lunes, 2 de diciembre de 2019

Agradezcamos a Dios por la vida y por la gracia a través de María Santísima



          En relación a Dios, los hombres tenemos múltiples motivos para agradecer: desde el haber sido creados a su imagen y semejanza, hasta el habernos dado el Bautismo, pasando por el don de la vida que continuamente nos da. Ahora bien, hay dos motivos en especial por los cuales debemos dar, especialmente, valga la redundancia, gracias a Dios: por el don de la vida y por el don de la gracia. Por el don de la vida, porque como dijimos, fuimos creados a imagen y semejanza de Dios; fuimos dotados de un alma espiritual, que nos asemeja a los ángeles y de un cuerpo terreno, que nos asemeja a los animales. Por haber sido creados a imagen y semejanza de Dios, es que somos el centro del universo, la creatura más amada y predilecta de Dios. Cuando miramos el resto de la Creación, nos podemos dar cuenta de cuán afortunados hemos sido al haber sido creados con vida humana, porque si bien no somos ángeles, tampoco somos seres irracionales, como los animales, ni mucho menos inanimados, como lo es, por ejemplo, el reino mineral. Hemos sido creados con vida y con una vida que nos coloca en el medio, entre los seres irracionales y los ángeles y también Dios. Por esta razón, debemos dar gracias a Dios de modo continuo, porque nos creó con vida y con vida racional, lo que nos asemeja a los ángeles y a Dios.
Ahora bien, hay otro motivo por el cual debemos dar gracias a Dios y es el habernos concedido la gracia, porque si por la vida humana estábamos en el medio entre los seres irracionales y los ángeles, por la gracia nos acercamos a Dios, ya que la gracia nos hace participar de la vida misma de Dios y nos hace Dios por participación. Es decir, si por la vida terrena ya tenemos motivos más que suficientes para dar gracias a Dios por habernos creado, por el hecho de recibir la gracia debemos vivir en constante acción de gracias, porque por la gracia dejamos de ser meras creaturas, para ser Dios por participación y eso es un don tan grande, que no podremos comprenderlo ni agradecerlo como es debido, ni en toda esta vida ni en toda la eternidad.
Por último, para que nuestra acción de gracias sea verdaderamente bien recibida por Dios, debemos hacer la acción de gracias no por nosotros mismos, sino que debemos acudir a la Virgen, para que sea Ella quien, con su Corazón Inmaculado, dé gracias a Dios en nuestro nombre. De esta manera nos aseguraremos que nuestra acción de gracias será bien recibida por Dios Uno y Trino y, como la Virgen es Mediadora de todas las gracias, recibiremos de Dios, a través de la Virgen, gracias todavía más grandes, si cabe; tantas, que no podemos ni siquiera imaginar.

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