martes, 30 de agosto de 2011

Oremos con el icono de la Madre de Dios “Sanadora del cáncer”




Este icono de la Madre de Dios, llamado “Pantanassa”, que traducido del griego quiere decir: “La Reina de todos”. Además de la gracia propia, la de ser un icono de la Madre de Dios, posee otra gracia dada por Dios, y es la de curar a los enfermos de cáncer, por eso se llama también “Sanadora del cáncer”. Como sabemos, el cáncer es una enfermedad corporal incurable, en la gran mayoría de los casos, y conduce a la muerte de quien lo padece.

Podemos rezar con este icono a través de la siguiente reflexión: la enfermedad corporal es una imagen de la enfermedad espiritual, del alma: el pecado, aunque el pecado es más que una enfermedad. El pecado es al alma lo que la enfermedad al cuerpo: así como la enfermedad debilita al cuerpo de modo progresivo, hasta llegar a dañarlo de modo irreversible -y en algunos casos- provocarle la muerte, así el pecado debilita al alma en el amor de Dios –el pecado venial- y la lleva progresivamente, por medio de pequeñas faltas, a su muerte –el pecado mortal-. El pecado mortal se llama precisamente “mortal”, porque priva al alma de la vida de Dios, dejándola en un estado de “muerte espiritual”. El alma, aún cuando ría, camine, hable, se mueva, es decir, aún cuando viva una vida humana normal, está muerta a la vida de la gracia, a la vida de Dios. El cáncer, entonces, como conduce al cuerpo a la muerte, es figura del pecado mortal, que conduce al alma a la muerte espiritual, al apartarla de la vida de la gracia.

Pero al pecado se le agrega algo que el cáncer no tiene: en el pecado hay maldad, en el cáncer, no. En el cáncer, lo que sucede es que hay células del propio organismo que, debido a un estímulo conocido –luz, productos químicos, etc.- o desconocido, comienzan a crecer de un modo tan desorganizado, que ponen en peligro a las células sanas del organismo, al quitarles los nutrientes necesarios para la vida. En el cáncer hay destrucción de tejido sano que puede llevar a la muerte del cuerpo, pero no hay maldad. En el pecado, en cambio, sí hay maldad. El pecado, a diferencia del cáncer, se origina en la malicia que anida en el corazón humano, según el mismo Jesús: “de dentro, del corazón de los hombres, salen las intenciones malas: fornicaciones, robos, asesinatos, adulterios, avaricias, maldades, fraude, libertinaje, envidia, injuria, insolencia, insensatez. Todas estas perversidades salen de dentro y contaminan al hombre” (Mc 7, 21-23). La medicina para el pecado, la única medicina posible, es la gracia de Cristo Dios, que nos viene por intercesión de la Madre de Dios, de ahí que si el ícono ha obrado milagros curando el cáncer, puede obrar un milagro mayor todavía, y es el de la curación de ese “cáncer espiritual” que es el pecado, concediendo la gracia de la conversión.

El icono de la Madre de Dios “Pantanassa” o “Sanadora del cáncer”, tiene fama de milagroso, porque desde que fue pintado, sanó milagrosamente a muchas personas del cáncer que padecían. A este icono podemos entonces encomendarle la salud del cuerpo pero, sobre todo, podemos y debemos encomendarle la salud del alma pidiéndole que, si hemos tenido la desgracia de cometer un pecado, acudamos prontamente al sacramento de la confesión.

A la Madre de Dios, que es la Medianera de todas las gracias, debemos pedirle la gracia no sólo de no cometer jamás ni siquiera el más pequeña pecado venial, sino ser, por medio de la gracia y del amor, una sana y saludable imagen viva de su Hijo Jesús.

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