viernes, 15 de diciembre de 2023

Retiro Mariano con la Legión de María 161223 1

 



         Primera Meditación.

         La importancia de María Santísima en la Historia de la Redención

         En la corriente anti-católica denominada “modernismo”, caracterizada por la negación de los misterios sobrenaturales de la religión católica, como, por ejemplo, la Santísima Trinidad, la divinidad de Jesús, la Resurrección de Nuestro Señor, los milagros; los dogmas de la Iglesia, la transubstanciación, la virginidad de María, su Asunción n cuerpo y alma, el Credo que confesamos los católicos, los Sacramentos; la existencia del Demonio, la existencia del Cielo, la existencia del Infierno. Para los modernistas, toda la Fe Católica no es más que un conjunto de símbolos y metáforas, nada es real y por eso interpretan las Sagradas Escrituras y las verdades reveladas por Nuestro Señor Jesucristo desde la perspectiva histórico-crítica, es decir, quitando todo lo sagrado, desacralizando todo, mundanizando todo y reduciendo a mito lo que es sagrado y divino[1]. Dentro de esta mundanización y desacralización, el modernismo ataca fuertemente a la Virgen y Madre de Dios, quitándole precisamente su carácter de Virgen y de Madre de Dios, reduciendo su papel y su importancia en el misterio salvífico, haciéndola pasar como una mujer más de la época. Así, los modernistas cometen las más horribles y espantosas blasfemias y herejías, como la monja blasfema Lucía Caram, dominica, quien, en numerosas oportunidades, en la televisión pública española, afirmó sacrílegamente que la Virgen y San José vivieron como esposos normales y comunes, lo cual contradice y repugna a la Sagrada Escritura, a la Tradición y al Magisterio.

         Con relación a la Sagrada Escritura, la Virgen María se encuentra en un lugar preeminente en el misterio salvífico, ya que la podemos encontrar al inicio, en el Génesis, puesto que es la Mujer que aplasta la cabeza de la serpiente; la encontramos a la Virgen en el intermedio de la historia de la salvación, en la Pasión, ya que es la Mujer que está de pie acompañando a su Hijo Jesús que agoniza en la cruz; la encontramos en el desenlace, en el Apocalipsis, ya que es la Mujer revestida de sol que aparece en los cielos como la señal de la victoria del Hombre-Dios Jesucristo.

         Con relación a la Tradición (siglos II-VIII)[2], es decir, a los Padres de la Iglesia, también la Virgen posee un lugar preeminente en la historia de la salvación, muy por encima de los más poderosos ángeles y de los más piadosos santos y solo por debajo del mismo Dios, debido a su condición de divina maternidad, llamada Theotokos por San Cirilo, San Atanasio entre otros; debido a su maternidad espiritual ó Nueva Eva-Hija de Sión (Jesús la proclama Madre de los hombres antes de morir en la cruz), y por último por la relación de esta maternidad con la virginidad y con la Iglesia, tal como se desarrolla en los Padres de la Iglesia como San Ambrosio y San Agustín.

         Con relación al Magisterio, la Congregación para e culto divino y la disciplina de los sacramentos publicó en el 2002 al respecto un directorio importante sobre el contenido, la regulación y el método de interpretación de la devoción popular religiosa en general, y en específico con respecto al culto mariano en la Iglesia, arranca de este punto interpretativo sobre María: “La indicación conciliar de promover la “sagrada celebración de la palabra de Dios” en algunos momentos significativos del Año litúrgico puede encontrar, también, una aplicación válida en las manifestaciones de culto en honor de la Madre del Verbo encarnado. Esto se corresponde perfectamente con la tendencia general de la piedad cristiana, y refleja la convicción de que actuar como ella ante la Palabra de Dios es ya un obsequio excelente a la Virgen (cfr. Lc 2,19.51). Del mismo modo que en las celebraciones litúrgicas, también en los ejercicios de piedad los fieles deben escuchar con fe la Palabra, debe acogerla con amor y conservarla en el corazón; meditarla en su espíritu y proclamarla con sus labios; ponerla en práctica fielmente y conformar con ella toda su vida”[3].

         1-Ubicar en la Sagrada Escritura los pasajes en los que se nombra a la Madre de Dios, al inicio (Génesis), en el intermedio (Calvario) y en el desenlace (Apocalipsis).

         2-Determinar cuáles son los títulos de María Santísima en la Tradición de la Iglesia Católica.

         3-Resuma en pocas palabras qué es lo que dice el documento del Magisterio citado acerca de la Virgen María.



[2] El término tradición se refiere al contenido trasmitido (traditium o traditio obiectiva), al proceso de transmisión y de recepción (el actus tradendi et recipiendi o traditio activa), y a los sujetos de la tradición (tradentes o traditio subiectiva). El proceso cristiano de la tradición empieza con Jesús que proclama e interpreta la ley y los profetas centrándolos en su realidad personal de Hijos de Dios, revelado y encarnado, y en su misión de realizar la voluntad del Padre (cf. Mt 5, 17-48; 15, 1-20; Mc 7, 5-13). María es presentada asociada al misterio de Cristo y de la Iglesia naciente desde la tradición vetero-testamentaria de la realización de la Hija de Sión en su maternidad divina y espiritual (Mater Dei, Mater Nostra). El Catecismo explica de manera sencilla esta relación mutua: “La Tradición, la Escritura y el Magisterio de la Iglesia, según el plan prudente de Dios, están unidos y ligados, de modo que ninguno puede subsistir sin los otros; los tres cada uno según su carácter, y bajo la acción del único Espíritu Santo, contribuyen eficazmente a la salvación de las almas”.

[3] CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO Y LA DISCIPLINA DE LOS SACRAMENTOS, DIRECTORIO SOBRE LA PIEDAD POPULAR Y LA LITURGIAPRINCIPIOS Y ORIENTACIONES, CIUDAD DEL VATICANO 2002, n. 193.


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