En esta
fecha, la Iglesia
nos propone la siguiente escena: una joven mujer hebrea, con su hijo recién
nacido en sus frágiles brazos, ingresa al Templo, acompañada a una respetuosa
distancia por su esposo. El matrimonio ha ido a cumplir con el precepto legal
de hacer la ofrenda del primogénito a Yahvéh. Una vez en el Templo, se acerca a
la madre con su hijo, primero una anciana, y luego otro anciano, que la
felicitan por el niño recién nacido.
La
escena de la Presentación
del Señor, vista con los ojos del cuerpo, y a la luz de la razón natural, no
pasa de ser esto: un joven matrimonio que cumple con el precepto legal, es
saludado por unos ancianos y es felicitado por su hijo, como sucede en muchas
ocasiones.
Sin
embargo, a la luz de la fe, la escena posee otros matices: la joven madre es la Virgen María , la Madre de Dios, que lleva en
sus brazos a Dios hecho Niño sin dejar de ser Dios, por lo que sus brazos no
son frágiles, sino más fuertes que el acero, pues sostienen al Creador del
universo; el esposo es sólo esposo legal, pues la joven madre era Virgen antes
del parto, permaneció Virgen durante el parto, y continúa Virgen por toda la
eternidad; la anciana es en realidad una mujer llena del Espíritu Santo, que
profetiza acerca del Niño; el anciano no es un anciano más, sino un hombre
lleno del Espíritu Santo, que iluminado por el mismo profetiza acerca del Niño
pero también sobre la Madre ,
y es por esta profecía que los saludos y felicitaciones por el Niño recién
nacido, que suelen darse a las jóvenes madres, se convierten en augurios de
dolor y pesar, porque ese Niño, cuando adulto, será traspasado por los clavos
en la Cruz , y ya
muerto, será traspasado en su Corazón por una lanza, la cual herirá sin herir
también al Corazón de la Madre :
“Una espada de dolor te atravesará el corazón”.
Por
último, el Niño que es llevado por su Madre, no es un niño más: es Dios hecho
Niño, sin dejar de ser Dios, para que los hombres se hagan Dios. El Niño,
llevado por la Madre Virgen ,
es el Salvador de los hombres, por medio de su sacrificio en cruz.
Cuando
se trata de los misterios de la Virgen María ,
nada es lo que parece, y lo que es, viene de Dios Uno y Trino.