jueves, 3 de diciembre de 2015

Porqué razón Dios concibió a la Virgen como Inmaculada Concepción


         La preservó de la mancha de corrupción del pecado original y además la concibió Plena de gracia, inhabitada por el Espíritu Santo, porque estaba destinada a ser la Madre de Dios; estaba destinada a alojar a la Palabra de Dios, primero en su mente, luego en su Corazón, y por último, en su Cuerpo, en su útero virginal.
Es decir, la Virgen fue concebida sin mancha de pecado original y Llena de gracia, sólo para alojar en su seno virginal, al Hijo de Dios Encarnado. El Hijo de Dios, engendrado en el seno del Padre desde la eternidad, debía encarnarse en el tiempo, en el seno de la Virgen Madre, para comenzar su misterio pascual de muerte y resurrección, misterio por el cual habría de redimir a toda la humanidad. Como había elegido encarnarse, es decir, iniciar su vida terrena tal como lo hacen todos los seres humanos, empezando por su etapa embrionaria, necesitaba un lugar y una persona que lo recibiera, aquí en la tierra, con la Pureza Divina y el Amor Santo con el que Él vivía en el seno del Padre desde la eternidad, de manera que no notara prácticamente el cambio. Y esa persona, Llena del Amor de Dios, Llena del Espíritu Santo, sin mancha alguna del pecado original, era la Virgen, y ese lugar en el que el Verbo de Dios habría de habitar por nueve meses antes de ser dado  a luz como Pan de Vida eterna, era el seno virginal de María, porque María estaba llamada a un doble prodigio: ser la Madre de Dios y, al mismo tiempo, Virgen, porque no habría de conocer varón alguno, a pesar de estar desposada legalmente con San José, puesto que el Amor que habría de fecundar su seno virginal, era el Amor de Dios, el Espíritu Santo. Así, al encarnarse, el Hijo de Dios, procediendo desde la eternidad y llevado por el Divino Amor, desde el seno del Padre en los cielos, al seno de la Madre Virgen en la tierra, no notó la diferencia en el Amor y en la Pureza virginal de María, de manera que la concepción del Verbo, es decir, su inicio como cigoto humano implantado en el útero virginal de María, fue un evento sobrenatural sin transición, desde el seno eterno del Padre, al seno virginal de María, en donde el Verbo de Dios Encarnado no notó ninguna diferencia con la Pureza y el Amor con los que vivía, desde la eternidad, en el seno del Padre. El seno virgen de María, lleno del Amor de Dios y Purísimo por la ausencia de pecado original y por la plenitud de la gracia, hicieron que el Verbo de Dios sintiera que el seno materno en el que estaba alojado desde la Encarnación, era el cielo en la tierra, como si fuera una prolongación del cielo mismo en el que vivía por la eternidad. La Inmaculada Concepción fue concebida como Inmaculada Concepción para ser Madre de Dios, es decir, para recibir a Dios Hijo que se encarnaba en su seno, y al cual debía darle el mismo Amor que recibía en el seno del Padre y debía sentirse alojado –en los nueve meses que duraría la gestación- en un seno purísimo y limpidísimo, como el seno del Padre. Pero antes de recibir su Cuerpo en su útero virginal, la Virgen recibió la Palabra de Dios en su Mente sapientísima, iluminada por el Espíritu Santo, y en su Inmaculado Corazón, inhabitado también por el Divino Amor, el Espíritu Santo. Recién después de recibirlo en su mente libre de errores y amante de la Verdad, y en su Corazón, lleno de Amor a Dios y libre de amores profanos, la Virgen recibió la Palabra de Dios encarnada, “metida” en un Cuerpo –que en ese momento tenía el tamaño y la forma de un cigoto humano- en su útero virginal, iniciando así el embaraza de origen celestial, que habría de culminar a los nueve meses también por nacimiento milagroso y virginal.
Ahora bien, ¿qué relación hay entre la Virgen, Concebida como Inmaculada Concepción y nosotros? ¿Nos sirve de algo saber esto? ¿Es un dogma que está desconectado de nuestra existencia personal, o por el contrario, tiene una estrecha relación personal con todos y cada uno de nosotros? El Dogma de María Santísima como Inmaculada Concepción está estrechamente relacionado con cada uno de nosotros y debemos profundizarlo, para que nuestra devoción por la Virgen no sea una mera devoción externa, sin incidencia alguna en mi vida personal. Todo lo contrario, saber el Dogma, no tiene que quedar en un mero conocimiento teórico, ni la celebración de la Virgen tiene que ser un mero hecho folclórico, que se repite año a año, pero que no modifica en absoluto mi existencia personal.
Puesto que los cristianos somos hijos de la Inmaculada Concepción, entonces estamos llamados a imitar a la Virgen en su Concepción Inmaculada, y esto se vuelve posible por la gracia santificante, que ilumina nuestras almas y corazones, dándonos un conocimiento sobrenatural acerca de la Presencia de Jesús en la Eucaristía, y un amor sobrenatural también a su Presencia Eucarística, más la castidad corporal, a la cual también ayuda la gracia, imitamos a la Virgen en su Inmaculada Concepción y en su condición de Llena de gracia e inhabitada por el Espíritu Santo, para recibir en la boca, por la comunión eucarística, al Cuerpo glorioso de Jesús Eucaristía, así como Ella recibió el Cuerpo real de su Hijo Dios en el útero, en la Encarnación.

En otras palabras, saber que la Virgen es Inmaculada Concepción, es decir, concebida sin mancha de pecado original, con el objetivo de ser Madre de Dios, que aloje a su Hijo en su mente, en su Corazón y en su Cuerpo virginal, me recuerda que también yo estoy destinado a ser inmaculado y casto por la gracia, para recibir con una mente libre de errores, de dudas y de herejías, la Verdad acerca de la Presencia real de Jesús en la Eucaristía; con un corazón lleno del Amor de Dios, el Espíritu Santo, en el que el Fuego del Divino Amor haya purificado todos los amores terrenos y profanos que pudieran existir, para amar a Jesús Eucaristía y sólo a Jesús Eucaristía; y finalmente, estamos llamados a recibir a Jesús con un cuerpo casto, ayudados por la gracia, y esto sucede cuando recibimos el Cuerpo glorioso de Jesús en la comunión eucarística en la boca.

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