martes, 2 de diciembre de 2014

La Virgen como modelo de pureza de mente, de corazón y de cuerpo para recibir a Jesús en la Eucaristía


          (Homilía predicada en la Novena a la Inmaculada Concepción en la Parroquia "Inmaculada Concepción", de Río Seco, Tucumán, Argentina)

La Patrona de nuestra Parroquia es la “Inmaculada Concepción”. ¿Qué quiere decir “Inmaculada Concepción”? ¿De qué nos sirve en nuestra vida diaria que la Virgen sea “Inmaculada Concepción”? “Inmaculada Concepción” quiere decir que la Virgen fue concebida sin mancha de pecado original, es decir, sin la más pequeñísima malicia y eso significa que la Virgen no era capaz de cometer no solo el más ligero pecado venial, sino ni siquiera la más ligera imperfección, porque su cuerpo y su alma habían sido concebidos puros, inmaculados, sin la mancha del pecado original que había infectado a los primeros padres, Adán y Eva.
Recordemos que Adán y Eva, los primeros padres de la humanidad, que habían sido creados en estado de gracia en el Paraíso, oyeron la voz de la Serpiente Antigua en el Paraíso e hicieron oídos sordos a la Voz de Dios, y fue así que cometieron el pecado original que los privó de la gracia santificante con la que habían sido creados, y por ese motivo, fueron expulsados del Paraíso. Desde entonces, todos los seres humanos, nacemos privados de la gracia y con la mancha del pecado original, y eso quiere decir dos cosas principalmente: que nuestra razón tiene dificultad para conocer la Verdad y que nuestra voluntad, aunque desea el bien, se inclina al mal, por la concupiscencia de la carne, y por eso es que necesitamos de la gracia santificante para no cometer pecados, y si no recurrimos a la gracia, caemos en el pecado y cuando estamos en pecado, no podemos salir, por nosotros mismos, del estado de pecado. El pecado, puesto que es malicia, nos aparta radicalmente de Dios, ya que Dios es bondad y santidad infinitas. La Virgen, porque debía ser la Madre de Dios, la Madre del Redentor, fue concebida como “Inmaculada Concepción”, es decir, sin mancha de pecado original, y por eso era pura en cuerpo y alma y esto quiere decir que era incapaz de obrar cualquier clase de mal, pero no solo incapaz de obrar cualquier clase de mal, sino que era incapaz de cualquier imperfección.
Además, la Virgen no solo fue concebida sin mancha, sino que fue concebida “Llena de gracia”, y esto quiere decir que estaba inhabitada por el Espíritu Santo, llena del Amor Purísimo de Dios, y esto significa que nada podía amar la Virgen sino era a Dios, en Dios y por Dios, porque su Mente era sapientísima, y así, la Virgen, que por esto mismo poseía una sabiduría que superaba infinitamente a las mentes de todos los ángeles juntos, podía detectar el error más sutil, y rechazarlo, y por ese motivo le tenía horror a la mentira; su Corazón Inmaculado, inhabitado desde su Concepción Inmaculada por el Espíritu Santo, amaba solo a Dios y si amaba a las creaturas, las amaba en Dios, para Dios y por Dios, y todo lo que no fuera Dios, por Dios y para Dios, la Virgen no lo amaba; su Cuerpo era inmaculado, puro, virgen y fue virgen antes, durante y después de la Encarnación del Verbo de Dios en su seno purísimo, y continúa siéndolo en los cielos, y continuará siendo Virgen por los siglos infinitos, porque la Concepción de su Hijo Jesús, que es Dios, fue realizada virginal y milagrosamente por el Amor de Dios, el Espíritu Santo, sin intervención alguna del hombre.
Por todo esto, la Virgen, como Inmaculada Concepción, era Purísima de mente, de corazón y de cuerpo, y por eso mismo, es modelo de pureza de mente, de corazón y de cuerpo para todos los hombres y para todas las épocas, pero sobre todo, para nuestro mundo de hoy, que está muy necesitado de esta virtud, la de la pureza y, por supuesto, es modelo para nosotros.
Hoy, pareciera que la impureza lo domina todo, pero no solo la impureza del cuerpo, sino la impureza de la mente y la impureza del corazón.
Hoy domina la impureza de la mente y la impureza de la mente es, ante todo, la mentira y el error: cuando se dicen mentiras, de cualquier tipo, y aunque sean mentiras “inocentes”, son siempre mentiras, y el que dice mentiras, se aleja de la Virgen, que nunca jamás dijo mentiras y se aleja de Jesús, que es "la Verdad" -Jesús dijo de sí mismo: "Yo Soy el Camino, la Verdad y la Vida" (Jn 14, 6)-, y se acerca al Príncipe de las tinieblas, que es el “Padre de la mentira”, como le llama Jesús en el Evangelio (cfr. Jn 8, 44). Son las mentiras comunes, o mentiras más graves, que pueden mezclarse también en las cosas de la fe, y esas son las más peligrosas.
La impureza de la mente es también cuando se creen en las supersticiones, como el Gauchito Gil, la Difunta Correa, San La Muerte, el horóscopo, la cinta roja, el gato negro, o cuando se hacen cosas malvadas, como la brujería, el juego de la copa, el tablero ouija, que son todas cosas prohibidas por Dios, porque son perversiones de la religión.
La Virgen es modelo de pureza de fe en Jesús en la Eucaristía, porque cuando el Ángel le anunció que Ella iba a ser la Madre de Dios, Ella creyó primero con su Mente Purísima, y nunca dudó de la Palabra de Dios, y nunca creyó en ninguna otra cosa que lo que le decía el Ángel, porque su Mente Sapientísima, iluminada e inhabitada por el Espíritu Santo, contemplaba la Verdad de Dios Uno y Trino y se adhería con todo su ser, al tiempo que reconocía el error, la mentira y la herejía y los rechazaba con todo su ser; por eso, la Virgen es nuestro modelo de pureza de nuestra mente para creer en la Presencia de Jesús en la Eucaristía, para que nos apartemos de la mentira y del error como quien se aparta de la peste; la Virgen es modelo de nuestra fe en Jesucristo, Dios Encarnado en la Eucaristía, para que nuestra fe Eucarística sea pura como el cristal transparente y para que no la contaminemos creyendo en supersticiones y en errores acerca de la fe, y para que solo creamos en la Eucaristía y en los santos de la Iglesia Católica.
La impureza del corazón es cuando se desean cosas malas, que dañan al cuerpo y al alma, pero sobre todo, ofenden a Dios, porque son pecado: las envidias, los odios, las peleas, las discusiones, las habladurías. Cuando el corazón desea estas cosas malas, se convierte, de nido de luz y de amor, en el que debería morar la Dulce Paloma del Espíritu Santo, para así dar el Amor de Cristo a los demás, en una cueva pestilente, oscura, sucia y fría, en donde hacen morada bestias siniestras, sombras vivientes, los ángeles caídos, cuyo veneno es más mortífero que el de las alimañas y cuya ponzoña es más letal que el de las arañas y serpientes más letales de la tierra.
La Virgen es modelo de pureza de fe en Jesús en la Eucaristía, porque cuando el Ángel le anunció que Ella iba a ser la Madre de Dios, Ella creyó con su Mente Purísima y lo Amó con su Corazón Inmaculado, y no amó ninguna otra cosa más y a nadie más que no fuera a su Hijo Jesús, que era el Hijo de Dios.
Su Corazón Inmaculado estaba lleno del Amor de Dios y estaba todo ocupado por el Espíritu Santo y por eso mismo, no había lugar en él para ningún amor impuro y para ninguna cosa mala, y por eso la Virgen es nuestro modelo para nuestro corazón al momento de recibir la comunión eucarística, para cuando tengamos que recibir a Jesús en la Eucaristía, porque así como estaba el Corazón de la Virgen, lleno del Amor de Dios para recibir a su Hijo Jesús, así debe estar nuestro corazón, lleno del Amor de Dios, para recibir a Jesús en la Eucaristía, y no debe haber ninguna cosa mala en nuestros corazones, al momento de comulgar.
La impureza del cuerpo es cuando se cometen cosas malas con el cuerpo, y son todos los pecados que tienen que ver con el sexto y el noveno mandamiento, los pecados de lujuria, que son los pecados que, como les dijo la Virgen en Fátima a los Pastorcitos, “son los que más almas llevan al Infierno”. La pornografía, el vestir escandalosamente, el tener relaciones antes del matrimonio, o extra-matrimoniales, o contra la naturaleza, son todas cosas prohibidas por Dios en sus Mandamientos, y quien los contraría, contraría al mismo Dios, que los promulgó.
La Virgen es modelo de pureza de cuerpo para recibir a Jesús en la Eucaristía, porque cuando el Ángel le anunció que Ella iba a ser la Madre de Dios, Ella era Virgen, y fue Virgen antes, durante y después del parto, y continúa siéndolo por toda la eternidad, y lo seguirá siendo por todas las eternidades de eternidades. La Virgen concibió en su Cuerpo Virginal al Hijo de Dios por obra del Espíritu Santo, sin intervención de varón, porque la Concepción del Verbo de Dios fue milagrosa y fue así: el Espíritu Santo llevó al Hijo de Dios, desde el seno del eterno Padre, al seno virginal, el útero materno de la Virgen, y lo implantó, al tiempo que creó, en ese mismo momento, la célula masculina y el alma de Jesús de Nazareth, y así fue como dio comienzo la existencia terrena del Hombre-Dios Jesucristo. Jesús es Dios Hijo encarnado, pero en su concepción no intervino varón alguno, porque San José fue solo esposo legal de María Virgen y su matrimonio fue solo un matrimonio legal. La Virgen fue Virgen antes, durante y después del parto, y por eso la Virgen, fue Purísima en su Cuerpo virginal, porque tenía que recibir el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo.
De esta manera, la Virgen es modelo de pureza de cuerpo para nosotros, para nuestra comunión eucarística, en donde recibimos el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo. Al igual que la Virgen, que fue Pura de cuerpo, también nuestro cuerpo debe estar puro, por la gracia santificante, por la confesión sacramental, al momento de la comunión eucarística, y por eso, la Virgen es nuestro modelo de Pureza de cuerpo para comulgar.
Por todo esto, la Virgen, como Inmaculada Concepción, es modelo de pureza de mente, de corazón y de cuerpo y a Ella, como a Nuestra Madre del cielo, debemos siempre contemplarla e imitarla, para recibir, purificados por la gracia santificante, a Jesús en la Eucaristía. Esto es lo que quiere decir que la Virgen es “Inmaculada Concepción”, y para esto nos sirve que Ella sea “Inmaculada Concepción”, en nuestra vida diaria.

Propósito: la confesión sacramental para recibir con pureza de mente, de corazón y de cuerpo a Jesús en la Eucaristía, en estado de gracia, a imitación de la Inmaculada Concepción. 

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