miércoles, 2 de diciembre de 2015

Los Milagros de Nuestra Señora del Valle de Catamarca


         Desde los primeros momentos en los que fue encontrada la imagen –cuyo origen nunca pudo ser determinado-, la Virgen obró numerosos prodigios, empezando por los nativos del lugar, a los cuales hizo tantos milagros y aunque no hay registros de estos, basta con revisar las declaraciones y la actitud de los nativos hacia la Virgen, para darnos cuenta de que la Virgen había tocado profundamente sus corazones. En efecto, los indios, que fueron los que la encontraron –o más bien, la Virgen se dejó encontrar por ellos- le tenían muchísimo cariño, demostrado por las continuas flores con las cuales adornaban el precario lugar donde estaba colocada la imagen y por lo que afirmaron cuando Don Manuel de Salazar quiso sacar a la Virgen de la gruta que habían hecho los indios: “(La Virgen) es nuestra, nosotros la queremos. Ella nos cuida, siempre nos defiende”[1].
         Pero además de estos milagros, la Virgen hizo muchísimos otros milagros, de cuya existencia y detalles históricos sí hay constancia. Ahora bien, estos milagros, realizados en favor de los habitantes del lugar y en un momento determinado de la historia, no se limitan ni a esa persona, ni a ese lugar, ni a ese momento de la historia, porque tienen un significado que los sobrepasa y que llega hasta nosotros. Veamos de qué manera.
         Uno de los milagros más conocidos es el que se conoce como “milagro del jarro”: “un hombre estaba a punto de morir cuando recordó a Nuestra Señora del Valle y le rogó por su vida, prometiéndole peregrinar a su Santuario. Poco después recuperó su salud sin alguna explicación visible, a tal punto que sus vecinos se sorprendieron al mirarlo trabaja la tierra como antes. Pasado un tiempo, decidió cumplir su promesa a la Virgen, así que comenzó su largo viaje a Catamarca por las extensas salinas. En la iglesia contó a un sacerdote que él había recuperado su salud por segunda vez gracias a la “ayuda” de la Virgen, había hecho un viaje muy largo y difícil por las Salinas Grandes, sin agua para beber cerca. Por esa razón él y su mulo se morían de sed. Entonces, otra vez, le rogó a la Virgen pidiéndole ayuda y Ella le respondió milagrosamente. Dijo con lágrimas en los ojos que “… de un jarro plateado que apareció repentinamente en el camino, salía mucha agua, como si fuera una fuente que fluye del corazón de la tierra, para que podamos ambos satisfacer nuestra sed”. Él sacó de su bolso el jarro plateado y lo entregó al sacerdote. Era el jarro plateado que había desaparecido del Santuario de la Virgen. Este jarro se llama actualmente “El Jarro Milagroso” o el “Jarro de la Virgen”[2]. El hombre que atraviesa el desierto hacia el templo donde están Jesús y la Virgen, representa al Nuevo Pueblo Elegido, los bautizados de la Iglesia Católica, que peregrinan en el desierto de la vida, hacia la Jerusalén celestial, donde los esperan Jesús y la Virgen; el peligro de muerte del hombre, a causa del intenso calor y de la falta de agua, representa la acción del pecado en el alma, y sobretodo el pecado mortal, que la asfixia hasta matarla; el jarro de plata, que aparece milagrosamente, de la nada, en medio del desierto, y de cuyo interior brota inagotablemente agua fresca, la que salva la vida del hombre y del animal en el que venía, representa a Jesús, que en cuanto Hombre-Dios, es la Fuente inagotable de la gracia, la cual brota de su Corazón como de una fuente inagotable, según Él mismo lo dice a través del Profeta Jeremías: “Me dejaron a Mí, fuente de agua viva, para cavarse cisternas, cisternas agrietadas, que no retienen el agua”, significando así el abandono de su pueblo para ir a postrarse ante ídolos paganos; el agua que brota del jarro, es, por supuesto, la gracia santificante, que no solo borra el pecado, sino que concede al alma una vida nueva, la vida de los hijos de Dios; el hecho de que el hombre implorara a la Virgen y que el jarro apareciera inmediatamente, se debe a la condición de la Virgen como “Mediadora de todas las gracias”, lo cual quiere decir que no hay ninguna gracia, por pequeña o grande que sea, que no venga a través de la Virgen.
         El hombre del jarro somos todos y cada uno de nosotros, y si acudimos a la Virgen, Ella nos auxiliará sin dudarlo un solo instante, concediéndonos las gracias más que suficientes para nuestra eterna salvación.
         La Virgen resucita a un niño: “A Don Ignacio Moreno Gordillo, conocido y respetado vecino de Santa Cruz le fallece un hijo. Es así que sus padres cargan con el cuerpo rumbo al Valle para depositarlo a los pies de la Virgen, y prometen que si vivía lo consagrarían a su exclusivo servicio como sacerdote y capellán del Santuario. Una vez depositado el cuerpecito ya rígido, a los pies de la Portentosa Imagen, éste comienza a moverse, se anima y revive”[3]. La Virgen es símbolo de la Iglesia; el niño muerto representa al alma muerta por el pecado mortal; el regreso a la vida del niño luego de la intervención de la Virgen, simboliza la recuperación de la vida de la gracia del alma muerta por el pecado mortal, por medio del Sacramento de la Penitencia, impartido por la Iglesia, que representa a la Virgen, a través del sacerdote ministerial.
         La Virgen devuelve la vista a un ciego: “el Presbítero Dr. Pedro Ignacio Acuña había quedado ciego, el cura de la Matriz y el clero deciden llevar en procesión la Imagen de la Virgen a la casa del enfermo, postrado de rodillas oró en silencio un corto tiempo, y después habló en voz alta a la Virgen para pedirle que si convenía le devolviera la vista perdida, y si no le diera resignación para soportar aquella desgracia. Aún no había terminado de hablar cuando comenzó a inquietarse y luego de un instante de silencio manifestó que comenzaba a distinguir la Imagen. Al poco rato veía perfectamente”[4]. El ciego, es decir, aquel que no ve con los ojos del cuerpo, representa al ciego espiritual, es decir, a aquel que no ve los misterios de Jesucristo, por falta de fe; puede representar también a un ateo, a un apóstata, a un hereje, o a un integrante de una secta: en todos los casos, hay una ceguera espiritual que impide ver, con luz sobrenatural, los misterios celestiales del Hombre-Dios Jesucristo. El ciego vive en las tinieblas; el ciego espiritual, vive en las tinieblas espirituales, aun cuando sea capaz de percibir la luz y el mundo que lo rodea. La curación del ciego por parte de la Virgen, representa la gracia de la fe en Jesucristo para el alma sin fe: así como el ciego, al ser curado milagrosamente, comienza a ver lo que antes no veía, así el ciego espiritual, al ser curado por mediación de la Virgen, que le concede el don de la fe en Cristo Jesús, comienza a ver los misterios de la fe, los misterios profesados en el Credo, y comienza a creer en Jesús como Dios Hijo encarnado, que prolonga su Encarnación en la Eucaristía.
         La Virgen extermina plagas de gusanos y langostas: “Corría el año 1764. Se había desencadenado una devastadora e invencible plaga de gusanos, de tal manera que se tenían por perdidas las cosechas de algodón. En la Misa del 25 de Marzo, los colonos pidieron en sus plegarias por el exterminio de las plagas y la salvación de sus cosechas. Al otro día, ¡no podían creerlo! Los algodonales estaban verdes, lozanos, frondosos, no había plantas marchitas. El gusano había desaparecido por completo, sin dejar rastros de su destructor paso. Otro tanto sucedió pocos años después con una plaga de langostas. Los vecinos concurrieron a una Misa de rogativas a Nuestra Señora suplicándole su intercesión, luego llegó la noticia de que la temible manga de langostas había levantado vuelo hacia el sur”[5]. Las plagas, en el lenguaje bíblico, se asocian siempre, más que a un castigo divino, a una retirada del favor de Dios sobre quien sufre la plaga, y esto se debe a que esa persona o esa región, han abandonado los Mandamientos de la Ley de Dios, lo cual quiere decir, haber abandonado a Dios y a su Amor, expresado en los Mandamientos. El hecho de que acudan a la Virgen pidiendo su intercesión para que cesen las plagas, indica la condición de María como Mediadora de todas las gracias, que concede a sus hijos las gracias que estos le piden, siempre que sean convenientes para su salvación. En nuestros días, hay plagas muchísimo más dañinas que una invasión de gusanos o que una manga de langostas: hay una plaga espiritual, propiciada por la Nueva Era, que consiste en desplazar a Dios y a su Mesías, el Hombre-Dios Jesucristo, por ídolos neo-paganos –como el Gauchito Gil, la Difunta Correa, la Santa Muerte, entre otros-; en reemplazar los sacramentales de la Iglesia Católica –uno de los principales, el agua bendita- por supersticiones, como la cinta roja, o una pata de conejo, o cualquier otra superstición; en preferir los ídolos del mundo, en vez de a Jesús en la Eucaristía. En definitiva, la plaga que invade nuestros días, no afecta tanto a los vegetales y sembradíos, sino a las almas y provoca la muerte de estas, porque les quita la gracia santificante que da vida. Y al igual que en el milagro de la exterminación de gusanos y langostas, es la Virgen la Única Mediadora de todas las gracias, que puede terminar, de una vez y para siempre, con la plaga del alma que es la falta de amor a Jesús Eucaristía.
         La Virgen realiza un sorprendente milagro eucarístico: “Al Sr. Roque Navarreta la única alternativa que le habían dado los médicos era someterse a diálisis día por medio con urgencia. Roque decide ir “cerca de la Virgencita del Valle, porque sé que Ella me va a sanar”. Participa de la Santa Misa con su hermano que ya que había pedido por la salud de Roque en las intenciones de las misas anteriores. Luego de la consagración, el sacerdote Pbro. San Nicolás, realizó la genuflexión y entonces de la patena se elevó el Hostión y se colocó en posición vertical, como si una mano invisible lo sostuviese, se estabilizó a la altura del hombro de una persona y se dirigió hacia el corredor central, llegó hasta la tercera o cuarta fila, giró, se dirigió hacia dónde estaba Roque por atrás de él, pasó por su costado y luego descendió hasta su pie derecho. En ese momento, Roque sintió que lo tocaron. Su hermano atinó a levantar el Hostión y se lo acercó al sacerdote. A pesar de que la Forma había sido partida en el momento de la consagración, los asistentes la vieron completa mientras se desplazaba por el aire. Terminada la misa, lo acercaron al sacerdote, quien lo bendijo en modo especial, ya que sabía que se trataba de la persona por quien se pedía en misas anteriores. Ese martes de octubre se retiraron los análisis, y el médico pudo constatar… que no tenía rastros de la colonia de virus en su organismo”[6]. Es la Virgen la que lleva, de modo invisible, la Hostia consagrada hasta el hombre enfermo y es Ella la que toca su hombro, indicándole que ya está curado. Pero, ¿por qué la Virgen lleva la Eucaristía hasta el lugar donde se encontraba el enfermo? Para indicarle que le concedía la salud del cuerpo, como lo estaba pidiendo, pero que más importante que cuidar el cuerpo, es cuidar el alma, y en la Eucaristía está contenida la Salud del alma, porque en ella está la Vida Eterna, Jesús, el Hombre-Dios. Esto nos hace ver a nosotros que, si nos preocupamos por mantener la salud del cuerpo o por recuperarla si estamos enfermos, más empeño debemos poner todavía en recibir en estado de gracia el Cuerpo Sacramentado de Jesús, la Eucaristía, para que el alma viva con la Vida eterna del Cordero de Dios.
         Los milagros de la Virgen del Valle no terminaron, continúan en nuestros días, y continuarán hasta el fin de los tiempos.



[1] http://forosdelavirgen.org/422/virgen-del-valle-de-catamarca-argentina-8-de-diciembre/
[2] Cfr. ibidem.
[3] Cfr. ibidem.
[4] Cfr. ibidem.
[5] Cfr. ibidem.
[6] Cfr. ibidem.

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