viernes, 23 de julio de 2010

Oremos con el icono de la Madre de Dios "Tu vientre se ha convertido en Santa Mesa"


El icono llamado originalmente “Icono Niceno de la Madre de Dios” fue denominado más tarde “Tu vientre se ha convertido en una Santa Mesa”, tomando las palabras de san Andrés de Creta, del Canon para la mitad de Pentecostés: “¡Madre de Dios!/ Tu vientre se ha convertido en una Santa Mesa/ en la que está contenido el Pan que viene del Cielo./ Quien coma de este Pan no morirá,/ así lo ha dicho el que alimenta a todos/” (cfr. La Virgen María, colec. Padres de la Iglesia, Patria Grande, Bs. As. 1978, p. 104.) .
En él se ve cómo el Niño emerge de un cáliz que se encuentra apoyado sobre una mesa, la cual a su vez ocupa el lugar del vientre de la Virgen. Allí, el vientre de la Virgen se ha convertido en un altar eucarístico, y sobre él se eleva un cáliz, y del cáliz emerge el Niño Dios. El vientre de la Virgen se convierte, por obra del Espíritu Santo, en la Santa Mesa, en donde se sirve el banquete eucarístico, el banquete escatológico, el banquete que Dios Padre ofrece a sus hijos adoptivos, los hombres.
Sobre esta Mesa Santa, se sirve el manjar de los cielos: el Pan de Vida eterna, el Vino de la Alianza Nueva y Eterna, y la Carne del Cordero de Dios, Cristo resucitado.
La conversión del vientre de la Virgen en una Mesa Santa de la cual surge el Niño, que es la Eucaristía, simboliza la continuación y prolongación, en la Eucaristía, del Nacimiento milagroso del Niño Dios en Belén. En Belén, casa de Pan, nació del vientre de la Virgen, como un rayo de sol atraviesa un cristal, el Pan de Vida Eterna, Jesús Eucaristía. De esta manera, el icono de la Madre de Dios, por el cual su vientre se convierte en una Mesa Santa, es una sola figura con el icono de Belén, en donde el Pan de Vida Eterna viene al mundo envuelto en luz. Pero ambos se continúan y se prolongan, se actualizan y se hacen vivos, en la Santa Misa: allí, la Madre de Dios ofrece a su Hijo, que es Pan de Vida Eterna, como lo ofreció en Belén, y su Hijo está sobre una Mesa Santa, sobre un altar, en la Santa Misa, como lo está sobre una Mesa Santa, sobre un altar, en el icono de la Madre de Dios.
Así como el icono es una ventana al mundo sobrenatural, así la Santa Misa es ese mismo mundo sobrenatural que viene a nosotros en toda su esplendorosa y misteriosa realidad. Si el icono nos comunica con el misterio y nos transporta en espíritu hacia la realidad sobrenatural de aquello que está representado, en la Santa Misa esa realidad sobrenatural viene hacia nosotros, poniéndonos en contacto real con el misterio, puesto que, por la Eucaristía, nos encontramos “delante” de él, delante del misterio.
Otro elemento de la Santa Misa presente en este icono de la Madre de Dios es la posición de la Virgen, que recuerda a la del sacerdote ministerial, con las manos en posición de oración y con la cabeza ligeramente inclinada. De esta manera, el sacerdocio ministerial, con su imagen y la función de consagrar el Cuerpo de Cristo y hacer nacer a Cristo, por obra del Espíritu, en la Mesa del altar eucarístico, se fusiona y se vuelve uno solo, por así decirlo, con la imagen de la Madre de Dios, de cuyo vientre surge el Niño que existe desde la Eternidad y que viene desde el icono para donársenos como Pan Vivo bajado del Cielo. Refuerza esta rememoración del sacerdote ministerial el hecho de ver a la Madre de Dios, en el icono, en una posición y en una actitud similares a las del sacerdote ministerial en la Santa Misa, particularmente en la consagración.
En el ícono, la Virgen Madre aparece y se muestra en la misma posición del sacerdote ministerial en la Santa Misa: con las manos en posición de oración, y con la cabeza ligeramente inclinada.
Este sagrado ícono cumple su función de trasladarnos espiritualmente al mundo sobrenatural, ya que nos conduce a la Santa Misa, y ésta nos introduce en ese mundo sobrenatural, al concedernos al Hijo de la Madre de Dios, Jesús Eucaristía, el Pan de Vida eterna, el Pan de la Mesa Santa.