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jueves, 11 de febrero de 2016

Nuestra Señora de Lourdes y su mensaje celestial para nuestros días


         
         Como bien sabemos, la Virgen se le apareció a Santa Bernardita el 11 de febrero de 1858, mientras recogía leña en Massabielle, en las afueras de Lourdes[1]. Al acercarse a una gruta, fue sorprendida por un  fuerte viento; como consecuencia, alzó los ojos y vio una nube dorada y a una Señora –la Virgen- vestida de blanco, con sus pies descalzos cubiertos por dos rosas doradas, que parecían apoyarse sobre las ramas de un rosal; en su cintura tenía una ancha cinta azul, y sus manos juntas estaban en posición de oración y llevaba un rosario.
Al principio, Bernardita se asustó, pero luego comenzó a rezar el rosario que siempre llevaba consigo, observando que la Señora pasaba las cuentas del suyo entre sus dedos al mismo tiempo que ella. Al finalizar el rosario, la Virgen María retrocedió hacia la Gruta y desapareció. Estas apariciones se repitieron 18 veces, hasta el día 16 de julio.
El 18 de febrero en la tercera aparición la Virgen le dijo a Bernadette: “Ven aquí durante quince días seguidos”. Bernardita le prometió hacerlo y la Señora le dijo: “Yo te prometo que serás muy feliz, no en este mundo, sino en el otro”.
En la novena aparición, el 25 de febrero, la Señora mandó a Santa Bernadette a beber y lavarse los pies en el agua de una fuente, señalándole el fondo de la gruta. La niña no la encontró, pero obedeció la solicitud de la Virgen, y escarbó en el suelo, produciéndose el primer brote del milagroso manantial de Lourdes.
En las apariciones, la Señora exhortó a la niña a rogar por los pecadores, manifestó el deseo de que en el lugar sea erigida una capilla y mando a Bernadette a besar la tierra, como acto de penitencia para ella y para otros, el pueblo presente en el lugar también la imito y hasta el día de hoy, esta práctica continúa.
El 25 de marzo, a pedido del párroco del lugar, la niña pregunta a la Señora: “¿Quién eres?”, y ella le responde: “Yo soy la Inmaculada Concepción”.
Luego Bernadette fue a contarle al sacerdote, y él quedo asombrado, pues era casi imposible que una jovencita analfabeta pudiese saber sobre el dogma de la Inmaculada Concepción, declarado por el Papa Pío IX en 1854.
El 16 de julio de 1858, la Virgen María aparece por última vez y se despide de Bernadette.
El mensaje de la Virgen[2]. ¿Cuál es el mensaje de la Virgen en esta aparición tan grandiosa?
Podemos decir que su mensaje se resume en los siguientes puntos:
Al revelarse como la Inmaculada Concepción a un niña, que además es semi-analfabeta, la aparición confirma que las verdades de fe sobrenaturales son infundidas por el Espíritu Santo en la Iglesia, ya sea a lo más alto de la jerarquía eclesiástica –que fue quien había definido el dogma de la Inmaculada Concepción cuatro años antes, en 1854-, como a la base del Pueblo de Dios –puesto que, como dijimos, Bernardita era niña y semi-analfabeta y sin embargo, poseía el mismo conocimiento, en este tema, que el Papa y los teólogos-. Es decir, las verdades de fe de la Iglesia Católica no dependen de nuestros razonamientos, sino de la revelación divina que viene de lo alto.
La Virgen se presenta como Inmaculada Concepción, es decir, sin mancha de pecado original y plena del Espíritu Santo, con lo que se nos presenta como modelo a imitar para nuestra comunión eucarística: debemos acercarnos a la Comunión imitando a Nuestra Madre del cielo, la Virgen, concebida sin pecado y llena de gracia, es decir, debemos acercarnos a comulgar sin pecados mortales ni veniales –se perdonan con el acto de arrepentimiento del inicio de la Misa- y con el alma en gracia por la Confesión Sacramental.
Al elegir a una niña que vivía en la extrema pobreza y que era de alma humilde, exalta estas virtudes, que son las virtudes de Jesucristo: en la cruz, Jesús es humilde –“Aprended de Mí, que soy manso y humilde corazón”[3]- y pobre, porque todos los elementos materiales que posee –el leño de la cruz, la corona de espinas, los clavos de hierro, el lienzo con el que cubre su Humanidad Santísima-, no le pertenecen, sino que le han sido provistos por Dios Padre para que lleve a cabo la Redención mediante el sacrificio de la cruz: así Jesús nos enseña cómo vivir una pobreza santa, la Pobreza de la Cruz; es decir, nos enseña a no considerar los bienes materiales como un fin en sí mismos, sino como simples medios para alcanzar el cielo, porque la verdadera riqueza son los “tesoros atesorados en el cielo”[4], o sea, las buenas obras.
En la aparición, la Virgen le dice algo muy importante a Santa Bernardita, que también es válido para nosotros, como si nos lo dijera a cada uno de nosotros en forma particular: “No te prometa la felicidad en esta vida, sino en la otra”. Como cristianos, nos comportamos al igual que los paganos, cada vez que nos olvidamos que la verdadera felicidad está no en esta vida, sino en la otra, en la contemplación y adoración de la Santísima Trinidad y del Cordero en los cielos. Si no tenemos en cuenta esto, aunque nos llamemos “católicos”, somos como paganos, porque pretendemos ser felices en esta vida, en donde no está la verdadera felicidad. Por otra parte, esta felicidad no se alcanza si no es por medio del seguimiento de Cristo en el Camino de la Cruz, en el Via Crucis.
Otro mensaje muy importante que nos deja la Virgen en Lourdes es el llamado a la penitencia, a la oración y al amor al prójimo, auxiliándolo ya sea espiritualmente –si es pecador- o materialmente –si es un prójimo que necesita ayuda material o algún tipo de asistencia, como los enfermos- y la forma de hacerlo es mediante las obras de misericordia espirituales y corporales.
Con respecto a la penitencia, su llamado es muy fuerte en Lourdes: en la aparición del 24 de febrero, la Virgen repite con insistencia la palabra “penitencia”, además de pedir la reparación por las ofensas de los pecadores contra Dios y su majestad divina, llegándole a pedir a Bernardita que bese el suelo pidiendo por los pecadores: “¡Penitencia! ¡Penitencia! ¡Penitencia! ¡Ruega a Dios por los pecadores! ¡Besa la tierra en penitencia por los pecadores!”[5]. Los pecados ofenden a la Divina Majestad, al tiempo que golpean sin misericordia a Jesucristo en su Humanidad Santísima, haciéndolo sangrar abundantemente; es por eso que la Virgen llama a las almas que aman a Dios, para que hagan penitencia, en reparación por las ofensas con las que continuamente es ultrajado: la penitencia y reparación de estas almas –por otra parte, la Virgen da una indicación muy precisa de cómo hacer penitencia: besar el suelo, la tierra-, por el contrario, consuela a Jesús en su Pasión y aplaca la Justicia Divina, encendida por los pecadores que no quieren convertirse.
Con respecto a la oración, hay que decir que esta es al alma lo que el alimento terreno al cuerpo: así como un cuerpo se debilita si no se alimenta, hasta llegar a morir, así el alma, si no hace oración, no recibe de Dios lo que Dios es: luz, amor, paz, alegría, fortaleza, justicia, y así el alma muere, porque sucumbe irremediablemente ante la tentación. Dentro de las oraciones de la Iglesia Católica, una de las preferidas es el Santo Rosario, porque en esta oración es la misma Virgen quien actúa en el alma, concediendo la gracia de que el alma se vaya configurando, poco a poco, en una imagen viviente de los Sagrados Corazones de Jesús y de María. Quien dice que el Rosario es una oración “mecánica y repetitiva”, lo dice porque es él mismo quien reza de esa manera; lejos de serlo, el Rosario es una oración fascinante, porque al mismo tiempo que contemplamos los misterios de la vida de Jesús, la Virgen va actuando, sin que nos demos cuenta, para configurarnos a imagen y semejanza de su Hijo Jesús.
Oración, penitencia, rezo del Rosario, pobreza de la cruz, misericordia para con el prójimo, imitación de Cristo, imitación de la pureza de la Virgen para la comunión sacramental, éste es el mensaje de Nuestra Señora de Lourdes.


[1] https://www.ewtn.com/spanish/Maria/lourdes2.htm#El mensaje de la Virgen
[2] https://www.ewtn.com/spanish/Maria/lourdes2.htm#El mensaje de la Virgen
[3] Cfr. Mt 11, 29.
[4] Mt 6, 20.
[5] http://forosdelavirgen.org/534/nuestra-senora-de-lourdes-francia-11-de-febrero/

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