jueves, 7 de octubre de 2021

Nuestra Señora del Rosario

 



         El origen del Rosario, tal como lo conocemos, se remonta a la aparición de la Virgen a Santo Domingo de Guzmán: el santo había sido enviado a Francia para combatir y tratar de frenar la expansión de las sectas de los cátaros y albigenses, quienes niegan la divinidad de Cristo, lo cual es un error grave ya que si Cristo es Dios, los sacramentos conceden la gracia y la Eucaristía es Cristo Dios en Persona, pero si Cristo no es Dios, entonces todo el edificio espiritual de la Iglesia Católica se derrumba; el santo estaba en esa tarea, pero muy desanimado, porque los herejes eran duros de corazón y no querían convertirse; fue en estas circunstancias en las que se le apareció la Virgen y le enseñó a rezar el Santo Rosario, al mismo tiempo que consolaba a Santo Domingo diciéndole que con el arma espiritual del Rosario habría de vencer a la herejía, lo cual finalmente sucedió. Ahora bien, puesto que es la Virgen la que le enseña a rezar el Rosario, podemos decir sin ninguna duda que el Rosario es una oración celestial, que viene del Cielo y que conduce al Cielo. A partir de esta aparición, en todas las apariciones sucesivas a lo largo y ancho del mundo, incluso hasta nuestros días, la Virgen, en sus apariciones, pide con insistencia que se rece el Santo Rosario, además de pedir la conversión a Jesús Eucaristía, la penitencia y el ayuno.

         ¿Por qué esta insistencia de la Virgen?

         Porque el Rosario es la oración que más le agrada a la Virgen, ya que cada Ave María es una rosa espiritual que le damos a la Virgen; esto quiere decir que rezar un Rosario es como regalarle a nuestra madre un ramo de rosas frescas y fragantes.

         Porque por el Rosario meditamos sobre los misterios de la vida de Jesús y también de la Virgen y no solo meditamos, sino que además, misteriosamente, por el Rosario somos hechos partícipes de las vidas de Jesús y María.

Por el Rosario, la Virgen nos alcanza todas las gracias que necesitamos para la vida cotidiana y sobre todo para salvar el alma; de esto es un ejemplo el Beato Bartolo Longo, que siendo practicante de la brujería y la magia negra, recibió la gracia de la conversión a través del Santo Rosario y a partir de entonces, comenzó a divulgar la devoción de Nuestra Señora de Pompeya junto con el rezo del Santo Rosario; es decir, pasó del estado de condenación en el que se encontraba, por practicar la magia negra, al estado de salvación cuando comenzó a rezar el Santo Rosario.

Por el Rosario, pedimos por todos los hombres, por nuestros seres queridos vivos y difuntos y también por nuestros enemigos, y cuando rezamos por los difuntos, liberamos muchas almas del Purgatorio, las cuales intercederán luego por nosotros.

Por el Rosario nos disponemos de la mejor manera posible para participar del Santo Sacrificio del altar, la Santa Misa, porque el Rosario nos llegan las gracias que, desde el Sagrado Corazón de Jesús, pasan a través del Inmaculado Corazón de María y llegan hasta nosotros y por  esa gracia santificante, somos hechos partícipes –y no meros espectadores- del Sacrificio Redentor de Jesucristo en el altar.

Por estas y por muchas otras razones más, es que la Virgen nos pide rezar el Santo Rosario todos los días.

        

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