sábado, 28 de julio de 2018

La Verdadera Devoción a María no es sensible



         El Manual afirma que la Verdadera Devoción es a la vida espiritual lo que el alma al cuerpo: aun cuando es el alma la que da vida al cuerpo permitiéndole respirar y hacer que el corazón palpite y bombee sangre, no está la persona pensando todo el tiempo en el alma; el alma realiza su función sin que estemos conscientes de ello todo el tiempo. Basta con que la persona se recuerde cada tanto que es el alma la que le da la vida, aunque si no la recuerda, el alma lo mismo ejerce su función. De la misma manera, la Verdadera Devoción ejerce en la vida espiritual una función vital, pues es la que debe animar absolutamente toda la vida espiritual, todo acto de devoción, toda oración, toda obra de misericordia que el alma realice.
         Ahora bien, aclara el manual que la Verdadera Devoción no es sensible, en el sentido de que no se acompaña de “sentimientos”. No quiere decir que la persona sea fría o insensible, porque no se refiere al tipo de personalidad del legionario, sino a que siendo la Verdadera Devoción una gracia, es supra-sensible, es decir, es algo que no se siente, no puede experimentarse. Pretender “sentir” algún efecto por estar consagrados, es desvirtuar la consagración, además de ser un instrumento peligroso para la vida espiritual, puesto que conduce a un pronto desánimo y a fallas en la perseverancia, cuando no se experimenta “sensiblemente” la devoción.
         Por el contrario, un legionario, consagrado, puede realizar a la perfección su consagración, con todo lo que esto implica, pero al mismo tiempo, no experimentar ninguna sensación ni tampoco ningún sentimiento y esto no significa que no esté viviendo plena y totalmente la consagración.
         Para graficar esto que estamos diciendo, el Manual utiliza la figura de un gran edificio –el alma- que aunque recibe los rayos del sol y en esas partes está caliente –la devoción sensible-, en sus partes más profundas, que son sus cimientos –la Verdadera Devoción- no llega la luz del sol y por lo tanto hace frío –ausencia de sensiblería religiosa-. Dice así el Manual[1]: “la Verdadera Devoción no es cuestión de fervor sensible; como en todo gran edificio, aunque a veces se abrase en los ardores del sol, sus hondos cimientos permanecen fríos como la roca en la que descansan. La razón es, normalmente, fría. (…) La misma fe puede ser fría como un diamante. Y, sin embargo, estos son los fundamentos de la Verdadera Devoción: cimentada sobre ellos, durará para siempre; y ni los hielos ni las tormentas que resquebrajan las montañas, la podrán destruir, todo lo contrario, la dejarán más fuerte que nunca”.
No busquemos “sentir”; no busquemos “los consuelos de Dios, sino al Dios de los consuelos”, como decía Santa Teresa de Ávila. A la razón le basta con saber que está viviendo la Verdadera Devoción, aun cuando sensiblemente no “sienta nada”, pero el no sentir nada no quiere decir que no se esté viviendo la Verdadera Devoción en su esencia, porque la Verdadera Devoción no es sensible.


[1] Cfr. Manual del Legionario VI, 5.

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