sábado, 22 de septiembre de 2018

La Virgen de la Merced y nuestra batalla espiritual



         Cuando revisamos la Historia y sobre todo la de nuestra Patria, nos encontramos con grandes ejemplos en nuestros patriotas, ejemplos que son dignos de contemplar y de reflexionar sobre ellos, porque son sumamente válidos para nuestros tiempos, tanto a nivel personal como a nivel de Nación. Es decir, recordar la Historia, saber cómo sucedieron las cosas, es imprescindible para vivir el presente de cara a Dios y construir un futuro de paz, basados en la Ley de Dios. ¿Qué nos enseña la Historia? La Historia nos enseña que el General Belgrano, antes de la Batalla del Campo de las Carreras, se encomendó a la Virgen, porque él era muy devoto y piadoso y le pidió que, si era la Voluntad de Dios, el resultado fuera favorable al Ejército criollo. Si las fuerzas patriotas vencían en la Batalla, el General le prometió a la Virgen que le daría el bastón de mando y la nombraría Generala del Ejército Argentino. La Batalla, como todos sabemos, fue favorable al Ejército patriota y el General Belgrano cumplió su promesa, dándole el bastón de mando y nombrándola Generala del Ejército Argentino.
         La victoria de la Batalla del Campo de las Carreras fue muy importante estratégicamente para la Independencia argentina, porque afianzó a las fuerzas criollas en el Norte, desalojando al enemigo. Fue una batalla convencional, con armas de fuego, en un lugar determinado llamado “Campo de las Carreras” y lo que estaba en juego era algo muy importante, la Independencia de la Nación Argentina. Por Providencia de Dios, tuvimos un General que no solo era competente en lo que hacía, sino que además y sobre todo, era piadoso y muy devoto de la Virgen. Por esa razón, los argentinos debemos estar orgullosos de tener un prócer como el General Belgrano.
         De todo este suceso, nosotros, los argentinos del siglo XXI –y los de los siglos venideros- debemos tratar de imitar a nuestro prócer, el General Belgrano, en su piedad y en su devoción mariana, en su amor incondicional a la Virgen, toda vez que, en nuestros tiempos, también estamos enfrascados en una lucha. ¿De qué lucha se trata? No es una lucha contra nuestro prójimo, sino que se trata de una lucha espiritual, “contra los Principados y Potestades de los aires”, es decir, contra los ángeles caídos, que buscan nuestra eterna perdición y también es la lucha contra los servidores de Satanás, como el Gauchito Gil, la Difunta Correa y San La Muerte. El enemigo, entonces, no es un soldado realista, sino los ángeles caídos; el campo de batalla no es un lugar geográfico, como el Campo de las Carreras, sino nuestro propio corazón, porque es allí en donde se entabla la lucha espiritual; el triunfo no es la independencia de una nación, sino que Jesucristo reine en nuestros corazones por la gracia en esta vida y la eterna salvación de nuestras almas en la otra; las armas no son armas de fuego, sino los sacramentales, los sacramentos –sobre todo la Confesión y la Eucaristía-, el Santo Rosario; las banderas no son las banderas de un regimiento, sino el estandarte ensangrentado de la Santa Cruz y el Manto celeste y blanco de la Santísima Virgen –que es al mismo tiempo nuestra Bandera Nacional-; lo que nos protege en esta lucha espiritual no son las trincheras, sino el Escapulario de la Virgen del Carmen, el Santo Crucifijo y la Medalla de la Virgen Milagrosa y de Nuestra Señora del Rosario de San Nicolás; el ejército no está formado por soldados que manipulan armas de fuego, sino por cristianos que rezan el Rosario, se confiesan, asisten  a Misa y obran la Misericordia y son asistidos por el Ejército celestial al mando de San Miguel Arcángel.
         En esta lucha, estamos seguros de salir victoriosos porque, al igual que el General Belgrano, nosotros nos encomendamos a la Virgen de la Merced, para salir victoriosos en esta batalla.
         Ahora bien, nosotros no tenemos el bastón de mando de un ejército para darle a la Virgen, ni podemos nombrarla Generala como hizo el General Belgrano, pero sí podemos darle el bastón de mando de nuestro corazón y sí podemos nombrarla Generala, Patrona, Dueña de nuestra alma y de nuestras vidas. Si esto hacemos, imitando así al General Belgrano, saldremos victoriosos en esta lucha contra los ángeles caídos y salvaremos eternamente nuestras almas. Ésta es la lección que nos deja la Historia, con nuestro prócer el General Belgrano y el triunfo otorgado al Ejército Argentino por la Virgen de la Merced.

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