán: el santo había sido enviado a Francia para combatir y tratar de frenar la expansión de las sectas de los cátaros y albigenses, quienes niegan la divinidad de Cristo, lo cual es un error grave ya que si Cristo es Dios, los sacramentos conceden la gracia y la Eucaristía es Cristo Dios en Persona, pero si Cristo no es Dios, entonces todo el edificio espiritual de la Iglesia Católica se derrumba; el santo estaba en esa tarea, pero muy desanimado, porque los herejes eran duros de corazón y no querían convertirse; fue en estas circunstancias en las que se le apareció la Virgen y le enseñó a rezar el Santo Rosario, al mismo tiempo que consolaba a Santo Domingo diciéndole que con el arma espiritual del Rosario habría de vencer a la herejía, lo cual finalmente sucedió. Ahora bien, puesto que es la Virgen la que le enseña a rezar el Rosario, podemos decir sin ninguna duda que el Rosario es una oración celestial, que viene del Cielo y que conduce al Cielo. A partir de esta aparición, en todas las apariciones sucesivas a lo largo y ancho del mundo, incluso hasta nuestros días, la Virgen, en sus apariciones, pide con insistencia que se rece el Santo Rosario, además de pedir la conversión a Jesús Eucaristía, la penitencia y el ayuno.

         ¿Por qué esta insistencia de la Virgen?

         Porque el Rosario es la oración que más le agrada a la Virgen, ya que cada Ave María es una rosa espiritual que le damos a la Virgen; esto quiere decir que rezar un Rosario es como regalarle a nuestra madre un ramo de rosas frescas y fragantes.

         Porque por el Rosario meditamos sobre los misterios de la vida de Jesús y también de la Virgen y no solo meditamos, sino que además, misteriosamente, por el Rosario somos hechos partícipes de las vidas de Jesús y María.

Por el Rosario, la Virgen nos alcanza todas las gracias que necesitamos para la vida cotidiana y sobre todo para salvar el alma; de esto es un ejemplo el Beato Bartolo Longo, que siendo practicante de la brujería y la magia negra, recibió la gracia de la conversión a través del Santo Rosario y a partir de entonces, comenzó a divulgar la devoción de Nuestra Señora de Pompeya junto con el rezo del Santo Rosario; es decir, pasó del estado de condenación en el que se encontraba, por practicar la magia negra, al estado de salvación cuando comenzó a rezar el Santo Rosario.

Por el Rosario, pedimos por todos los hombres, por nuestros seres queridos vivos y difuntos y también por nuestros enemigos, y cuando rezamos por los difuntos, liberamos muchas almas del Purgatorio, las cuales intercederán luego por nosotros.

Por el Rosario nos disponemos de la mejor manera posible para participar del Santo Sacrificio del altar, la Santa Misa, porque el Rosario nos llegan las gracias que, desde el Sagrado Corazón de Jesús, pasan a través del Inmaculado Corazón de María y llegan hasta nosotros y por  esa gracia santificante, somos hechos partícipes –y no meros espectadores- del Sacrificio Redentor de Jesucristo en el altar.

Por estas y por muchas otras razones más, es que la Virgen nos pide rezar el Santo Rosario todos los días.