martes, 8 de noviembre de 2016

María, Mediadora de todas las gracias


         ¿Por qué la Virgen es “Mediadora de todos las gracias”? La pregunta surge porque parecería no haber necesidad de su mediación puesto que Dios  puede, con su omnipotencia, conceder sus gracias sin necesidad de intercesores. Y es verdad que Dios puede hacerlo, pero sin embargo, movido por su amor misericordioso a los hombres, decretó que habría de dar sus gracias -absolutamente todas- a través de la Virgen María, al tiempo que decretó que todas las gracias que los hombres quisieran de Él conseguir, las obtendrían todas -absolutamente todas-, desde las más pequeñas hasta las más grandes, a través de la Madre de Dios. Es decir, por un lado, Dios quiere que su gracia -que proviene de Él como Gracia Increada y Fuente de toda gracia que Es-, pase a través de María y descienda a través de la Virgen, así como el agua de lluvia se derrama desde el cielo sobre la tierra por medio de la nube; por otro lado, quiere que los hombres, deseosos de pedir gracias a Él -las que Él tiene reservadas para dárnoslas sin medida, necesarias para nuestra eterna salvación-, sean obtenidas por medio de María y sólo por medio de María. En otras palabras, aunque Dios podría concedernos sus gracias directamente, ha querido sin embargo que tanto las gracias que Él desea concedernos, como las gracias que los hombres le solicitamos a Él, pasen a través de María.
         ¿Cuál es la razón de esta decisión divina? La respuesta está en los santos: nos enseñan los santos -como San Luis María Grignon de Montfort- que, en relación con las gracias que nosotros pedimos a Dios, el camino más seguro, corto y fácil de conseguir esas gracias es a través de María, porque “no hay nada que la Madre pida al Hijo, que éste no se lo conceda”. A su vez, por parte de Dios, no hay ninguna gracia que Él no quiere darnos que deje pasar por la Virgen. Entonces, volvemos a preguntarnos, ¿por qué quiere que sea la Virgen la Mediadora de todas las gracias? Porque así se asegura que las gracias -todas las gracias-, sean concedidas, sin excepción, tanto de parte de Dios, que quiere darlas, como de los hombres, que quieren recibirlas: al decretar que la Mediadora de todas las gracias sea la Virgen, Dios se asegura de que, de parte suya, ninguna gracia sea negada a los hombres, porque Él no le niega nada a Aquella que es su Hija predilecta –es hija de Dios Padre-; a Aquella que es la Madre de su Hijo Unigénito –es Madre de Dios Hijo-; a Aquella en quien inhabita el Divino Amor –es Esposa de Dios Espíritu Santo-; por parte de los hombres, Dios elige a la Virgen –Madre de Dios y de los hombres- para que sea la Mediadora de todas las gracias, porque se asegura así que las gracias que los hombres piden sean concedidas, porque para dirigirse a la Virgen en su condición de Madre de Dios y de los hombres, estos no pueden hacerlo de cualquier manera sino con un amor filial, sincero, sobrenatural, a su Madre celestial, de la misma manera a como un hijo se dirige a su madre, a quien ama con todo el corazón, y una petición así dirigida, hecha con amor de hijo hacia la Madre celestial, es una petición a la que Dios no se puede negar.

         Que Dios quiera dar sus gracias para la eterna salvación a los hombres, y que la Virgen sea la Mediadora universal de todas estas gracias, se observa de modo patente en las apariciones de la Virgen a Santa Catalina Labouré, puesto que esas gracias estaban representadas en los rayos de luz que brotaban de los anillos que adornaban sus manos, aunque también había anillos de los que no se irradiaba la luz, siendo estas las gracias que muchos de sus hijos no se las piden, porque no aman a la Virgen ni confían en Ella, en su condición de ser Mediadora de todas las gracias.

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