martes, 15 de agosto de 2017

Solemnidad de la Asunción de la Santísima Virgen María



         La Iglesia celebra hoy la Solemnidad de la Asunción de la Santísima Virgen María, la Madre de Dios Hijo encarnado. ¿Qué significa la Asunción y por qué se da en la Virgen? Que la Virgen sea Asunta en cuerpo y alma a los cielos significa que, en el momento en que debía morir, en vez de hacerlo, la Virgen se durmió –por eso en la Iglesia Oriental se llama “Dormición”- y, al despertar, se encontraba no en esta vida terrena y mortal, sino en la vida eterna, en el Reino de los cielos, siendo Asunta en cuerpo y alma gloriosos al cielo. Es decir, significa que, en el momento de morir, en vez de sufrir la separación del cuerpo y del alma, como sucede con toda persona humana al morir, y que es consecuencia esta muerte del pecado original, en la Virgen, cuya alma estaba “llena de gracia” desde su Concepción por haber sido concebida sin la mancha del pecado original, pero además, por estar inhabitada por el Espíritu Santo, toda la plenitud de gracia que poseía su alma en esta vida terrena, en el momento de pasar a la otra vida, se derramó, por así decirlo, sobre su cuerpo inmaculado, de manera que la gracia de su alma, en esta vida, se convirtió en la gloria celestial que, derramándose desde su alma purísima hacia su cuerpo, glorificó a este, siendo Asunta en ese mismo momento, por legiones de ángeles que vinieron en su busca por orden de Jesús, al Reino de los cielos. La razón por la cual la Virgen, al morir, no experimentó la muerte, sino la “Dormición”, es por haber sido preservada de la mancha del pecado original, mancha cuya consecuencia es la muerte. Por lo tanto, al no tener pecado original, no habría de sufrir sus consecuencias, entre las principales, la muerte terrena. Pero además en la Virgen se suma otro elemento, que la hace Única entre todas las creaturas, y es el hecho de haber sido concebida Llena de gracia e inhabitada por el Espíritu Santo, y es por esto que, al experimentar la Dormición en vez de la muerte, el alma no solo no se separó de su cuerpo, sino que permaneció unida y le comunicó a su cuerpo la plenitud de gracia y de gloria divina en la que vivía desde su Inmaculada Concepción.
         De esta manera, la Virgen, además de ser la Mujer del Génesis, que aplasta la cabeza de la serpiente; además de ser la Mujer que en Caná intercede ante la Trinidad para que Dios Hijo obre el primer milagro público por orden de Dios Padre, para así comenzar a donar a Dios Espíritu Santo de modo público a los hombres, esto es, el Espíritu Santo; además de ser la Mujer que, al pie de la Cruz, acompaña al Hijo de Dios en su agonía y se convierte, por pedido de Jesús, en Madre adoptiva de los hijos de Dios; la Virgen es además la Mujer del Apocalipsis, la Mujer revestida de sol, con la luna bajo los pies y con una corona de doce estrellas en la cabeza; es la Mujer a la cual se le dotan dos alas de águila para huir al desierto y poner así a salvo a su Hijo, el Niño Dios.
         Por último, la Asunción de María Santísima tiene una relación directa con nuestras vidas personales y con nuestra espiritualidad católica: siendo nuestra Madre del cielo, su Asunción constituye, para nosotros, que hemos nacido con el pecado original, la esperanza de compartir, algún día, su eterna bienaventuranza. Para ello, debemos hacer el propósito de vivir en gracia y de conservar la pureza de cuerpo y alma, no solo evitando absolutamente todo pecado mortal o venial deliberado, sino buscando vivir en gracia, conservar la gracia y aumentarla, por medio de la Confesión Sacramental y la Comunión Eucarística frecuente, la práctica de las obras de misericordia y la decisión de seguir a Jesús cada día, todos los días, cargando nuestra cruz y negándonos a nosotros mismos, para morir al hombre viejo y nacer al hombre nuevo, al hombre regenerado por la gracia.

         Sólo así, compartiremos el destino de nuestra Madre celestial, esto es, seremos glorificados en cuerpo y alma y, luego de nuestro juicio particular, comenzará nuestra eterna alegría, en la contemplación y adoración de la Trinidad y del Cordero Místico, en compañía de María Asunta al cielo.

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