lunes, 10 de febrero de 2014

“Yo soy la Inmaculada Concepción”





“Yo soy la Inmaculada Concepción”. Así le respondió la Virgen a Bernardita el 11 de febrero de 1858 ante la pregunta de quién era. La respuesta en sí misma era una señal de que las apariciones provenían del cielo y de que no eran imaginaciones de una adolescente analfabeta aunque piadosa y devota. Bernardita ni siquiera entendía lo que significaba “Inmaculada Concepción”, de manera que sólo repetía mecánica y exteriormente lo que la Virgen le había dicho en la aparición. Pero no solo ella era la que no entendía lo el significado de lo que la Virgen había dicho; muchos, incluidos sacerdotes y laicos instruidos, eran incapaces de comprenderlo, y no solo en el momento de las apariciones, sino en nuestros días.
¿Qué significa entonces “Inmaculada Concepción”?
“Inmaculada Concepción” significa que la Virgen ha sido concebida sin la corrupción metafísica que el pecado original imprime a la naturaleza humana y que, actuando desde la raíz de su acto de ser, obra de una manera destructiva, separando lo que por designio divino debería estar unido para siempre, es decir, el alma y el cuerpo. Por el pecado, fuerza destructora y mortífera, el acto de ser metafísico pierde su fuerza vital y así el alma, vida del cuerpo, se separa del cuerpo y se produce la muerte, que es la consecuencia del pecado. También el alma se ofusca en la búsqueda de la Verdad y, aunque desea el Bien, se deja dominar por las pasiones y obra el mal, porque está a merced de la concupiscencia de la carne.
La Virgen, porque debía alojar en su útero virginal al Cuerpo y la Sangre, el Alma, la Divinidad del Redentor y porque debía aceptar en su Mente Purísima la Sabiduría Divina y amar en su Corazón Inmaculado al Amor Misericordioso del Padre, fue preservada de esta corrupción que afecta a toda la humanidad sin excepción, desde que Adán y Eva, desoyendo la dulce voz de Dios Padre, endurecieron sus corazones y abrieron sus oídos para escuchar la sibilante y perversa voz de la Serpiente Antigua, que les hizo perder el Paraíso terrenal.
Pero si Adán y Eva, con su desobediencia al Amor Divino dieron entrada al pecado y con el pecado a la corrupción y a la muerte, la Virgen, que por ser la Inmaculada Concepción es también la Llena de Gracia, es decir, la Inhabitada por el Amor de Dios, el Espíritu Santo, de manera que todo en Ella refleja al Amor Divino y nada en Ella hay que no refleje a este Divino Amor. Es por esto que cuando la Virgen nos dice: “Yo soy la Inmaculada Concepción”, nos está diciendo: “Yo soy un reflejo del Divino Amor”, porque el Divino Amor es Inmaculado, Puro, absolutamente sin mancha, pleno de amor, Lleno de gracia, como la Virgen. Quien contempla a la Virgen como Inmaculada Concepción, contempla al Divino Amor, que es Inmaculado, sin mácula, sin mancha de concupiscencia, purísimo, celestial, sobrenatural, eterno, infinito. Dios Trino creó a la Virgen como Inmaculada Concepción porque no podía Dios Hijo encarnarse en un seno que no fuera virginal y sin mácula como el de María Santísima.
Por último, es sabido que los hijos se parecen a la madre, y es por esto que los hijos de María, la Inmaculada Concepción, deben parecerse a Ella y así como María es Pura en cuerpo y alma -porque Ella recibió a su Hijo en su Cuerpo en la Encarnación y en su Alma por el anuncio del Ángel-, así los hijos de María deben ser ellos también inmaculados por la gracia santificante para recibir a Jesús en la Eucaristía con pureza de cuerpo y alma.

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