lunes, 12 de diciembre de 2016

Nuestra Señora de Guadalupe


         Debido a que la Virgen de Guadalupe es llamada “Emperatriz de América” y puesto que los bautizados en la Iglesia Católica somos sus hijos y estamos representados en Juan Diego, debemos considerar las palabras de la Virgen, dirigidas a Juan Diego, como dichas directamente a cada uno de nosotros; por lo tanto, debemos meditar y reflexionar profundamente en esas palabras[1].
         Esto es lo que la Virgen le dijo a San Juan Diego:
“Sábelo, ten por cierto, hijo mío el más pequeño, que yo soy la perfecta siempre Virgen Santa María, Madre del Verdadero Dios por quien se vive, del Creador de las personas, el Dueño del cielo, Dueño de la tierra”. La Virgen es la Madre de Dios, Perfectísima y Purísima; es la Madre del Creador, del Dueño del cielo y de la tierra, Madre del Creador del universo, visible e invisible; sabiendo esto, ¿por qué hay católicos que acuden a los servidores del Demonio, como el Gauchito Gil y la Difunta Correa, o incluso al mismo Demonio en persona, como la Santa Muerte? El Demonio le tiene terror a la Virgen y la Virgen tiene infinitamente más poder que todo el Infierno junto, entonces, ¿por qué los católicos se apartan de la Verdadera y Única Iglesia y se van a otras religiones y, peor aún, a sectas diabólicas, como el umbandismo, o practican la magia, el ocultismo, la hechicería?
         La Virgen es la Madre de Dios y Dios es la Gracia Increada y por eso la Virgen es la Mediadora de todas las Gracias: ¿creemos realmente en esta verdad? ¿Le pedimos a la Virgen las gracias que necesitamos y lo hacemos por medio del Santo Rosario? Nos quejamos de muchas cosas que nos suceden en la vida y muchas de ellas nos suceden porque con nuestra libertad, elegimos el pecado y no la vida de la gracia; en vez de quejarnos o de acudir a quien no debemos acudir, como los magos, los brujos, los hechiceros, ¿acudimos a la Virgen, por medio del Rosario, sabiendo que la Virgen ha prometido que ni una sola de las gracias que se pidan en el Rosario, dejará de ser concedida? ¿Por qué entonces, en vez de pedir las gracias que necesitamos, a la Virgen, acudimos a quienes sólo nos darán oscuridad, maldiciones y pesares, es decir, las brujas, los hechiceros, los magos?
         La Virgen es Madre de Dios y Dios está en la Eucaristía; sabiendo esto, ¿acudimos a la Eucaristía dominical, para recibir a Dios en el corazón? ¿O dejamos a Dios por un partido de fútbol, por un paseo, por un descanso?
Luego la Virgen le dice: “(Quiero a mis hijos) mostrar (les) y dar (les) todo mi amor, mi compasión, mi auxilio y mi salvación (…) porque en verdad soy vuestra Madre compasiva (quiero darles mi amor), a ti, a todos vosotros juntos los moradores de esta tierra y a los demás amadores míos que me invoquen y en mí confíen; quiero oír ahí sus lamentos y remediar todas sus miserias, penas y dolores”. Sabiendo esto, ¿acudimos a la Virgen en busca de su purísimo amor maternal? ¿Acudimos a la Virgen, invocamos su protección y auxilio en todo momento, confiamos en Ella, le contamos de nuestras miserias, de nuestros dolores y nuestras penas? Y si lo hacemos, ¿esperamos confiados en su ayuda? ¿O, por el contrario, preferimos la “vía oscura”, la vía de los magos y hechiceros?
         Luego de que su tío se agravara en su enfermedad, estando Juan Diego muy angustiado: “Escucha, y ponlo en tu corazón, hijo mío el menor, que no es nada lo que te asusta y aflige. Que no se perturbe tu rostro, tu corazón; no temas esta enfermedad, ni ninguna otra enfermedad y angustia. ¿No estoy yo aquí que soy tu Madre? ¿No estás bajo mi sombra y resguardo?, ¿No soy yo la fuente de tu alegría? ¿No estás por ventura en mi regazo? ¿Tienes necesidad de alguna otra cosa? Que ninguna otra cosa te aflija, ni te perturbe. No te apriete con pena la enfermedad de tu tío, porque de ella no morirá por ahora. Ten por cierto que ya sanó”. La Virgen es nuestra “fuente de alegría”, porque Ella es la Madre de Dios, y Dios es “Alegría infinita”, como dicen los santos; ¿creemos verdaderamente en esta verdad? ¿Es la Virgen, y el fruto de sus entrañas, Cristo Dios, la Causa de nuestra alegría? ¿O nos alegramos por motivos mundanos, superficiales, vanos, no sobrenaturales, pasajeros? ¿Es verdaderamente, en nuestra vida personal, de todos los días y en medio de las tribulaciones, preocupaciones y angustias de la vida? Y cuando tenemos estas preocupaciones y angustias, ¿le pedimos a la Virgen, Causa y Fuente de nuestra alegría, que nos dé la Alegría Increada, su Hijo Jesucristo en la Eucaristía?
         Meditemos en las palabras de la Virgen a Juan Diego, y le pidamos la gracia de que se arraiguen profundamente en nuestros corazones y que sean la luz de nuestra vida en la tierra, para que seamos capaces de llegar a contemplar a la Luz Increada, su Hijo Jesucristo, en el Reino de los cielos.
        



[1] http://es.arautos.org/view/show/742-la-virgen-de-guadalupe-a-san-juan-diego

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