martes, 8 de septiembre de 2015

Fiesta de la Natividad de la Virgen María


       ¿Por qué celebra la Iglesia el nacimiento de una Niña, nacida hace más de veinte siglos, en Palestina? Las razones son muchas. 
       La Iglesia celebra el Nacimiento de la Niña Santa María, porque esta Niña fue una Niña Santa, pero la Iglesia no celebra porque el nacimiento de esta Niña fue el nacimiento de una niña santa entre tantas; tampoco lo celebra por ser la Niña más santa entre las santas; la Iglesia celebra su nacimiento por otras razones, más misteriosas, profundas y sobrenaturales: la Iglesia celebra la Natividad de la Virgen María, porque su nacimiento indica el inicio de una Nueva Era para la humanidad; su Nacimiento señala el comienzo de las profecías mesiánicas contenidas ya en el Génesis, cuando Dios había prometido a la humanidad el envío de un Mesías, Redentor y Salvador del mundo, porque la Virgen es la que habría de dar a luz a este Redentor, que era Dios y Hombre, que por ser Dios, no necesitaba nacer, porque era Dios desde la eternidad, pero en cuanto Hombre, debía nacer en el tiempo, y para que el Hombre-Dios pudiera nacer en el tiempo, es que la Santísima Trinidad creó a esta Niña, Santa María Virgen, dotándola de tanta gracia y santidad, que sólo habría de aventajarla su Hijo, el mismo Dios.
         La Iglesia celebra, se alegra y festeja el Nacimiento de la Virgen, porque el nacimiento de María Virgen es el hecho más importante para la humanidad, después de la Encarnación y Nacimiento del Verbo de Dios humanado: la Iglesia celebra el Nacimiento de la Niña Santa María, porque esta Niña habría de ser la Madre de Dios, al darlo a luz virginalmente en el Portal de Belén, y habría de ser también la Madre de todos los hombres, en la cima del Monte Calvario, engendrándolos en su Inmaculado Corazón, por el Amor del Espíritu Santo. El nacimiento de esta Niña señala entonces el inicio de una Nueva Humanidad, la humanidad de los hijos adoptivos de Dios, la humanidad de los hombres regenerados por la gracia santificante, nacidos a la vida nueva de la gracia, al pie de la cruz, por la Sangre derramada del Costado traspasado de Jesús y adoptados como hijos por la Virgen, de pie al lado de la cruz y por eso la Iglesia celebra y festeja su Nacimiento.
         La Iglesia celebra el Nacimiento de la Niña Santa María, porque esta Niña, Virgen y Madre de Dios, es también su Madre, porque esta Niña que nace hoy, Santa María Virgen, es Madre de la Iglesia, porque dio a luz virginalmente a la Cabeza de la Iglesia, Jesucristo, y a los miembros del Cuerpo Místico de Cristo, los bautizados.
La Iglesia celebra el Nacimiento de la Virgen, porque la Niña que nacía hoy, hace más de XX siglos, era la Niña Virgen que habría de llevar en su seno al Hijo de Dios, a Dios Hijo encarnado, y lo habría de dar a luz en Belén, Casa de Pan, para que los hombres se alimentaran con el Pan de Vida eterna, Jesús en la Eucaristía. El nacimiento de esta Niña, representaba para la humanidad el fin del hambre de Dios, porque esta Niña sería la que alimentaría a la humanidad con un Nuevo Pan, un Pan super-substancial, el Pan bajado del cielo, el Pan Vivo que da la Vida eterna, el Verdadero Maná del cielo, la Eucaristía.
         Finalmente, la Iglesia celebra el Nacimiento de la Virgen, porque esta Niña que nacía hoy era la Mujer de la que habla el Génesis, la que aplasta con su pie la cabeza de la Serpiente (cfr. Gn 3, 15); era la Mujer del Calvario, a la que el Hombre-Dios Jesucristo le habría de encomendar a todos los hombres, para que los adoptara como hijos suyos y como hijos de Dios, al pie de la cruz (cfr. Jn 19, 26ss); esta Niña que nacía hoy era la Mujer del Apocalipsis, “toda revestida de sol, con la luna bajos sus pies y una corona de estrellas” (Ap 12, 1), que era Asunta al cielo en cuerpo y alma glorificados, como anticipo de la glorificación de los hijos de Dios, y como la Virgen es Madre de los bautizados, la Iglesia celebra el nacimiento de quien habría de conducir a los hijos de la Iglesia a los cielos, al Reino de Dios, el encuentro con el Rey de reyes, Jesucristo.

         

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