viernes, 11 de diciembre de 2020

Nuestra Señora de Guadalupe y la conversión eucarística

 



         En el curso de un exorcismo realizado en México, un demonio dijo al sacerdote exorcista: “Todo aquí –en México- me pertenecía hasta que llegó Ella”, refiriéndose a la Virgen de Guadalupe. El demonio, siendo como es, el “Padre de la mentira”, es mentiroso por esencia, pero en algunas oportunidades dice la verdad, como es en este caso: que todo en América era posesión del demonio, se puede constatar fácilmente, acudiendo a los libros de historia. En efecto, antes de la llegada de los Conquistadores y Evangelizadores de España, en América, sobre todo en Centroamérica y en Sudamérica, predominaban las religiones paganas, caracterizadas por los brutales rituales en los que se realizaban sacrificios humanos masivos. Estos sacrificios humanos eran parte de la religión y de la cultura de los aztecas, los mayas y los incas, entre otros pueblos indígenas. De hecho, cuando llegaron los españoles, con Hernán Cortés a la cabeza, una de las razones por las que ganaron los españoles es que se aliaron a ellos numerosas tribus indígenas, que eran esclavizadas por otras tribus indígenas, para tener material humano para sacrificar a los dioses. Estos dioses eran demonios, tal como lo dice la Escritura: “Los dioses de los paganos son demonios” (1 Cor 10, 20): por eso, cuando hacían sacrificios humanos a sus dioses, eran sacrificios humanos ofrecidos a los demonios, que se manifestaban como ídolos, a los que los indígenas rendían culto sangriento. Al revisar la historia, entonces, nos damos cuenta de que lo declarado por el demonio en el exorcismo era verdad: antes de la llegada de la Virgen, “todo” le pertenecía al demonio, porque las religiones predominantes eran las religiones paganas que, en el fondo, eran demoníacas. Hay otro dato que confirma el dominio del demonio en estas tierras en la era pre-hispánica: antes de las apariciones de la Virgen como Nuestra Señora de Guadalupe a San Juan Diego, las conversiones a Jesucristo eran muy escasas, pero a partir de las apariciones, los registros históricos dan cuenta de conversiones masivas al catolicismo, al punto que se afirma que, luego de las apariciones de Nuestra Señora de Guadalupe, se convirtieron a Jesucristo y su Iglesia unos ocho millones de indígenas.

         Las apariciones de la Virgen como Nuestra Señora de Guadalupe tiene, entonces, entre otras características, la de convertir el corazón del hombre, apegado a las cosas de la tierra y esclavizado al demonio por el pecado, a Jesucristo, Verdadero Hombre y Verdadero Dios, Nuestro Redentor y Nuestro Salvador.

         En nuestros días, en los que pareciera que todo está bajo el dominio del demonio, porque las leyes humanas promueven la cultura de la muerte –como por ejemplo, la ley del aborto-, es imperioso y urgente que elevemos nuestros ojos del alma a Nuestra Señora de Guadalupe, para que repita los portentos que realizó en la época de sus apariciones a Juan Diego y le roguemos a Nuestra Señora de Guadalupe que arrebate los corazones endurecidos por el pecado, que en cuanto tales están en poder del demonio y los convierta a Nuestro Señor Jesucristo. Le pidamos entonces a la Virgen de Guadalupe una gracia extraordinaria, para estos tiempos extraordinariamente malos que estamos viviendo: la gracia de la conversión eucarística del corazón, la gracia de la conversión de los corazones al Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús.

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