lunes, 8 de marzo de 2010

María memoria viva de la Pasión


La Pasión de Jesús es la causa de nuestra salvación y por lo tanto es la causa de nuestra felicidad, tanto en esta tierra, como en el cielo. ¿De qué manera podemos tener siempre presente la Pasión de Jesús –que fue sufrida por mí de modo personal-, sin que se convierta nada más que en una devoción piadosa? ¿De qué manera lograr que la Pasión de Jesús sea parte de mi vida? ¿Cómo hacer para tener siempre presente a la Pasión del Redentor?
Recurriendo a María. Según la beata Sor María Agreda, María, luego de la Pasión y resurrección de su Hijo, tenía “siempre presente en su memoria toda la vida, obras y misterios de su Hijo santísimo”, porque, además de la visión continua de la divinidad en donde María conocía todas las cosas, Dios le había concedido el don de que no olvidase lo que conocía y aprendía una vez[1].
María había acompañado a su Hijo durante toda su vida, y lo acompañó, en el silencio y ocultamente, de manera especial en la Pasión, por todos estos motivos, María recordaba con fervor y amor su Pasión. Pero no recordaba la Pasión de su Hijo solo por haberlo visto en la Flagelación, en la coronación de espinas, en la crucifixión. María no solo lo acompañó, sino que, también por un don especialísimo, sufrió con Él todos los dolores que padeció Jesús, sin que quedase ninguno de esos tormentos sin que María los sufriese personalmente[2].
Todo esto constituía un motivo suficiente para que María recordase y tuviese siempre presente a la Pasión de su Hijo. Pero dice la beata Ágreda que era otro motivo, mucho más fuerte, lo que hacía que María tuviera siempre delante suyo la Pasión de Jesús: María recibía la Eucaristía con profunda devoción, y en la Eucaristía se unía espiritualmente, mientras vivía en la tierra, con su Hijo, que había resucitado, pero que en el misterio eucarístico y en el misterio de la iglesia y de su liturgia, continuaba –y continuará hasta el fin de los tiempos- su Pasión redentora[3].
Es María quien nos puede conceder el don de no solo recordar piadosamente la Pasión de su Hijo, sino de participar de esa Pasión.
[1] Cfr. Sor María de Jesús Agreda, Mística Ciudad de Dios. Vida de María, Concepcionistas de Agreda, Madrid 1992, capítulo 10, 1390.
[2] Cfr. ibidem.
[3] Cfr. ibidem.

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