sábado, 9 de junio de 2018

Memoria del Inmaculado Corazón de María



La Santísima Virgen fue concebida sin la mancha del pecado original porque estaba destinada a ser la Madre de Dios. Como tal, debía estar inhabitada por el Espíritu Santo, Espíritu que es Purísimo e Inmaculado, pues debía recibir en su seno virginal al Hijo de Dios, también Él Purísimo Dios. No podía, la Mujer destinada desde la eternidad a ser Madre de Dios y Virgen al mismo tiempo, estar contaminada con la impureza del pecado; no podía, la que debía alojar en su seno incontaminado a Aquel a quien los cielos no pueden contener, tal es su grandeza y majestuosidad, poseer ni siquiera la más ligerísima mancha de pecado; no podía, la que estaba llamada a ser la Roca cristalina de los cielos, que debía atrapar en su seno virginal a la Luz Purísima del Ser divino trinitario del Hijo, estar contaminada con la más pequeñísima impureza de la concupiscencia; no podía, la que estaba destinada por la Trinidad a ser el Diamante celestial que luego de conservar en su interior a la Luz Eterna, Jesucristo, por nueve meses, para darlo a luz en Belén, Casa de Pan, en la plenitud de los tiempos, tener la más ligerísima mácula de malicia, la malicia del pecado y es por eso que la Virgen Santísima, la creatura más pura, hermosa y agraciada que jamás haya sido creada ni será creada otra igual, fue concebida como Inmaculada y Purísima.
         Desde su Concepción Inmaculada, la Virgen fue inhabitada, en su cuerpo, en su alma y en su corazón, por el Amor de Dios, el Espíritu Santo, porque habría de ser este Amor Divino y no un amor humano el que llevaría, desde el seno del eterno Padre hasta el seno de la Madre de Dios, al Logos divino, al Verbo co-substancial al Padre. El Verbo de Dios, al encarnarse, no solo debía encarnarse por obra del Espíritu Santo, sino que debía estar inhabitada por el mismo Amor de Dios, para que el Verbo de Dios no encontrara diferencias, en el Amor Puro y celestial en el que vivía en el seno del Padre desde la eternidad y el Amor Puro y celestial que habría de encontrar en el seno virgen de María. Y a su vez, el Espíritu Purísimo de Dios no podía inhabitar en un seno mancillado por la malicia del pecado, manchado por la impureza de la concupiscencia, por lo que la Santísima Trinidad decidió crear a una creatura llamada Virgen María, tan hermosa y pura, que sería aventajada en hermosura y pureza sólo por la mismísima Santísima Trinidad.

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