viernes, 25 de marzo de 2011

La Anunciación


El ángel se aparece a María, se arrodilla frente a Ella, y le anuncia que el Espíritu Santo fecundará su seno con la Palabra de Dios.

María acepta el designio divino y el ángel se retira, y al retirarse, la Llena de gracia se convierte, por el Espíritu, en Madre de Dios, y la Palabra del Padre se convierte en Hijo de la Madre Virgen. María se convierte en Madre de Dios, y su maternidad divina se consuma en el don de sí misma a la Palabra de Dios que se encarna.

Por el poder del Espíritu Santo, María recibe en su seno al Hijo de Dios y lo reviste de su propia carne y de su propia sangre, volviendo visible al Dios invisible. Gracias a María, la Palabra de Dios, invisible para el mundo, se reviste de una naturaleza humana y se vuelve visible.

María es el espejo sagrado en el que todo cristiano debe reflejarse: así como María recibe, por el Espíritu Santo, a la Palabra de Dios, y la reviste con su propia naturaleza, dándole de su carne y de su sangre, revistiendo a la Palabra para presentarla ante el mundo, así el cristiano debe recibir, por la gracia del Espíritu Santo, a la Palabra de Dios y revestirla con sus propios conceptos y presentarla ante el mundo.

María es modelo y ejemplo para todo cristiano de cómo se debe recibir a la Palabra de Dios, pero María no es solo ejemplo para el cristiano, que debe tener la misma actitud de María en recibir a esa Palabra y en revestirla con sus propios conceptos para presentarla al mundo, sino que María, recibiendo en su seno a Dios Hijo, por el poder del Espíritu Santo, y volviéndolo visible por el don de su cuerpo y de su sangre, es modelo y figura para la Iglesia: la Iglesia también recibe, al igual que María, a la Palabra de Dios, en su seno, el altar eucarístico, y la reviste de apariencia de pan, y la presenta ante el mundo, para que se manifieste ante el mundo como Dios hecho visible por el Pan eucarístico.

El ángel anuncia, María recibe en su seno, y la Palabra se encarna y la Palabra invisible se hace visible y aparece como Niño; la Iglesia recibe al Verbo de Dios en su seno, el altar eucarístico, y la Palabra prolonga su encarnación en el Pan Vivo, apareciendo como Pan de Vida eterna; así el cristiano debe recibir la Palabra de Dios en su seno, encarnarla y hacerla visible ante el mundo, convirtiéndose él mismo en otro Cristo.

María recibe en su seno a la Palabra y la presenta ante el mundo como Dios Niño; la Iglesia recibe en su seno a la Palabra y la presenta ante el mundo como Cristo Dios revestido de Pan; el cristiano recibe la Palabra y la presenta ante el mundo convirtiéndose él en una imagen de Cristo.

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