sábado, 22 de marzo de 2025

El significado de la ceremonia del Acies

 


La ceremonia del Acies es uno de los actos públicos de la Legión, según lo relata el Manual del Legionario y en este acto se deben tener en cuenta dos elementos: por una parte, cuál es el significado de la reunión pública de la Legión; por otra parte, qué significado tiene la oración que el legionario, aferrado al vexillium, pronuncia solemnemente. Con relación al Acies, el Manual del Legionario nos enseña que es una “voz latina que significa un ejército en orden de batalla”, es aquella ceremonia en donde se reúnen los Legionarios de María para renovar su homenaje a la Reina de la Legión y al mismo tiempo para recibir de Ella fuerza y bendición para otro año más de lucha contra las huestes del mal. En el Acies, entonces, el Ejército de Dios, bajo la dirección y las órdenes de la Virgen Generala, se forma en orden de batalla, para renovar su fidelidad a la Virgen y para recibir de Ella la bendición celestial que será necesaria en la lucha contra “las potestades de los aires”, es decir, los ángeles caídos.

Esta formación “en orden de batalla” es una imitación de la Virgen que, según San Alfonso, también se forma en orden de batalla para hacer frente al Ejército del Anticristo. Dice así San Alfonso: “María es el espanto de los poderes infernales. Es “terrible como un ejército en orden de batalla” (Cant 6, 10), porque sabe desplegar con estrategia su poder, sus oraciones y su misericordia para la derrota del enemigo y para triunfo de sus siervos”. La Legión se reúne en el Acies bajo el estandarte de María como lo que es, un ejército espiritual al servicio de la Virgen y de Dios: la Legión se forma de manera similar a como un ejército terreno se forma bajo la bandera nacional a las órdenes de su general. El objetivo de esta formación es imitar a la Virgen, que también se forma en orden de batalla y recibir de Ella “fuerza y bendición” para combatir, bajo las órdenes de la Virgen, a “las fuerzas de mal”, según lo describe el Manual del Legionario. El enemigo al cual se enfrenta la Legión no está formado por personas de carne y hueso, es decir, no son seres humanos, sino ángeles caídos, “las potestades malignas que están en los aires”, como lo describe la Sagrada Escritura: “Nuestra lucha no es contra la carne y la sangre, sino contra principados, contra potestades, contra los poderes de este mundo de tinieblas, contra las huestes espirituales de maldad en las regiones celestiales” (Ef 6, 12). El Acies es por lo tanto una convocatoria espiritual de la Legión, en la cual se renueva la fidelidad a la Virgen y se pide a Ella la fuerza y la bendición necesarias para el combate espiritual contra el enemigo de Dios y de las almas, Satanás, quien también se forma en ejército de batalla junto a sus ángeles apóstatas. Pero la lucha no es solo contra estos enemigos espirituales externos, sino también contra el hombre viejo, contra uno mismo, porque según el mismo Jesús lo dice, el mal anida en nuestros propios corazones, como consecuencia del pecado original: “Es del corazón del hombre de donde salen toda clase de cosas malas” (cfr. Mt 7, 21); por esta razón, la lucha no solo es contra los ángeles caídos, sino que comienza en nuestros propios corazones, en los cuales debemos combatir nuestra inclinación al mal (indolencia, pereza, falta de caridad, etc.).

El segundo aspecto del Acies, que se deriva del primero, es la oración de consagración personal a la Virgen: “Soy todo tuyo, Reina mía, Madre mía y cuanto tengo tuyo es”, porque a través de esta consagración el legionario se pone bajo la protección de la Virgen y así protegido, renueva su misión espiritual de imitar a María para que Ella instaure el Reino de su Hijo en el mundo. El significado espiritual de que el legionario tome con su mano el vexillium o estandarte de María es el de colocarse el legionario bajo el estandarte victorioso de María Santísima; significa que de forma libre y voluntaria el legionario se alista en las filas del Ejército de María para luchar “contra las fuerzas del mal” bajo las órdenes de la Virgen. Visto de esta manera, el Acies no es una simple ceremonia piadosa de una cofradía devota: es la misma Virgen María, la Madre de Dios quien congrega a sus elegidos y les toma, Ella en persona -a través de los encargados de la Legión- esta renovación de la consagración de sus hijos y la toma como hecha especialmente a su Inmaculado Corazón. Por el Acies, el legionario se une más estrechamente al Corazón de María y al mismo tiempo demuestra su total dependencia de Ella, porque depende de la Virgen en un todo para cumplir la misión asignada. Aunque no se la vea con los ojos del cuerpo, en la ceremonia del Acies está la Virgen en persona y junto a la Virgen, están los ángeles, de quienes la Virgen es Reina, y también está su Hijo Jesucristo, el Hombre-Dios, siendo así testigos de esta ceremonia y consagración. A través de la ceremonia del Acies el legionario queda bajo las órdenes de la Virgen, recibiendo de Ella especial asistencia y protección. Pero al mismo tiempo, quiere decir también que las faltas de los legionarios a Ella consagrada por el Acies -la acedia o pereza espiritual, que lleva a no cumplir con las oraciones prescriptas, o la pereza corporal, que lleva a desentenderse de las obligaciones del deber de estado, o la indiferencia hacia las obligaciones que implica la Legión-, le provocan al Inmaculado Corazón dolores más agudos que los provocados por quienes no están a Ella así consagrados. Una idea de estos dolores que verdaderamente experimenta la Virgen es la corana de espinas que rodea al Inmaculado Corazón de María en las apariciones de Fátima: las espinas más gruesas representan los pecados de sus hijos más cercanos a su Corazón, aquellos que se han consagrado a la Virgen, como los integrantes de la Legión. Esto significa que cuando un miembro de la Legión falla en sus deberes es la Virgen la que, en persona, sufre en su Inmaculado Corazón. Si amamos a la Virgen como a Nuestra Madre del cielo, procuremos poner todo nuestro esfuerzo no solo en no provocarle dolor con nuestras faltas, sino en consolar al Inmaculado Corazón de María, haciendo con el mayor amor posible y la mayor perfección posible, la tarea apostólica que nos encargue la Legión. A la Virgen Santísima le pedimos que interceda para que el fuego del Espíritu Santo envuelva nuestros fríos corazones en el mismo Fuego de Amor en el que está envuelto su Inmaculado Corazón, para así llevar a cabo la tarea espiritual de conquistar almas para Cristo que se nos encomienda en el Acies.

 



 


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