viernes, 28 de abril de 2017

Los milagros de Nuestra Señora del Valle de Catamarca


La hermosa imagen de Nuestra Señora del Valle de Catamarca representa a la Virgen en el misterio de su Concepción Inmaculada y se encuentra de pie, con la media luna bajo sus plantas y las manos juntas ante el pecho, en posición de oración, al tiempo que mira sonriente hacia el cielo[1]. Es una imagen que ha concedido numerosos milagros, siendo, el primero de todos, su misma aparición, inexplicable. A partir de su aparición milagrosa, Nuestra Señora del Valle ha continuado concediendo una innumerable cantidad de milagros, algunos de cuales los analizaremos, para reflexionar acerca de su sentido espiritual.
         El milagro del jarro: sucedió que un hombre, que estaba a punto de morir, se encomendó a Nuestra Señora del Valle y le rogó por su vida, prometiéndole peregrinar a su Santuario si sanaba. Al poco tiempo recuperó milagrosamente su salud, al punto de poder realizar sus labores de agricultor, como cuando estaba sano, por lo que decidió cumplir su promesa a la Virgen, así que comenzó su largo viaje a Catamarca por las extensas salinas, montado en un burro. Sin embargo, el hombre no había calculado bien el tiempo que le llevaría atravesar las salinas, por lo que, en un momento determinado, tanto él como su burro, estuvieron en un peligro cierto de perder la vida por deshidratación. En ese momento, se encomendó nuevamente a la Virgen del Valle y, según el relato de este peregrino, apenas terminó de encomendarse por segunda vez, apareció de la nada un jarro plateado, del cual manaba abundante agua, cristalina y fresca, con lo cual tanto él como su burro pudieron saciar la sed y continuar a salvo el camino: “…de un jarro plateado que apareció repentinamente en el camino, salía mucho agua, como si fuera una fuente que fluye del corazón de la tierra, para que podamos ambos satisfacer nuestra sed”. Paralelamente a este milagro que sucedía en el desierto, en el santuario de la Virgen había desaparecido, inexplicablemente, un jarro plateado. Al llegar a la Iglesia, el peregrino le relató al sacerdote cómo la Virgen lo había salvado por dos veces de morir, luego de lo cual extrajo de su bolso el jarro plateado que había aparecido en el desierto, que era a su vez el mismo que había desaparecido misteriosamente del santuario. Este jarro es el que se conoce actualmente como “El Jarro Milagroso” o el “Jarro de la Virgen”, aunque también los sacramentos, por ellos viene la gracia santificante, que salva.
         Sentido espiritual del milagro: la Virgen del Valle salva al hombre de dos muertes, luego de que éste la invocara dos veces, estando en peligro de muerte. Esto significa, por un lado, que la Virgen es una Madre amorosa que cuidad de cada hijo suyo y que cuando sus hijos la invocan, nunca deja de escuchar y atender sus súplicas. Otro significado es que, al ser la Mediadora de todas las gracias, salva ante todo de la segunda muerte o condenación eterna, concediendo las gracias necesarias, en el momento de la muerte, para que el alma devota alcance la contrición perfecta, es decir, el arrepentimiento perfecto de sus pecados, que es salvífico. El hecho de estar el hombre a punto de morir en el desierto, significa el alma que muere en el desierto de la vida sin Dios, es decir, el pecado mortal, mientras que el sol candente del desierto, que quita la vida, representa al Demonio; el agua a su vez, cristalina y fresca y que le impide morir, es símbolo de la gracia santificante que, llegando al alma por el Sacramento de la Penitencia, revive el alma muerta por el pecado mortal, dándole la gracia, que lo hace participar de la vida divina. La peregrinación al santuario y el hecho de que el jarro de plata sea del santuario, simboliza la peregrinación del hombre en esta vida hacia la Jerusalén celestial, en donde está la Fuente Increada de la Vida, el Cordero de Dios, Cristo Jesús.
Resucita a un niño: A Don Ignacio Moreno Gordillo, conocido y respetado vecino de Santa Cruz, le falleció un hijo, por lo que decidió cargar con su cuerpo, junto a otros familiares, para depositarlo a los pies de la Virgen, prometiéndole a la Virgen que si lo regresaba a la vida, consagrarían al niño a su exclusivo servicio como sacerdote y capellán del Santuario. Sucedió que, una vez depositado el cuerpecito ya rígido del niño a los pies de la Portentosa Imagen, el niño comenzó a respirar y a moverse, volviendo a la vida después de muerto.
Sentido espiritual del milagro: es también una representación de lo que sucede en el alma cuando, muerta a la vida de Dios por el pecado mortal, acude a los pies del sacerdote para confesar sus pecados, volviendo a la vida de la gracia y de la fe, por medio de la absolución.
Devuelve la vista a un ciego: luego de que el Presbítero Dr. Pedro Ignacio Acuña quedara ciego a causa de una enfermedad, el cura del santuario, junto con otros sacerdotes, deciden llevar en procesión la imagen de la Virgen a la casa del enfermo. Una vez llegada la imagen, el sacerdote, postrado de rodillas, oró en silencio un corto tiempo, y después habló en voz alta a la Virgen, pidiéndole recobrar la vista si es que esa era la voluntad de Dios y si no, que le concediera la fuerza espiritual y la resignación para sobrellevar cristianamente su ceguera. Según narran los testigos, todavía no había terminado de hablar cuando comenzó a distinguir, poco a poco, la imagen de la Virgen, hasta recuperar por completo la vista.
Sentido espiritual del milagro: la ceguera es símbolo de falta de fe y de una vida sin Dios, puesto que Dios es Luz Increada y nos ilumina con la luz de su gracia en esta vida, y con la luz de su gloria en la Bienaventuranza. En este sentido, el recuperar la vista, es decir, el poder ver la luz, representa al alma que recibe el don de la fe y así, con los ojos del alma iluminados por la fe, puede contemplar los misterios sobrenaturales del Hombre-Dios Jesucristo. El hecho de que la imagen de la Virgen sea lo primero que ve, es para significar la condición de María como Mediadora de todas las gracias y que, por lo tanto, quien desea contemplar la luz, que es Cristo, debe encomendarse a su Madre, la Virgen.
Exterminio de plagas: En el año 1764 se desencadenó una plaga de gusanos de tal magnitud, que ya se daban por perdidas todas las cosechas de algodón. Los campesinos decidieron ofrecer una Misa a la Virgen, el 25 de Marzo de ese año, para pedirle el exterminio de las plagas y la salvación de sus cosechas. Al día siguiente, no solo habían desaparecido los gusanos, sino que los algodonales estaban verdes, lozanos, frondosos, sin ninguna planta marchita, como si nunca hubieran sido afectados por los gusanos. Un milagro similar ocurrió pocos años después, esta vez, con una plaga de langostas: los vecinos ofrecieron una Misa de rogativas a Nuestra Señora suplicándole su intercesión, comprobándose luego que la temible manga de langostas había levantado vuelo hacia el sur.
Sentido espiritual del milagro: las plagas, tanto de gusanos como de langostas, son símbolos de una plaga espiritual, mucho más devastadora para el alma, y es la plaga del pecado, que arruina el alma, marchitándola y dejándola muerta, como una planta seca y sin vida. La desaparición de la plaga representa el don de la gracia, que hace que el alma no solo quede sin pecado, sino que, inmaculada, sin mancha, comience a vivir una nueva vida, la vida de los hijos de Dios.
Milagro Eucarístico: el Sr. Roque Navarreta llegó a un punto de su enfermedad, en que la única alternativa que le habían dado los médicos era someterse a diálisis día por medio con urgencia. Roque decide ir “cerca de la Virgencita del Valle, porque sé que Ella me va a sanar”. Participa de la Santa Misa con su hermano que ya que había pedido por la salud de Roque en las intenciones de las misas anteriores. Luego de la consagración, el sacerdote realizó la genuflexión establecida en el Misal, sucediendo entonces que la Hostia consagrada comenzó a elevarse de la patena, hasta colocarse en posición vertical, como si una mano invisible lo sostuviese, se estabilizó a la altura del hombro de una persona y se dirigió hacia el corredor central, llegó hasta la tercera o cuarta fila, giró, se dirigió hacia dónde estaba Roque por atrás de él, pasó por su costado y luego descendió hasta su pie derecho. En ese momento, Roque sintió que lo tocaron. A pesar de que la Forma había sido partida en el momento de la consagración, los asistentes la vieron completa mientras se desplazaba por el aire. El sacerdote recogió la Eucaristía y, terminada la misa, acercaron a Roque al sacerdote, quien lo bendijo en modo especial, ya que sabía que se trataba de la persona por quien se pedía en misas anteriores. Ese martes de octubre se retiraron los análisis, y el médico pudo constatar la total curación de Roque.
         Sentido espiritual del milagro: así como la Virgen no deja de escuchar ninguno de nuestros ruegos, así Jesús no deja de escuchar ninguno de los pedidos que la Virgen le hace por nosotros. Y muchas veces, para darle contento a su Madre, Él mismo hace el milagro en Persona, como en este caso. 
       Con toda probabilidad, a nosotros no nos ocurrirán estos milagros sensibles, visibles, que pueden ser captados por los sentidos, pero no por eso debemos pensar que la Virgen no escucha nuestros pedidos: no hay un solo pedido, hecho con fe y amor a la Virgen, que Ella no deje de escucharlo y también de atenderlo, y si bien, con toda seguridad, no sucederá en el tiempo y la forma que nosotros lo deseamos, la Virgen, en algún momento, nos responderá, porque es una Madre amorosa que ama a sus hijos pródigos, nosotros, con el mismo amor de Dios, el Espíritu Santo.

martes, 11 de abril de 2017

El espíritu de la Legión es el espíritu de María


         Todo grupo y toda organización eclesial, se caracteriza por tener un cierto “espíritu”, que le es dado, por lo general, por el o los fundadores de esos movimientos u organizaciones. Dicho “espíritu” es sumamente importante, porque viene a cumplir las funciones que cumple el alma humana en el cuerpo: le da vida y movimiento y su actuar depende de cómo sea el espíritu, y cuando falta ese espíritu fundacional, puede decirse que el movimiento, o languidece, o directamente muere. Es decir, el espíritu, en una organización eclesiástica, es vital, en el sentido literal de la palabra, porque así como es el espíritu, así será el movimiento. ¿Cuál es el espíritu de la Legión? La respuesta la tiene el Manual del Legionario: “El espíritu de la Legión es el espíritu de María misma” [1]. La Legión no tiene otro espíritu que el de María; el espíritu de María, o el alma de María, es el espíritu o el alma de la Legión, y es lo que le da vida y movimiento y determina sus características de ser y de obrar. Así como es el espíritu de María, así es el espíritu de la Legión.
         ¿Y cómo es el espíritu de María, al cual la Legión debe imitar, y del cual la Legión debe estar informada, así como el cuerpo está informado por el alma? También nos lo dice el Manual: “La Legión anhela imitar (a María en) su profunda humildad, su perfecta sumisión, su dulzura angelical, su continua oración, su absoluta mortificación, su inmaculada pureza, su heroica paciencia, su celestial sabiduría, su amor a Dios intrépido y sacrificado; pero, sobre todo, su fe, esa virtud que en Ella y solamente en Ella, llegó hasta su más algo grado, una sublimidad sin par”[2].
Esto que vale para la Legión en su totalidad, vale para cada legionario en particular, es decir, todo legionario debe tener el espíritu de María, así como toda la Legión debe también tenerlo: todo legionario debe luchar contra el hombre viejo para imitar a María, puesto que el espíritu del hombre viejo se opone radicalmente al de María, siendo imposible la coexistencia de ambos. Así, el legionario –y la Legión- deben luchar, en concreto, por imitar las excelsas virtudes de María: “su profunda humildad”, que contrasta con el orgullo y la soberbia del hombre viejo, que impiden, por ejemplo, el ser capaces de perdonar o de pedir perdón, o de aceptar que se ha equivocado, o de aceptar una corrección fraterna, sin enfurecerse y ensoberbecerse: el hombre viejo dice: “A mí nadie me corrige”, lo cual es signo de que su espíritu no es, en modo absoluto, el de María; “su perfecta sumisión”, lo cual implica, en el caso de los jóvenes, sumisión a los padres; en los adultos, sumisión a los superiores; en el caso del Legionario, entender que la sumisión de buen grado a las órdenes impartidas es signo de humildad y de clara imitación de María, que fue sumisa a la Palabra de Dios y al deseo del Padre de que Ella fuera la Madre de Dios Hijo; “su dulzura angelical”, que se contrapone con el carácter hosco, torpe, sin educación, banal, de quien tiene el espíritu del mundo; “su continua oración”, que se contrapone con la acedia espiritual, que lleva al alma mundana o tibia a dejar de lado su oración o, peor aún, a hacerla con hastío y tedio; “su absoluta mortificación”, que contrasta con el espíritu mundano, que se caracteriza por la satisfacción de los placeres sensibles y por la repulsa de todo lo que implique sacrificio; “su inmaculada pureza”, que se refiere no solo a la pureza corporal, esto es, la castidad y virginidad, sino  también a la pureza de la fe, porque un legionario jamás puede contaminar su fe católica con creencias supersticiosas –por ejemplo, asistir a Misa y rezar en su hogar a ídolos paganos, como el Gauchito Gil, la Difunta Correa, San La Muerte, entre otros tantos-; “su heroica paciencia”, que contrasta con la impaciencia del hombre viejo, que ante cualquier contratiempo, deja traslucir su enojo, en clara contraposición con la dulzura del carácter de María; “su celestial sabiduría”, cuya principal manifestación es el amor a Jesús Eucaristía, el amor a la oración y el amor al prójimo, y se contrapone con la sabiduría mundana, que desprecia la sabiduría de Dios; “su amor a Dios intrépido y sacrificado”, que se contrapone con la tibieza del hombre viejo, que ante el sacrificio que se le pide por amor a Dios, pone miles de pretextos para no cumplir; por último, el espíritu de María se caracteriza por su fe, una fe que no se basa en el estado de ánimo –me siento bien, tengo fe en Dios; estoy pasando un momento difícil, no tengo fe en Dios-, sino en la firme adhesión de la mente a las verdades de fe de la Santa Madre Iglesia, expresadas ante todo en el Credo de los Apóstoles.
         Cuando la Legión, y cada legionario, tienen este espíritu de María, no hay empresa que no puedan acometer, y con el mayor de los éxitos, dice el Manual: “Animada la Legión con esta fe este amor de María, no hay empresa, por ardua que sea, que le arredre; ni se queja ella de imposibles, porque cree que todo lo puede (Imitación de Cristo, III, 3, 5)”[3].
        Concluye el Manual dando la “fórmula” para vivir en este espíritu de María y del espíritu de María, y es del estar unido, el legionario, todo el día, en medio de las preocupaciones y trabajos cotidianos, a Jesús, tal como lo hacía María en su vida terrena: “El modelo perfecto de esta espiritualidad apostólica es la Santísima Virgen María, Reina de los Apóstoles. Ella, mientras vivió en este mundo una vida igual a la de los demás, llena de preocupaciones familiares y de trabajos, estaba constantemente unida a su Hijo, y cooperó de modo singularísimo a la obra del Salvador… Hónrenla todos con su suma devoción, y encomienden su vida apostólica a la solicitud de María” (AA, 4).
         
        




[1] Cfr. Manual del Legionario, Cap. III.
[2] Cfr. ibidem.
[3] Cfr. ibidem.