domingo, 12 de mayo de 2013

Nuestra Señora de Fátima y la consagración del alma a su Inmaculado Corazón





         ¿Qué es la consagración a la Virgen?
         La respuesta está en lo que la Virgen le dijo a Sor Lucía en la segunda aparición, el 13 de junio de 1917, luego de anunciarle la próxima partida al cielo de sus dos primos, Jacinta y Francisco: “Mi Corazón Inmaculado será tu refugio y yo seré el camino que te conduzca a Dios”. La Virgen le dice que su Corazón es dos cosas: refugio y camino.
         La consagración a la Virgen es esto: entrar en el Corazón Inmaculado de María Santísima para que nos sirva de refugio y, al mismo tiempo, de camino hacia Dios.
         ¿Por qué el Corazón de la Virgen es refugio?
         Para entender porqué el Corazón Inmaculado de María es refugio, imaginemos la siguiente situación: imaginemos que para llegar a nuestro destino, tenemos que atravesar un bosque muy tupido. Nos internamos en él y a medida que avanzamos, se va ocultando el sol y se va haciendo la noche. Es un bosque en donde habitan bestias salvajes y furiosas que han sido atacadas por un extraño virus, el cual las ha vuelto mucho más agresivas de lo que ya son en sí mismas. Por ejemplo, orangutanes, leones, tigres, panteras, lobos, osos. A causa del virus, las bestias se han vuelto tan salvajes y agresivas, que solo con mirar a una persona, ya desean destrozarla con sus manos, como el orangután, o con sus dientes y garras, como el león, el tigre, la pantera y el lobo. Caminamos por el bosque, nos internamos en él, se hace cada vez más de noche, y comenzamos a sentir los gruñidos, los resoplidos, los aullidos, de las bestias del bosque. Están cada vez más cerca. Si nos alcanzan, nos destruirán con toda seguridad. Avanzan cada vez más rápido y están tan cerca, que incluso podemos oír el chocar de sus dientes al lanzar dentelladas en el aire, como pregustando la presa anticipadamente. Podemos incluso ver sus ojos en la oscuridad de la noche, ojos que son rojos como brasas ardientes. El virus ha provocado una transformación en sus ojos: antes podían ver la luz, pero a causa del virus, ya no soportan la luz, y sólo pueden ver en la oscuridad. Las bestias son numerosas, y su número aumenta a cada instante. Están cada vez más cerca y, de no mediar un auxilio próximo, nuestro fin parece cercano, tanto más, cuanto que estamos desarmados, pero si tuviéramos armas, el número de las bestias es tan grande, que no podríamos ni siquiera empezar a defendernos, porque el virus que ha atacado sus cerebros y sus corazones las ha vuelto tan agresivas, que no le tienen miedo a nada. Están ya muy cerca de nosotros, e incluso parecen habernos rodeado. Ya todo parece perdido. No hay salida posible. Además, estamos tan cansados, hambrientos y sedientos, que nos da la impresión de que no podemos hacer ni un paso más. Las luces de nuestras linternas se van apagando poco a poco, lo cual atrae más a las bestias, a quienes les favorece la oscuridad. Pero de pronto, la situación cambia en un instante. Cuando parecía que estábamos por sucumbir bajo las garras y los dientes de estas bestias feroces, hacemos unos pocos pasos más y llegamos a un claro del bosque en donde se levanta una hermosa y sólida casa, que más que casa, parece una fortaleza, porque es una casa como un castillo, y está bien defendida con poderosas armas. Es una casa espléndida, toda bien iluminada, y su resplandor, que sale desde dentro de la casa, tanto que parece que el sol se ha metido ahí, y es más brillante que la misma luz del sol, pero no enceguece, ahuyenta a las bestias, que no soportan la luz. Entramos en la casa y ahí nos refugiamos, y nos sentimos a salvo de las bestias, que no se atreven a acercarse, y una vez dentro, la Dueña de casa nos atiende con amor de madre, nos alimenta, nos hace descansar, y nos dice que descansemos, que el lugar adonde vamos está a pocos metros de su casa, y el camino que va desde su casa a nuestro lugar de destino final, es tan seguro como la misma casa.
         Las bestias feroces son los enemigos de nuestras almas, las potestades siniestras de los aires, los demonios; el virus que ataca a las bestias del bosque, es el pecado de soberbia, que les hizo perder el cielo para siempre a los demonios; el bosque que se oscurece es el mundo; el día que se convierte en noche, es nuestra vida; la luz de las linternas que se apaga poco a poco al agotarse la batería, es la luz de la gracia que se apaga poco a poco con los pecados veniales, hasta agotarse del todo con el pecado mortal; la casa en la que nos refugiamos, es el Corazón Inmaculado de María; la luz que sale de su interior, más brillante que el sol, es la luz de la gracia que inhabita en María por ser Ella la Inmaculada Concepción; el camino que hay desde la casa hasta el lugar adonde vamos, camino seguro e iluminado y muy cercano a nuestra meta final, es el Corazón de María, que nos conduce a la unión con Dios en esta vida, por el Amor, y en la otra, para siempre.
         Esta es la razón por la cual el Corazón Inmaculado de María Santísima es llamado “Refugio de los pecadores”.
         ¿Por qué el Corazón de la Virgen es camino hacia Dios?
Para saberlo, hay que tener en cuenta primero que hay un camino que nos aleja de Dios, que va en dirección contraria adonde se encuentra Dios, y es el camino del mundo. Este camino es ancho, espacioso, fácil de transitar, porque es declive, en bajada. Aún más, a medida que avanza el camino, se hace cada vez más en declive. Es espacioso y por él transita mucha, muchísima gente. Es muy fácil de andar porque no hay que llevar nada pesado, o si son cosas pesadas, es como si no pesaran nada, porque por un efecto especial, propio del camino, todas las cosas pesadas se vuelven ligeras como una pluma. Así, uno puede llevar, por ejemplo, una carretilla de lingotes de oro, y le parece que está llevando un almohadón de plumas de ganso, tan poco es el peso del oro. Uno puede llevar valijas y valijas de dinero, sin ningún esfuerzo. Hasta se puede llevar un auto de lujo, con una sola mano, o una mansión, sin el menor esfuerzo. A los costados del camino, hay cómodos sillones en donde uno se puede echar a descansar todo el tiempo que quiera, y como en las paredes hay televisores plasma gigantes, y Play Station, y pantallas de computadoras con conexión a internet inalámbrica velocísima, y no hay restricción para entrar en ningún sitio, uno puede estar en esos sillones días y días enteros. La única regla para usar todos estos artilugios es que no se usen las palabras “Dios”, “Jesús”, “María”, “Misa”, “Castidad”. En este camino, todos están felices y ríen a carcajadas, porque no hay nadie que diga qué es lo que hay que hacer. Es más, a cada tramo del camino hay letreros gigantes, brillantes, parpadeantes, que enseñan cuál es la única regla que hay que cumplir para poder caminar por este camino: “Haz lo que quieras”. Todos comen de carritos gigantes con comida que hay a los costados del camino, pero comen sin necesidad, sin hambre, sin apetito, comen solo por comer, por probar el sabor de la comida rica; comen por gula y comen hasta no poder más. Beben también sin necesidad, bebidas de todo tipo, principalmente alcohólicas, mezcladas con substancias extrañas. No beben agua, no beben para satisfacer la sed, sino para embriagarse, para probar el gusto de estar embriagados. Todos comen y beben sin control y ríen también sin control. Escuchan música estridente, ensordecedora, que incita a toda clase de cosas malas. Sin embargo, este camino, a medida que avanza, se va convirtiendo en algo distinto a lo que era al principio: se vuelve cada vez más empinado, y tan empinado, que en sus últimos tramos todos deben ir corriendo cada vez más rápido, hasta que al final se convierte en una pendiente casi vertical que da a un abismo profundísimo y negro, en donde habita el ángel caído; las risas se convierten en llantos y lamentos; el oro, el dinero y los bienes materiales, se vuelven incandescentes y adquieren un peso de mil toneladas; las pantallas de televisión, de Play Station, de computadoras y celulares, usadas para diversión sin Dios, se convierten en horribles huecos negros de donde salen toda clase de alimañas venenosas; el camino mismo, a medida que se avanza, va aumentando su calor, como si estuviera tapizado por losas radiantes, y al final está tan caliente, que está blanco, incandescente, a causa del fuego que sale del abismo y que llega hasta el camino, para envolver a todo el que viene por él. Este camino ancho y espacioso, el camino del mundo, conduce al lago de fuego, en donde habita el ángel caído.
En cambio, el camino que es el Corazón de María es un corazón lleno de luz celestial, porque está Lleno de la gracia divina, y es un corazón lleno del Amor divino, porque es un corazón en donde vive el Espíritu Santo, que es el Amor de Dios. Es difícil y trabajoso transitar por este camino, porque necesariamente hay que renunciar a hacer la propia voluntad, para hacer la Voluntad de Dios en todo; es un camino en subida y además hay que llevar la Cruz, que es de madera y a medida que se sube, se hace más pesada; al que tiene hambre y sed, se le da de comer un Pan que tiene vida eterna, y se le da de beber un cáliz que tiene un vino que solo parece vino, pero es la Sangre del Cordero; mientras se camina, se entonan hermosos cantos de alabanzas a Cristo Jesús, Presente en la Eucaristía, y esto produce el efecto de aliviar inmediatamente el peso de la Cruz y alivia hasta hacer desaparecer, la fatiga que produce la subida. Al final del camino, está Jesús crucificado, y el que llega, sube a la Cruz junto a Jesús, muere con Él y resucita, y así resucitado y lleno de la gloria de Dios, se une a Dios Padre en el Amor del Hijo, el Espíritu Santo. El camino que es el Corazón Inmaculado de María, termina en el cielo, en la unión con Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo, unión que provoca una felicidad y una alegría que no se pueden describir ni imaginar en este mundo.
Éste es el motivo por el cual el Corazón de María es camino a Dios.
¿Cómo vivir la consagración a María? Imitando a la Virgen en sus virtudes. La Virgen tiene todas las virtudes posibles y todas en grado máximo, muchísimo más alto que todos los ángeles y santos juntos: paciencia, humildad, bondad, pureza, castidad, caridad, alegría, amor, paz, afabilidad, servicialidad, sacrificio, valentía, fortaleza, etc. etc. Enumerar las virtudes de la Virgen sería interminable y por eso, el que quiera imitar a María y crecer en una virtud, lo único que tiene que hacer es elevar los ojos a María, y contemplarla en la virtud que quiere practicar. El Corazón de María es como un jardín hermosísimo, con toda clase de flores y plantas que dejan asombrado a quien lo ve; consagrarme a la Virgen es recibir la oportunidad de cultivar una flor como la de ese jardín, en mi propio jardín. Me dan la semilla, que es la virtud, y el agua, que es la gracia. Lo único que tengo que hacer es ponerme a trabajar.
Pero la consagración a María implica otra cosa, porque en María no hay absolutamente ni la más pequeñísima sombra no solo de pecado -que es malicia-, sino ni siquiera de la más insignificante imperfección, porque en María sólo hay lugar para la Bondad y el Amor de Dios. Entonces, el que quiera imitar a María, tiene que ver cuáles son sus pecados e imperfecciones, para arrancarla de raíz, así como se arranca de raíz a una planta venenosa que creció por descuido en el jardín. Si dejamos crecer una planta venenosa –un pecado, un afecto desordenado, un vicio, una imperfección-, entonces se arruina nuestro jardín, que no se parece más al de la Virgen.
¿Dónde y cómo practicar las virtudes de María? ¿Dónde y cómo trabajar para erradicar los pecados, vicios, defectos e imperfecciones, que se encuentran en nuestros corazones, pero que no están en el Corazón de María, y por lo tanto hay que sacarlos urgentemente?
Para imitar a María, no es necesario ir a vivir en un convento; no es necesario hacer un largo viaje y una interminable peregrinación; lo único que es necesario es ver mi vida personal desde el Corazón de María, con los ojos de María, para obrar como lo haría la Virgen, en las situaciones cotidianas que me toca vivir, según mi deber de estado. Es necesaria también la oración, especialmente el Santo Rosario, que son rosas espirituales que le regalamos a la Virgen cada vez que lo rezamos; son necesarios los sacramentos, sobre todo la confesión sacramental frecuente y la Eucaristía, para vivir en estado de gracia y así imitar a María, que es la Llena de gracia; es necesario usar los sacramentales, principalmente el agua bendita; es necesario practicar la humildad y la auto-humillación –María se llamó a sí misma “Esclava del Señor”-, que son contrarios a la soberbia que anida en nuestros corazones; es necesario practicar la misericordia, tanto espiritual como corporal, como la practicó María con su Hijo Jesús durante toda su vida y muy especialmente, en el Camino Real de la Cruz.
Por último, para imitar a María, que es en lo que consiste la consagración, es necesario ver, amar y adorar a su Hijo Jesús, como María. Para eso, hay que rezar esta oración: “Virgen María, dame tus ojos para ver a Jesús como Tú lo ves; dame tu Corazón, para amar a Jesús con tu mismo Amor; dame tu adoración, para adorar a Jesús en la Eucaristía con tu misma adoración”. O también, más corta: “María, Madre mía, dame tus ojos para ver a Jesús, dame tu Corazón para amarlo, dame tu adoración para adorarlo”. Así podremos vivir plenamente la consagración al Inmaculado Corazón de María, y su Corazón Purísimo será nuestro refugio y nuestro camino hacia Dios.

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