María es Reina de la paz porque Ella nos trae a Jesús, Dador
de paz, y por eso, la paz que da María como Reina es la misma paz de Jesús, que
es la paz de Dios y no la del mundo: “Mi paz os dejo, mi paz os doy; no como la
da el mundo” (Jn 14, 27). La paz de
Jesús –y la paz de la Virgen- no es la paz del mundo: esta es una mera no
beligerancia, una simple ausencia de conflictos, lograda siempre a costa de
sangre y fuego; la paz del mundo es una paz meramente exterior, conseguida por
la violencia, por la supresión violenta de los que se oponen al orden mundano establecido.
Como la del mundo, la paz de Cristo se consigue también a
sangre y fuego, pero la Sangre de su Corazón y el Fuego de su Amor; a
diferencia de la paz del mundo, la paz de Cristo es una paz interior, profunda,
que radica en lo más hondo del ser y del alma, y es concedida por Él desde la
Cruz antes de morir, al perdonarnos el pecado de deicidio, como dice Luisa
Piccarretta: “Os perdono y os doy la paz”.
María es Reina de la paz porque nos trae a Cristo, paz de
Dios, que nos reconcilia con Dios, y si Cristo nos reconcilia con Dios, Ella
nos reconcilia con Cristo, como dice San Luis María Grignon de Montfort: “A
Cristo por María”. Según este santo, si María no nos da su paz, si María no nos
reconcilia con Cristo, difícilmente podremos ser recibidos favorablemente por Él.
María es
entonces Reina de la paz, por traernos a Cristo, Rey de paz, y por pacificar
nuestros corazones, rebelados contra Dios, con la misma paz de Cristo.
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