jueves, 23 de mayo de 2013

María Auxilio de los cristianos



         Aunque popularizada por San Juan Bosco y asociada a su labor educativa y pedagógica, la devoción a María Auxiliadora de los cristianos se inicia en el año 345 con San Juan Crisóstomo. Hasta el siglo XIX, momento en que se universaliza esta devoción a María a través de la obra salesiana, a la devoción se la asoció siempre con la defensa de baluartes católicos contra enemigos externos, como por ejemplo, la batalla que la Europa católica libró contra la invasión de los turcos en 1572, quienes pretendían conquistarla definitivamente y someterla al Islam. En esta batalla, en la que los cristianos obtuvieron un resonante triunfo, el Santo Padre Pío V había pedido a toda la cristiandad que rezaran e incluyeran la advocación “María Auxilio de los cristianos”. El éxito del ejército católico se atribuyó a la protección de María. También los católicos ortodoxos ucranianos, en el año 1030, se vieron libres de la invasión de los bárbaros, al invocar a la Madre de Dios con el mismo nombre.
         Sin embargo, la condición y el título de María como “Auxiliadora de los cristianos” no se inició en el año 345, ni se limitó a algunas batallas terrenas, ni finalizó por el hecho de que en el momento no se den este tipo de batallas. La condición de María como “Auxiliadora de los cristianos” es inherente a Ella desde su Concepción, desde el momento en que es Madre de Dios y por lo tanto está asociada a su Hijo en la tarea de la Redención como Corredentora.
         Esta condición de María se encuentra reflejada en dos lugares en la Sagrada Escritura: en el Génesis y en el Apocalipsis. En el Génesis, la Virgen es la “Mujer que aplasta la cabeza de la serpiente” por orden divina, debido a que la serpiente es Enemiga mortal de la estirpe de María Santísima: “Pondré enemistad entre ti y la Mujer”. En el Apocalipsis, la Virgen acude en auxilio de los cristianos al defender a su Hijo recién nacido, Cabeza de la Iglesia, de los ataques del dragón, el cual pretende ahogar al Hijo de María en el río de sus aguas inmundas, surgidas de sus entrañas abominables, sin lograrlo, puesto que a la Virgen le son concedidas dos “alas de águila” con las que vuela al desierto. Pero también María acude en auxilio de los cristianos desde el momento en que la Serpiente o Dragón, viéndose “despechado” por la Mujer, esto es, María, va a “hacer la guerra” a la estirpe de María, sus hijos adoptivos, los cristianos. Y así como acudió en auxilio de su Hijo, así acude en auxilio de sus hijos adoptivos, los cristianos, librándolos de las pestilentes aguas surgidas de las entrañas del ángel caído.
         Al igual que al principio de los tiempos, y al igual que en diversos momentos de la historia, en nuestros tiempos, la Virgen María continúa siendo “Auxilio de los cristianos”, porque siempre vino en auxilio de sus hijos acosados por la Antigua Serpiente, pero podemos decir que hoy, más que nunca, es necesaria la invocación a María, puesto que la Serpiente Antigua se muestra cada día más osada en sus ataques contra las almas, buscando perderlas en el infierno, y para ello se vale de la secta más perversa y malvada que jamás la historia de la humanidad haya conocido, la secta de la Nueva Era, la Conspiración de Acuario o New Age, secta mediante la cual busca la iniciación luciferina y la consagración luciferina de toda la humanidad, para instalarse en el lugar que le corresponde solo a Dios y ser adorado sacrílegamente por los hombres.
         Hoy, más que nunca, nos encontramos ante un gravísimo peligro, un peligro infinitamente más grande que la invasión de ejércitos terrenos, porque estos están compuestos por hombres, mientras que los ejércitos que nos acechan hoy son las “siniestras potestades de los aires”, los ángeles caídos, que a través de la secta de la Nueva Era y la difusión del gnosticismo, ateísmo, ocultismo, satanismo y terapias alternativas, atrapa a las almas conduciéndolas por el camino de la eterna perdición.
         Hoy, más que nunca, es necesario que imploremos el auxilio de nuestra Madre del cielo: “María, Auxiliadora de los cristianos, ven en nuestro auxilio, ven en nuestro socorro, no nos desampares frente al ataque perverso y maligno del siniestro ángel caído; ven en nuestro auxilio y desbarata y destruye a esta secta tenebrosa; ven en nuestro auxilio, fortalece a tus hijos, para que combatan con valor y eficacia, con las armas de la fe, las siniestras acechanzas del maligno; ven, Auxilio de los cristianos, confórtanos con tu presencia, danos a tu Hijo Jesús, nuestra única salvación. Amén”.
        

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