jueves, 20 de noviembre de 2014

La Presentación de la Santísima Virgen María


Celebramos, junto con toda la Iglesia, la Presentación en el Templo de la niña Santa María. El origen de esta hermosa fiesta mariana se encuentra en el escrito apócrifo llamado “Protoevangelio de Santiago”, según el cual, cuando la Virgen María era muy pequeña, sus padres, San Joaquín y Santa Ana, la llevaron al templo de Jerusalén, dejándola por un tiempo, junto con otro grupo de niñas, para ser instruida respecto a la religión y a los deberes para con Dios[1]. Se trataría, en realidad, de una profundización de la consagración a Dios que la Virgen había hecho ya desde el momento de su Inmaculada Concepción y de la consagración que sus mismos padres habían hecho de Ella a Dios en el momento de su nacimiento, en acción de gracias por haberla concebido. Según este evangelio apócrifo, y según la Tradición, Joaquín y Ana llevaron a la Virgen al templo para consagrarla a Dios, en acción de gracias a Dios por el nacimiento de la Niña; a su vez, la Virgen, que desde su Inmaculada Concepción estaba consagrada a Dios, al tomar autoconciencia de sí misma, se presentaba voluntariamente en el templo, acompañada de sus padres, para consagrarse formalmente a Dios en cuerpo, mente y alma, para cumplir con la Voluntad de Dios en su vida, hasta el último segundo de su existencia terrena.
Por esto mismo, en Occidente, se presenta a esta Presentación de la Virgen, llevada a cabo por Joaquín y Ana, pero al mismo tiempo, llevada a cabo por la Virgen en persona, pues ya tenía conciencia, a pesar de la corta edad de tres años, como el símbolo de la consagración que la Virgen Inmaculada hizo de sí misma al Señor en los inicios de su vida consciente.
A su vez, las Iglesias orientales conmemoran este día la Entrada de María en el Templo para indicar que, aunque era purísima, no obstante, cumplía con los ritos antiguos de los judíos para no llamar la atención. La liturgia bizantina, en esta fiesta, canta a la Virgen, nombrándola como “la fuente perpetuamente manante del amor, el templo espiritual de la santa gloria de Cristo Nuestro Señor”[2].
         Si bien la Virgen era ya, desde su Inmaculada Concepción, Templo de la Santísima Trinidad, puesto que en Ella inhabitaban las Tres Divinas Personas, ahora, al cumplir los tres años de edad, y al tomar auto-conciencia de sí misma, la Virgen se presenta a sí misma en el templo como Templo Viviente en el que habrá de morar el Verbo de Dios por la Encarnación. La Virgen sabe que Ella está destinada a ser la Madre de Dios por la Encarnación del Verbo en su seno purísimo, y por ese motivo, se dirige al templo material, de manos de sus padres, Joaquín y Ana, para consagrarse como Morada Santa, en la que habrá de alojarse la Palabra de Dios encarnada; la Virgen se presenta en el templo para consagrarse a Dios como futuro Sagrario Viviente, en el que habrá de vivir, durante nueve meses, el Verbo Eterno de Dios, con su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad; la Virgen se presenta en el templo material, para consagrarse como Custodia Viva, más preciosa que el oro y la plata, porque en su seno virginal habrá de encarnarse milagrosamente, en el futuro, por obra del Espíritu Santo y sin concurso de varón, el Hijo de Dios, que así se convertirá en su Hijo, para que Ella lo nutra con su propia sangre y con su propia carne, y así el Hijo de Dios, Invisible por ser Espíritu Purísimo, adquiera un Cuerpo de Niño humano, visible, para ser ofrecido luego al mundo como el Cordero de Dios que habrá de inmolarse en el Santo Sacrificio de la cruz, para la salvación de los hombres.
En esta sencilla imagen, entonces, está contenida y representada esta hermosa fiesta mariana: los padres de la Virgen, Joaquín y Ana, los abuelos de Jesús, llevan a la Virgen al templo, para que la Virgen, al ser recibida por un sacerdote, sea consagrada en cuerpo y alma a Dios, de manera tal que pueda recibir el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad del Verbo de Dios Encarnado, ante el Anuncio del Ángel. Esta Presentación y posterior consagración de la Virgen serán las “maravillas” de las cuales dará gracias la Virgen, posteriormente, en el Magnificat[3].
Ahora bien, la Presentación y consagración de la Madre es el modelo de la presentación de los hijos, porque así como fue presentada y consagrada la Madre en el templo, con el único objetivo de recibir el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad del Hombre-Dios Jesucristo al producirse la Encarnación, así también los hijos de la Virgen, por el bautismo sacramental, son presentados por el sacerdote y consagrados como “templos del Espíritu Santo” (1 Cor 6, 19) por acción de la gracia santificante, con el objetivo de que sus corazones se conviertan en altares vivientes y en custodias vivas en donde se reciba por el amor y se adore el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, la Sagrada Eucaristía, por la comunión eucarística. En la Fiesta de la Presentación de la Virgen, Fiesta por la cual la Virgen se consagra a Dios como Sagrario Viviente para recibir y alojar por el Amor el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de su Hijo Jesús, el cristiano tiene que ver el anticipo y el modelo de su comunión eucarística, y aprovechar la misma Fiesta de la Presentación, a imitación de la Virgen, para presentar y consagrar su propio corazón, como altar y sagrario viviente que aloje en su interior la Eucaristía.




[1] https://www.aciprensa.com/santos/santo.php?id=610
[2] http://es.catholic.net/op/articulos/35201/cat/214/presentacion-de-la-virgen-maria.html
[3] http://es.catholic.net/op/articulos/35201/cat/214/presentacion-de-la-virgen-maria.html

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