martes, 30 de julio de 2024

Estructura de la Legión, un sistema ordenado a la santificación personal

 



El fin y el medio de la Legión es la santificación de sus miembros, santificación otorgada por la gracia del Espíritu Santo, por la cual la Legión glorifica a Dios y contribuye a la salvación de los hombres[1].

         Ahora bien, para lograr este fin de la santificación de sus miembros, la Legión “ofrece a sus miembros -según lo especifica el Manual- no tanto un programa de actividades, sino una norma de vida”. Es decir, la Legión ofrece, para la santificación de sus integrantes, para que sus integrantes alcancen el fin de sus vidas en la tierra, que es conseguir la feliz bienaventuranza en el Reino de los cielos, algo mucho más profundo y substancial que simplemente una planilla con un cronograma de actividades y es un plan de vida, con el agregado de que se trata de obras que se realizan en la vida terrena, pero que si se realizan con el espíritu del Sermón de la Montaña de Nuestro Señor Jesucristo, tienen valor de Vida Eterna, es decir, valen para el Reino de los cielos; se realizan en el tiempo y en la vida de la tierra, pero su valor se acumula en el cielo, se contabiliza en el cielo, para el Día del Juicio Final.

         Dice así el Manual del Legionario, en relación a esta “norma de vida”: “(La norma de vida) les provee de un reglamento exigente (…) exige puntual observancia de todos los detalles (…) pero en cambio promete acrecentamiento de las virtudes (sobrenaturales): fe, amor a María, abnegación, espíritu de oración, fraternidad, prudencia, obediencia, humildad, alegría, espíritu apostólico; es decir, todas virtudes que hacen a la perfección cristiana”[2].

         Luego el Manual cita al Padre Miguel Creedon, el Primer Director Espiritual del Concilium Legionis Mariae, en el que el Padre hace una comparación entre las órdenes religiosas tradicionales y las organizaciones permanentes de seglares o laicos, como la Legión de María, las cuales no son ni nunca serán organizaciones religiosas y por lo tanto, tienen una disciplina y un modo de actuar muy diferente a aquellas y por este motivo es que necesitan una organización eficaz y un espíritu apostólico y de obediencia y de oración por parte de los integrantes de la Legión, desde el momento en que, por ejemplo, las reuniones, dice el Padre Miguel Creedon, son una vez a la semana, entonces se debe aprovechar bien el tiempo y no perderlo en desorganizaciones, desobediencias, falta de espíritu apostólico, etc.

         Entonces, dice el Manual, el “Legionario perfecto”, no es aquel que ve que sus esfuerzos tienen muchos frutos visibles, sino que el Legionario perfecto  es el que cumple fielmente con el reglamento; es el que se adhiere de todo corazón al espíritu del reglamento, que es la santificación personal, la glorificación de Dios y la salvación de los hombres y es esto lo que deben observar tanto los directores espirituales como los presidentes de los praesidia en ellos mismos y en los legionarios, para considerar si se cumplen los requisitos del verdadero legionario, porque ese es el concepto y el ideal del verdadero legionario. En el obrar diario del legionario se presentan muchas dificultades: monotonía, tarea ingrata, ausencia aparente de frutos espirituales, fracaso real o imaginario y muchos otros obstáculos y si no se tienen presentes los verdaderos ideales del verdadero legionario -santificación personal, glorificación de la Trinidad y salvación de los hombres-, entonces no se podrán sobrellevar estas dificultades.

         Por último, el Tratado de Mariología dice: “El valor de nuestros servicios hacia la Compañía de María no ha de medirse según la prominencia del puesto que ocupemos, sino por el grado de espíritu sobrenatural y celo mariano con que nos demos a la labor que la obediencia nos haya señalado, por más humilde y escondida que sea”.



[1] Cfr. Manual del Legionario, XI, 1.

[2] Cfr. Manual del Legionario, XI, 2.


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