jueves, 1 de febrero de 2024

Festividad de la Virgen de la Candelaria

 



En esta fecha se conmemoran dos acontecimientos bíblicos, el primero es la purificación de la Virgen María después del parto virginal y el segundo es la presentación de Jesús al templo de Jerusalén (Lc 2 22-39). Debido a que se celebran estos dos acontecimientos, La fiesta es conocida y celebrada con diversos nombres: la Presentación del Señor, la Purificación de María, la fiesta de la Luz y la fiesta de las Candelas; todos estos nombres expresan el significado de la fiesta. Con respecto a la Virgen, la Fiesta de la Candelaria se originó en España, en las Islas Canarias, en el año 1497, después de encontrar milagrosamente una imagen de la Virgen con esta advocación[1], la Purificación de María y se comenzó a realizar con una procesión de velas o candelas. Con respecto a Jesús, se celebra esta fiesta en memoria de lo que hacían los hebreos para cumplir la prescripción de la Ley del Antiguo Testamento (Lev 12, 1-8), que era la de consagrar al primogénito varón al Señor.

En la Fiesta de la Candelaria -“Candelaria” proviene del latín candela (vela), procedente de candeo (estar candente, encendido, brillar)-, Cristo, la Luz del mundo, es presentado por su Madre en el Templo y con su Luz Divina oculta en su Humanidad Santísima de Niño recién nacido, viene a iluminar a toda la humanidad disipando las tinieblas, así como la vela o la candela -de donde se deriva el nombre de Candelaria- disipa las tinieblas a su alrededor.

Ahora bien, debemos tener en cuenta que la candela representa, por un lado, a la Virgen, porque por el Espíritu Santo que inhabita en Ella, en Ella no hay sombra de pecado ni tinieblas de malicia o de error; por otra parte, la candela representa a Jesucristo: la cera es la humanidad y la luz es su divinidad: Cristo es la Luz Eterna que ilumina al mundo sumergido en tinieblas y sombras de muerte y que procediendo del seno eterno del Padre, ingresa en nuestro mundo a través del Portal de luz eterna que es la Virgen Inmaculada.

Otro aspecto a tener en cuenta es que cuando encendemos las velas, no estamos haciendo un simple ritual conmemorativo: la Iglesia bendice el fuego y las velas y las convierte en sacramentales, es decir, en señales de la presencia bendita de Nuestro Señor Jesucristo en medio de los hombres y como todo sacramental, las velas bendecidas tienen dos funciones principales: alejar al demonio, Príncipe de las tinieblas y hacer que el corazón del hombre desee unirse a los Sagrados Corazones de Jesús y María por la gracia, la fe y el amor. El encender las velas también tiene el siguiente significado espiritual: aun cuando estemos acostumbrados a la luz artificial y a la luz del sol, vivimos en un mundo sumergido en las tinieblas del pecado, en las tinieblas del error y de la herejía y en las tinieblas vivientes, es decir, aunque estemos iluminados con luz eléctrica y luz natural, vivimos rodeados de la presencia de los ángeles caídos; el encender las velas benditas, disipa todas estas tinieblas espirituales, porque como dijimos, representan tanto a la Virgen, que es la Llena del Espíritu Santo y por eso es el Portal de Luz Eterna y porque representan a Jesucristo, Luz Eterna y Lámpara de la Jerusalén celestial. Encender las candelas no es una simple costumbre piadosa, aunque lo sea, es mucho más que eso: es iluminar espiritualmente nuestro mundo y nuestra vida con la luz que proviene de los Sagrados Corazones de Jesús y María y esto es tanto más necesario, cuanto que en nuestros días la oscuridad espiritual es tan densa, tan espesa, tan profunda, que como dice el Padre Pío, si pudiéramos ver a los demonios que nos rodean en todo momento, la luz del sol se oscurecería. Esto sucede en todo el mundo y porque el mundo ha rechazado a Cristo, Luz Eterna, ahora está a punto de caer en una Tercera Guerra que sería devastadora para la humanidad. Que la Luz Eterna, Cristo Nuestro Señor, y que la Virgen de la Candelaria, iluminen nuestras vidas, las de nuestros seres queridos y las de todo el mundo, para que iluminados por esta divina luz, caminemos por los peligros de este mundo hacia el Reino de los cielos, la Jerusalén celestial, en donde no habrá necesidad de ninguna iluminación, porque nuestra Luz será la Luz Eterna de Dios, Cristo Jesús, la Lámpara de la Jerusalén celestial.

 

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