Hay varias
razones por las cuales debemos rezar el Santo Rosario.
Una primera
razón es que el Rosario no es una oración inventada por los hombres, sino que
es una oración traída desde el Cielo por la Virgen a Santo Domingo de Guzmán,
lo cual quiere decir que es una oración de origen celestial, divino, que agrada
infinitamente a Dios, mucho más que cualquier oración inventada por los
hombres;
También
es la misma Virgen da los motivos por los cuales debemos rezar el Rosario:
ilumina nuestras mentes con la Luz Eterna de la Verdad Absoluta de su Hijo Jesús,
que es la Sabiduría del Padre y así nos evita caer en los errores de la
herejía, del cisma, de la apostasía, del modernismo y del progresismo, que nos
apartan de la Verdad Revelada por Nuestro Señor Jesucristo;
La Virgen
le dijo a Santo Domingo de Guzmán que por el Rosario se convertirían hasta los
pecadores más empedernidos, lo cual quiere decir que por el Rosario la Virgen
actúa en los corazones más endurecidos por el pecado, intercediendo para que se
conviertan a Nuestro Señor Jesucristo y así salven sus almas;
También le
dijo la Virgen que por el Rosario se librarían muchas almas del Purgatorio, lo
cual significa que cada vez que rezamos el Rosario, no solo obtenemos el alivio
de numerosas almas, sino que esas almas luego convertidas en santas, interceden
por nosotros y por nuestros seres queridos, devolviéndonos el ciento por uno y
eso es lo que se llama la “Comunión de los santos”, el intercambio de bienes espirituales
gracias al sacrificio de Nuestro Señor en la Cruz;
La Virgen
le dijo a Santo Domingo que “todo lo que se pidiera en el Santo Rosario sería
obtenido”, por supuesto si es que es conveniente a nuestras almas, a nuestra
eterna salvación y si así lo quiere la Divina Voluntad, pero como Dios quiere
que todos nos salvemos, si pedimos en el Rosario el bien más grande que podemos
pedir, para nosotros y para nuestros seres queridos, y para todo prójimo, que
es la eterna salvación de nuestras almas, debemos tener la plena convicción de
que por la Divina Misericordia la conseguiremos, rezando el Santo Rosario;
El Santo
Rosario es un ramo de rosas espirituales que ofrendamos a Nuestra Madre del
Cielo, la Virgen, porque cada Ave María es una rosa espiritual y de esa manera
mostramos nuestra gratitud y nuestro amor a nuestra amada Madre celestial,
María Santísima;
Es la
oración que más le agrada a la Virgen, porque le recuerda el momento más
hermoso de su vida, el momento en el que el Ángel Gabriel le anunció, de parte
de Dios, que iba a ser la Madre de Dios por obra del Espíritu Santo, al ser
elegida para ser Morada del Verbo de Dios;
Por el Rosario contemplamos los misterios de la vida
de Nuestro Señor Jesucristo y también los de la Virgen, y así aprendemos de sus
infinitas virtudes, para tratar de imitarlos en nuestras vidas diarias;
Pero, además, por el Rosario no solo contemplamos los
sagrados misterios de la vida de Nuestro Señor Jesucristo, sino que
misteriosamente la Virgen nos hace participar de ellos, por lo que el Santo
Rosario es la mejor preparación para participar, con el cuerpo y con el alma,
del Santo Sacrificio de la Misa, el Sacrificio del Cordero; Cristo Jesús;
Por el
Rosario, la Virgen modela, sin que nos demos cuenta, de forma silenciosa, como
hace el alfarero con la arcilla, nuestros corazones, transformándolos, de
corazones de piedra, en corazones de carne y en corazones similares a los
Sagrados Corazones de Jesús y María, convirtiéndolos en corazones semejantes a
los Corazones de Jesús y María, que es el objetivo de todo cristiano, ser una
copia viviente de Jesús y María;
Por el
Rosario la Virgen nos cierra las puertas del Infierno y nos abre las Puertas
del Cielo, además de acortar nuestros días en el Purgatorio;
Por el
Rosario la Virgen prepara cada vez más nuestras almas para ingresar en el Reino
de los cielos;
Por el
Rosario, la Virgen nos enseña cómo amar, alabar, adorar a su Hijo Jesucristo,
aquí en la tierra, en la Sagrada Eucaristía y luego en el Cielo, por la
eternidad;
Por último,
la Virgen le prometió a Santo Domingo de Guzmán que a los devotos del Santo
Rosario que además de rezarlo, hicieran el apostolado de propagarlo y de difundirlo,
Ella misma en persona acudiría a socorrerlos en cada una de sus necesidades; de
esta manera vemos cómo, quien no solo reza el Rosario, sino que además lo
propaga, tiene como Auxiliadora nada menos que a la Santísima Madre de Dios.
Todos estos
motivos son más que suficientes para rezar el Santo Rosario, la oración
celestial más hermosa luego de la Santa Misa y de la Adoración Eucarística.
En una zona montañosa del sudeste de Francia “una bella Dama” se les apareció a dos jóvenes pastores llamados Mélanie Calvat, de 15 años, y Maximino Giraud, de 11 años en septiembre de 1846.
El nombre de “bella Dama” es la descripción que hizo el joven pastor, para referirse a la Virgen cuando se les apareció. Los pastores se encontraron a la Señora sentada, llorando y con las manos en la cabeza. Levantándose la Señora, se dirigió a los pastores en su idioma, el francés y les hizo ver dos grandes pecados que estaban a la orden del día y les explicó que “la mano de su Hijo era tan fuerte y pesada que ya no podría sostenerla, a menos que la gente hiciera penitencia y obedeciera las leyes de Dios”. Por un lado, les explica que llora por la impiedad de gran parte de la sociedad y los insta a renunciar a dos pecados graves que se habían hecho muy comunes: la blasfemia, jurar continuamente poniendo a Dios por testigo y no tomarse el domingo como día de descanso y de asistencia a misa. La Virgen vaticinó grandes hambrunas y pérdida de las cosechas que se cumplieron en toda Francia.
En un primer momento, la Señora comunica a cada joven, por separado, un secreto que no debían revelar a nadie, excepto al Santo Padre, en una petición especial que él mismo les haría. “¿Hacéis bien vuestra oración, hijos míos?”, preguntó la Señora a los pastores, los cuales respondieron que «no muy bien, Señora». “Hay que hacerla bien, por la noche y por la mañana. Cuando no podáis más, rezad al menos un padrenuestro y un avemaría, pero cuando podáis, rezad más”, le dijo la Virgen a los pastores.
El mensaje de “la Señora”
Melanie, lo que voy a decirte ahora no permanecerá siempre en secreto. Podrás publicarlo en 1858.
Los sacerdotes, ministros de mi Hijo, los sacerdotes, por su mala vida, por sus irreverencias y su impiedad al celebrar los santos misterios, por amor del dinero, por amor del honor y de los placeres, los sacerdotes se han transformado en cloacas de impureza.
Sí, los sacerdotes reclaman venganza, y la venganza está suspendida sobre sus cabezas. ¡Desdicha de los sacerdotes y las personas consagradas a Dios que por sus infidelidades y su mala vida crucifican de nuevo a mi Hijo!
Los pecados de las personas consagradas a Dios claman al cielo, y llaman la venganza,y he aquí que la venganza está a sus puertas, pues no hay más nadie para implorar misericordia y perdón para el pueblo.
No hay más almas generosas, no hay más persona digna de ofrecer la Víctima sin mancha al Eterno en favor del mundo.
Dios va a golpear de una manera sin ejemplo. ¡Desdichados los habitantes de la tierra! Dios va a agotar su cólera, y nadie podrá sustraerse a tantos males reunidos. Los jefes, los conductores del pueblo de Dios, han descuidado la oración y la penitencia, y el demonio ha oscurecido sus inteligencias.
Se han convertido en esas estrellas errantes que el viejo diablo arrastrará con su cola para hacerlos perecer. Dios permitirá a la antigua serpiente poner divisiones entre los que reinan, en todas las sociedades y en toda las familias; se sufrirán penas físicas y morales. Dios abandonará los hombres a sí mismos y enviará castigos que se sucederán durante más de treinta y cinco años.
La sociedad está en la víspera de las plagas más terribles y de los más grandes acontecimientos; hay que esperar ser gobernado por una vara de hierro y beber el cáliz de la cólera de Dios. Que el Vicario de mi Hijo, el Soberano Pontífice Pío IX, no salga más de Roma después del año 1859. Pero que sea firme y generoso, que combata con las armas de la fe y del amor; yo estaré con él.
Que desconfíe de Napoleón; su corazón es doble y cuando querrá ser a la vez Papa y emperador, enseguida Dios se retirará de él. Él es esa águila que, queriendo siempre elevarse, caerá sobre la espada con que deseaba servirse para obligar a los pueblos a elevarle.
Italia será castigada por su ambición al querer sacudirse el yugo del Señor de los Señores; también ella será entregada a la guerra, la sangre correrá por todas partes. Las iglesias serán cerradas o profanadas; los sacerdotes, los religiosos serán expulsados; se los hará morir y morir de una muerte cruel.
Muchos abandonarán la Fe y será grande el número de los sacerdotes y religiosos que se apartarán de la verdadera religión; entre estas personas habrá incluso Obispos. Que el Papa se cuide de los hacedores de milagros pues ha llegado el tiempo en que los prodigios más asombrosos tendrán lugar sobre la tierra y en los aires. En el año 1864, Lucifer con un gran número de demonios serán soltados del infierno: abolirán la fe poco a poco, incluso en las personas consagradas a Dios.
Los cegarán de tal manera, que, a menos de una gracia particular, estas personas tomarán el espíritu de esos ángeles malos. Muchas casas religiosas perderán enteramente la fe y perderán muchas almas. Los malos libros abundarán sobre la tierra y los espíritus de las tinieblas extenderán en todas partes un relajamiento universal para todo lo que concierne al servicio de Dios. Tendrán un gran poder sobre la naturaleza; habrá iglesias para servir a estos espíritus.
De un lado a otro serán transportadas personas por estos malos espíritus e incluso sacerdotes, pues ellos no se habrán conducido según el buen espíritu del Evangelio, que es espíritu de humildad, de caridad y de celo por la gloria de Dios.
Se resucitará a muertos y a justos [es decir que esos muertos tomarán la figura de almas justas que han vivido sobre la tierra, con el fin de seducir mejor a los hombres; éstos que se dicen muertos resucitados, que no serán sino el demonio bajo sus figuras, predicarán otro Evangelio contrario al del verdadero Cristo-Jesús, negando la existencia del cielo o aún las almas de los condenados. Todas estas almas parecerán unidas a sus cuerpos] (nota de Melanie).
Habrá en todas partes prodigios extraordinarios puesto que la verdadera fe se ha extinguido y la falsa luz ilumina al mundo. Desdichados los Príncipes de la Iglesia que sólo se hayan ocupado en acumular riquezas sobre riquezas, en salvaguardar su autoridad y en dominar con orgullo. El Vicario de mi Hijo tendrá mucho que sufrir, pues, por un tiempo, la Iglesia será librada a grandes persecuciones.
Esto será el tiempo de las tinieblas; la Iglesia tendrá una crisis terrible. Olvidada la santa fe de Dios, cada individuo querrá guiarse por sí mismo y ser superior a sus semejantes. Se abolirán los poderes civiles y eclesiásticos, todo orden y toda justicia serán pisoteados; sólo se verán homicidios, odio, celos, mentira y discordia, sin amor por la patria ni por la familia.
El Santo Padre sufrirá mucho. Yo estaré con él hasta el fin para recibir su sacrificio. Los malvados atentarán muchas veces contra su vida sin poder dañarle; pero ni él ni su sucesor… verán el triunfo de la Iglesia de Dios.
Los gobiernos civiles tendrán todos un mismo designio, que será abolir y hacer desaparecer todo principio religioso para hacer lugar al materialismo, al ateísmo, al espiritismo y a toda clase de vicios.
En el año 1865 se verá la abominación en los lugares santos; en los conventos, las flores de la Iglesia se pudrirán y el demonio se hará como rey de los corazones. Que los que están a la cabeza de las comunidades religiosas tengan cuidado con las personas que deben recibir, pues el demonio hará uso de toda su malicia para introducir en las órdenes religiosas personas entregadas al pecado, ya que los desórdenes y el amor de los placeres carnales serán extendidos por toda la tierra.
Francia, Italia, España e Inglaterra estarán en guerra; la sangre correrá en las calles, el francés combatirá con el francés, el italiano con el italiano; luego habrá una guerra general que será espantosa. Por un tiempo Dios no se acordará de Francia ni de Italia, puesto que el Evangelio de Jesucristo no se conoce ya más. Los malvados desplegarán toda su malicia; se matará, se masacrará mutuamente hasta en las casas.
Al primer golpe del rayo de su espada las montañas y la tierra entera temblarán de pavor puesto que los desórdenes y los crímenes de los hombres traspasan la bóveda de los cielos. París será quemada y Marsella será engullida por el mar, muchas grandes ciudades serán sacudidas y engullidas por terremotos: se creerá que todo está perdido.
Sólo se verán homicidios, sólo se oirán estrépito de armas y blasfemias. Los justos sufrirán mucho; sus oraciones, sus penitencias y sus lágrimas subirán hasta el Cielo y todo el pueblo de Dios pedirá perdón y misericordia, y pedirá mi ayuda y mi intercesión.
Entonces Jesucristo, por un acto de su justicia y de su misericordia, ordenará a sus ángeles que todos sus enemigos sean ejecutados. De pronto, los perseguidores de la Iglesia de Jesucristo y todos los hombres entregados al pecado perecerán, y la tierra será como un desierto. Entonces se hará la paz, la reconciliación de Dios con los hombres.
Jesucristo será servido, adorado y glorificado; en todas partes florecerá la caridad. Los nuevos reyes serán el brazo derecho de la Santa Iglesia que será fuerte, humilde, piadosa, pobre, celosa e imitadora de las virtudes de Jesucristo. El Evangelio será predicado en todas partes, y los hombres harán grandes progresos en la fe, porque habrá unidad entre los obreros de Jesucristo y los hombres vivirán en el temor de Dios.
Esta paz entre los hombres no será larga; veinticinco años de abundantes cosechas les harán olvidar que los pecados de los hombres son causa de todas las aflicciones que acontecen sobre la tierra. Un precursor del anticristo con sus ejércitos de varias naciones combatirá contra el verdadero Cristo, el único Salvador del mundo; derramará mucha sangre y querrá aniquilar el culto de Dios para hacerse tener como un Dios.
La tierra será golpeada por toda clase de plagas (además de la peste y el hambre, que serán generales). Habrá guerras hasta la última guerra, que será hecha por los diez reyes del anticristo, que tendrán todos un mismo designio, y serán los únicos que gobernarán el mundo.
Antes que esto acontezca habrá una especie de falsa paz en el mundo; sólo se pensará en divertirse. Los malvados se entregarán a toda clase de pecados, pero los hijos de la Santa Iglesia, los hijos de la fe, mis verdaderos imitadores, crecerán en el amor de Dios y en las virtudes que me son más queridas.
Dichosas las almas humildes conducidas por el Espíritu Santo. Yo combatiré con ellas hasta que lleguen a la plenitud del tiempo. La naturaleza reclama venganza para los hombres, y, esperando lo que debe ocurrir a la tierra manchada de crímenes, se estremece de pavor.
Tiembla, tierra, temblad vosotros, los que hacéis profesión de servir a Jesucristo y que por dentro os adoráis a vosotros mismos. Pues Dios va a entregaros a su enemigo, puesto que los lugares santos se hallan en la corrupción.
Muchos conventos no son más las casas de Dios sino pasturas de Asmodeo y los suyos. Será durante este tiempo que nacerá el anticristo, de una religiosa hebrea, de una falsa virgen que tendrá comunicación con la antigua serpiente, el señor de la impureza; su padre será Ev.
Al nacer vomitará blasfemias, tendrá dientes; será, en una palabra, el diablo encarnado; lanzará gritos terribles, hará prodigios, sólo se alimentará de impurezas. Tendrá hermanos que, aunque no sean demonios encarnados como él, serán hijos del mal. A los doce años se señalarán por sus valientes victorias, pronto estará cada uno a la cabeza de ejércitos asistidos por legiones del infierno.
Las estaciones se alterarán, la tierra sólo producirá malos frutos, los astros perderán sus movimientos regulares, la luna sólo reflejará una débil luz rojiza. El agua y el fuego darán al orbe de la tierra movimientos convulsivos y horribles terremotos que engullirán montañas, ciudades, etc.
Roma perderá la fe y se convertirá en la sede del anticristo. Los demonios del aire con el anticristo harán grandes prodigios sobre la tierra y en los aires, y los hombres se pervertirán cada vez más. Dios cuidará de sus fieles servidores y de los hombres de buena voluntad; el Evangelio será predicado en todas partes. ¡Todos los pueblos y todas las naciones tendrán conocimiento de la verdad!
Yo dirijo un apremiante llamado a la tierra; llamo a los verdaderos discípulos de Dios viviente y reinante en los cielos. Llamo a los verdaderos imitadores de Cristo hecho hombre, el único y verdadero Salvador de los hombres.
Llamo a mis hijos, mis verdaderos devotos, aquellos que se han entregado a mí para que los conduzca a mi Hijo divino, aquellos que, por así decir, llevo en mis brazos; aquellos que han vivido de mi espíritu.
Llamo en fin a los apóstoles de los últimos tiempos, los fieles discípulos de Jesucristo que han vivido en desprecio del mundo y de sí mismos, en la pobreza y en la humildad, en el desprecio y en el silencio, en la oración y en la mortificación, en la castidad y en la unión con Dios, en el sufrimiento y desconocidos del mundo.
Es tiempo de que salgan y vengan a iluminar la tierra. Id y mostraos como mis hijos queridos, yo estoy con vosotros y en vosotros con tal vuestra fe sea la luz que os ilumine en estos días de infortunio.
Que vuestro celo os haga como hambrientos de la gloria y del honor de Jesucristo. Combatid, hijos de la luz, vosotros, los pocos que veis, pues he aquí el tiempo de los tiempos, el fin de los fines.
La Iglesia será eclipsada, el mundo se hallará en la consternación. Pero he aquí a Enoch y Elías llenos del Espíritu de Dios; ellos predicarán con la fuerza de Dios, y los hombres de buena voluntad creerán en Dios, y muchas almas serán consoladas. Harán grandes progresos por virtud del Espíritu Santo y condenarán los errores diabólicos del anticristo.
¡Desdichados los habitantes de la tierra! Habrá guerras sangrientas y hambres, pestes y enfermedades contagiosas; habrá lluvias de un espantoso granizo de animales, truenos que sacudirán las ciudades, terremotos que engullirán países. Se oirán voces en los aires, los hombres se darán de golpes con su cabeza en los muros; llamarán a la muerte y, por otro lado, la muerte hará su suplicio, la sangre correrá por todas partes. ¿Quién podrá vencer si Dios no disminuye el tiempo de la prueba?
Por la sangre, las lágrimas y las oraciones de los justos Dios se dejará doblegar. Enoch y Elías serán matados; Roma pagana desaparecerá. El fuego del cielo caerá y consumirá tres ciudades; todo el universo será sacudido de terror, y muchos se dejarán seducir porque no han adorado al verdadero Cristo viviente entre ellos. Es el momento; el sol se oscurece; sólo la fe vivirá.
He aquí el tiempo; el abismo se abre. He aquí el rey de los reyes de las tinieblas. He aquí a la bestia con sus súbditos, diciéndose salvador del mundo. Se elevará con orgullo en los aires para ir hasta el cielo; será ahogado por el soplo de San Miguel Arcángel. Caerá, y la tierra, que desde hace tres días estará en continuas evoluciones, abrirá su seno lleno de fuego, él será sumergido para siempre con todos los suyos en los abismos eternos del infierno. Entonces el agua y el fuego purificará la tierra y consumirá todas las obras del orgullo de los hombres y todo será renovado: Dios será servido y glorificado.
El santuario de La Salette
Está situado en plena montaña, a 1800 mts. de altitud en los Alpes franceses. De la atención del Santuario y su hospedería es responsable la Asociación de Peregrinos de La Salette por encargo de la diócesis de Grenoble. Los Misioneros y las Hermanas de Nuestra Señora de La Salette aseguran la animación y el funcionamiento, ayudados por capellanes, sacerdotes religiosos o diocesanos, religiosas, laicos asociados y por empleados asalariados y voluntarios. Con las Eucaristías, el rezo meditado del rosario, las vigilias y las procesiones, se articulan diversas propuestas: lecturas del evangelio, encuentros sobre un tema determinado, reuniones informales, encuentros con un capellán, sin olvidar la dimensión misionera y el servicio de las vocaciones
La advocación
de Nuestra Señora de la Merced surge como consecuencia de una celestial aparición
de la Madre de Dios, en forma simultánea, en el siglo XIII, al rey Jaime I de
Aragón, a San Pedro Nolasco y a San Raymundo de Peñafort. La Virgen encomendó específicamente
a San Pedro Nolasco la fundación de la Orden de los Mercedarios, cuya tarea
principal sería la de rescatar a los cristianos cautivos por los musulmanes,
como consecuencia de las invasiones musulmanas a Tierra Santa.
Con la Conquista
y Evangelización de España, la devoción a Nuestra Señora de la Merced llegó por
medio de la Orden de los Mercedarios, quienes así contribuyeron a la
sobrenatural evangelización del Virreynato del Río de la Plata, hecho por el
cual debemos agradecer eternamente a España, ya que España nos trajo la
Verdadera Religión, la Religión de Nuestro Señor Jesucristo, la Religión
Católica. Por esto es que nuestra Patria es hispana y católica incluso antes desde
su nacimiento.
Más tarde,
al producirse la Independencia, nuestro Prócer General Belgrano, que era
abogado además de general y que había jurado defender el Dogma de la Inmaculada
Concepción, porque era un ferviente devoto de la Virgen, no solo le concedió a
nuestra Enseña Nacional los colores del Manto celeste y blanco de la Inmaculada
Concepción -por eso nuestra Bandera Nacional lleva los colores de la Virgen y
por eso, besar el Manto de la Virgen es como besar la Bandera y besar la
Bandera es como besar el Manto de la Virgen-, sino que además le encomendó, en
la Batalla del Campo de las Carreras, el triunfo sobre las tropas realistas,
prometiéndole que si el ejército patriota, el Ejército del Norte, triunfaba, él
la nombraría “Generala del Ejército Argentino”. Esto fue lo que sucedió y el
General Belgrano, agradecido por la intercesión de la Virgen -hubo un hecho
milagroso, como la invasión de langostas en plena batalla, lo cual limitó mucho
el número de bajas en ambos bandos-, le concedió, en una Misa solemne, el
Bastón de Mando del Ejército y la nombró “Generala del Ejército Argentino”
-motivo por el cual nuestro glorioso Ejército ha de triunfar siempre sobre las
ideologías subversivas y marxistas que tienen al ateísmo como bandera, puesto
que la Virgen es la que aplasta la cabeza de la Serpiente-.
Finalmente,
¿cuál es la relación espiritual entre nosotros y la Virgen de la Merced? Para saberlo,
tenemos que tener en cuenta que nuestra vida es una lucha “contra las
potestades y dominaciones de los aires”, es decir, contra los ángeles caídos,
contra los demonios, que buscan llevarse como triunfo nuestras almas al
infierno y el campo de batalla es nuestro corazón. Como los próceres están para
ser imitados, nosotros debemos imitar al General Belgrano, pero no tenemos un
bastón de mando de un ejército para ofrecerle, ni una lucha material, pero sí
tenemos una lucha espiritual contra el pecado y contra los ángeles caídos y sí
tenemos el bastón de mando de nuestras almas y corazones: entonces, imitando al
General Belgrano, le ofrendemos a la Virgen de la Merced el bastón de mando de
nuestra vida y de nuestra alma, para que Ella, la Generala celestial, nos
otorgue el triunfo sobre nuestros enemigos, espirituales y corporales y que sea
Ella la que, Victoriosa y radiante con su Manto celeste y blanco, plante con
firmeza el Estandarte ensangrentado de la Santa Cruz de Jesús en nuestros
corazones, para que sea Él, Nuestro Señor Jesucristo, quien gane para Dios y
para el Reino de los cielos la batalla de nuestras almas.
3-Insuflar
principios cristianos en la nación o patria
4-Actuar
llevando el Estandarte de María en las empresas de Dios
1-Fin
próximo: la obra actual
El principal objetivo de la Legión no está en el
exterior, sino en obrar interiormente, dentro de sus miembros y ese obrar es la
santificación, por medio de la gracia que comunican los sacramentos. Para ello
el miembro debe acudir a las juntas semanales y realizar los actos de devoción
y piedad establecidos. Pero por medio de las obras de apostolado, perfecciona y
ejercita el espíritu apostólico, absolutamente necesario, por aquello de que
“son necesarias las obras que demuestren la fe”, porque una fe sin obras, es
una fe muerta.
Por eso
la Legión impone como obligación esencial un trabajo semanal activo determinado,
señalado por el praesidium, que debe realizarse como acto de obediencia al
mismo.
2-Fin
remoto: ser levadura en la sociedad
Por
medio de este fin, la Legión traspasa las horas semanales que invierte el
legionario en su labor e irradia su fuego espiritual apostólico encendido en su
hogar. Por ejemplo, esto sucede cuando en un lugar determinado -una empresa,
una escuela, un supermercado, etc.-, en donde predominan la irreligión y las
sectas y todo lo contrario a la Verdadera Religión, Dios coloca a un ferviente
legionario, que con su labor apostólica, con su oración, su sacrificio, sus
ayunos, su mortificación, su consagración a la Virgen, logra que los corazones
paulatinamente se conviertan al Verdadero Dios Jesucristo. Dice San Juan Pablo
II: “Los seglares están llamados a ser la sal de la tierra y la luz del mundo,
están llamados a expresar el Evangelio con sus vidas y a insertar el Evangelio
en la realidad del mundo, para que este se transforme por el poder redentor de
Cristo”.
3-Insuflar
principios cristianos en la nación o patria
La
Legión busca primero el Reino de Dios y su justicia, es decir, los trabajos
encaminados a salvar las almas y en este trabajo le vienen por añadidura bienes
que no buscaba, como el factor social, es decir, implicarse en actividades
sociales. Por eso la Legión es un tesoro nacional para cada país donde se halle
y redunda en beneficio espiritual para todos sus ciudadanos. Dice el Manual que
supongamos una sociedad en la que todos sus integrantes estuvieran imbuidos de
los principios de la Legión, de sacrificio por el Bien Común, por la gloria de
Dios, la salvación de las almas, en esa nación, se hallaría un bien enorme y la
vida se viviría en un nivel superior, no tanto material, sino ante todo
espiritual, que es mucho más importante que el espiritual. Si una nación fuera
toda católica, dice el Manual, esa nación sería faro y luz del mundo para todas
las otras naciones de la tierra. Eso es la Legión para la sociedad, faro y luz
de Cristo para la sociedad.
4-Actuar
llevando el Estandarte de María en las empresas de Dios
Dice el
Manual que en nuestros días reinan el paganismo, la irreligión y el ateísmo y
nosotros podemos agregarle el ocultismo, el satanismo, la brujería y la
hechicería y toda clase de sectas malvadas, que se extienden por toda la
sociedad, desde las esferas más altas del poder, hasta los sectores más bajos;
desde los ancianos, hasta los niños recién nacidos, a quienes los consagran a
San La Muerte.
Comparados
con esta cantidad innumerable de enemigos, la Legión aparece como muy pequeña y
modesta, pero no hay que olvidar que su Celestial Capitana es la Virgen
Poderosísima, a través de la cual actúa el Dios Tres veces Santo y
Todopoderoso. Las metas de la Legión son llevar a la Santísima Trinidad a todo
ser humano y la forma en que lo logrará es como lo decía el Santo Cura de Ars:
“El mundo es de aquel que más le ame y mejor le pruebe su amor”.
La
Legión no solo debe proclamar verdades de fe, que sí debe hacerlo, sino que
debe probar al mundo, con un amor heroico, que Dios ama a los hombres, sobre
todo a los más pecadores, con un amor misericordioso, que ama al pecador, pero
no al pecado, por eso es que la Legión debe ayudar a que es hermano se aparte
de su pecado, para que reciba la Divina Misericordia. La Legión logrará este
cometido, dice el Manual, amando a su Capitana, la Santísima Virgen María y
alimentándose del Pan de Vida, la Sagrada Eucaristía, en donde Jesús nos
comunica el Amor de su Sagrado Corazón Eucarístico.
¿Cómo es el “socio perfecto”,
según el Manual de la Legión? En su capítulo XI, párrafo 3, dice así: “Según el
criterio de la Legión, es legionario perfecto el que cumple en todo el
reglamento y no precisamente aquél cuyos esfuerzos se vean coronados por algún
triunfo visible o endulzados por el consuelo. Cuanto más se adhiera uno al
sistema legionario, tanto se es más socio de la Legión”.
Ahora bien, recordemos que, para la Legión, “cumplir el
reglamento”, implica ante todo considerar el espíritu de la ley, que en este
caso es la santificación de la propia alma, la glorificación de la Trinidad y
la salvación del prójimo, esto en un contexto como lo es el de la Legión, en
donde no hay una estructura al estilo de las órdenes religiosas de religiosos
consagrados, sino que se trata de una “organización permanente de seglares” y que
como tal, “llevan una vida ordinaria -seglar” y que por lo tanto tienen margen para
ocupaciones que no son estrictamente religiosas[1]. Esto
es lo que deben recordar permanentemente tanto los directores espirituales de
la Legión, como los presidentes de la praesidia.
Ahora bien, el Manual insiste en que, precisamente, al
tratarse de una estructura seglar, los momentos en los que la Legión reúne a
sus integrantes son escasos, en comparación con las órdenes religiosas, por lo
que sus miembros deben tener presente más que nunca el dicho que dice “el
tiempo es oro”, en el sentido de que se debe, por un lado, ser estrictamente
puntuales, cuidar la asistencia a las reuniones al máximo -faltar solo por un
motivo realmente grave- y aprovechar al máximo dichas reuniones.
En el punto 4 del capítulo XI, dice así el Manual: “El punto
más saliente del reglamento legionario es la obligación rigurosísima que la
Legión impone al socio de asistir a las juntas. Es el deber primordial, porque
la junta es lo que da el ser a la Legión (si no hubiera reuniones, la Legión no
tendría forma de funcionar como tal)”. Luego el Manual compara a las reuniones
con el lente de una lupa con relación a los rayos del sol: “Lo que la lente es
para los rayos solares, esto es la junta para los socios: los recoge, los
inflama, e ilumina todo cuanto se acerque a ella”. Es como alguien que está al
sol en un día frío y alguien que no lo está: el que está al sol, recibe su
calor, mientras que el que no lo está, no recibe el calor del sol, solo puede
imaginarlo, pero no puede aprovecharlo para sí (El Sol de nuestras almas es Nuestro Señor Jesucristo en la Eucaristía y análogamente, sucede de forma similar: quien se acerca al Sol, a Jesús Eucaristía, recibe los rayos de su gracia santificante, recibe al Sol mismo en Persona; quien se aleja de Jesús Eucaristía, deja de recibir esos rayos del Sol divino que es Jesucristo y se queda con su alma fría y a oscuras). Esto, porque en las reuniones
se derraman las gracias más que suficientes, que son las que el Legionario
necesita para cumplir su misión como miembro de la Legión. La organización es
tanto más fuerte, dice el Manual, en la medida en que se respeten las
reuniones.
Luego el Manual cita aquello que la Legión considera con
relación a las reuniones: “En la organización, los individuos se asocian a los
demás, así como los engranajes en una máquina, sacrificando parte de su
independencia por el bien del conjunto (…) Obrando en conjunto, el accionar es
mucho más eficaz, así como es mucho más eficaz un carbón cuando se arroja al
fogón ardiente, que un carbón que arde por sí solo”. Otro elemento a tener en
cuenta con respecto a la importancia de la reunión es que, al obrar en forma
conjunta, el grupo tiene “vida propia y distinta a la de los individuos que lo
componen”. Obrar en conjunto, dice el Manual, permite que los legionarios no se
desanimen en las pruebas y que no se enaltezcan vanamente en los logros, porque
todo se hace de forma conjunta y no individual.
Ahora bien, el Praesidium no es una reunión para
elaborar proyectos humanos, en donde es la razón humana la que dicta lo que se
debe hacer: el Manual dice que la reunión semanal tiene que tener un elevado
espíritu sobrenatural -oración, prácticas piadosas y caridad fraterna entre sus
miembros, quienes por el bautismo son todos hermanos en Cristo-; es en este ámbito
en donde se le asignan a los legionarios un trabajo concreto y al mismo tiempo
se reciben informes sobre lo que ha realizado cada uno.
La reunión semanal es el corazón de la Legión, dice el
Manual, desde donde fluye su sangre que circula por venas y arterias, es decir,
es donde la Virgen derrama las gracias que nos dona el Espíritu Santo
-recordemos que cualquier gracia, por pequeña o grande que sea, pasa,
ineludiblemente, a través del Inmaculado Corazón de María, porque Ella es la “Medianera
de todas las gracias”, por eso es inimaginable que alguien obtenga ninguna
gracia de ningún tipo, sino es a través de la Virgen Santísima- y estas se
comunican a sus miembros. Si un miembro falta por pereza, esas gracias no las
recibe y es muy importante, porque se trata de las gracias necesarias para la
realización del trabajo personal que se le ha encomendado a cada legionario. Es
por esto que el Legionario debe considerar a la reunión semanal de su
praesidium como el primero y el más sagrado deber para con la Legión; sin la
reunión, el trabajo es como un cuerpo sin alma. Finaliza el Manual citando a
San Agustín, para advertirnos acerca de la enorme importancia de la reunión
semanal: “A los que no militan bajo el estandarte de María se les pueden
aplicar las palabras de San Agustín: “Corréis mucho, pero descaminados”.
¿Adónde iréis a parar?”. En otras palabras, se trata de lo siguiente: si la
Virgen reúne a sus hijos pequeños de la Legión, en la reunión semanal, para
instruir a sus hijos con la Divina Sabiduría y para darles las gracias que el
Santo Espíritu de Dios tiene para darles, para que realicen sus obras de
misericordia glorificando a la Santísima Trinidad; si alguno de sus hijos no se
encuentra, por libre decisión, fuera de la reunión con la Virgen, entonces,
¿qué puede hacer ese legionario, por sí mismo, sin las gracias que vienen a
través de la Virgen? La respuesta la tiene Nuestro Señor Jesucristo: “Nada”, “Sin
Mí, NADA podéis hacer” (Jn 15, 5).
Al ser Asunta a los cielos en cuerpo y alma glorificados, la
Santísima Virgen, luego de ser recibida por su Hijo Jesús, es coronada como
Reina de cielos y tierra, con una corona más preciosa que el oro, la plata, los
diamantes y los rubíes, porque recibe de la Santísima Trinidad una corona de
gloria y de luz divina. La Virgen es Reina porque su Hijo es “Rey de reye y
Señor de señores”, y en realidad este título de Reina, si bien recibe la corona
luego de su gloriosa Asunción a los cielos, lo poseía ya desde su Inmaculada
Concepción, pues Aquella que no conoció la mancha del pecado original y fue
concebida en gracia, estaba destinada a ser la Madre del Rey de los hombres y
de los ángeles, el Hombre-Dios Jesucristo.
Así, al ser coronada con la corona de luz y gloria, la
Virgen se convierte en la Mujer descripta por el Apocalipsis, Aquella que
“aparece en el cielo vestida de sol, con la luna a los pies y con una corona de
doce estrellas en la cabeza” (cfr. Ap
12, 1). La Virgen es coronada en el cielo como Reina de cielos y tierra, como
Reina de ángeles y hombres, como Reina del universo visible y del invisible, y
esto porque su Hijo es también Rey de todo lo creado, por lo que la Virgen
participa de la realeza divina de su Hijo, Dios hecho hombre sin dejar de ser
Dios. Así como su Hijo, al Ascender a los cielos, recibió del Padre Eterno y
del Santo Espíritu de Dios, la corona de luz y gloria que por derecho y por
conquista le pertenecía, así también la Virgen, luego de su gloriosa Asunción
en cuerpo y alma a los cielos, recibe también una corona incorruptible, más
preciosa que el oro y la plata, la corona de luz y gloria de su Hijo Jesús.
Ahora bien, esta corona de luz y de gloria la recibe la
Virgen por derecho, por ser Ella la Inmaculada Concepción, la Inhabitada por el
Espíritu Santo, la Llena de gracia, la Madre de Dios; pero la recibe también
por conquista, porque participó en la tierra de la dolorosa Pasión de su Hijo,
y si bien Ella no recibió corporalmente los castigos de Jesús, participó de
ellos moral y espiritualmente, sufriendo un dolor en un todo similar al de su
Hijo Jesús. Y así como Jesús fue coronado de espinas, y por eso luego mereció
la corona de luz y de gloria en los cielos, así también la Virgen, si bien no
fue coronada físicamente con una corona de espinas, sufrió en su Inmaculado
Corazón y en su Alma Purísima los dolores de la corona de espinas de su Hijo,
haciéndose así merecedora de la corona de luz y de gloria en el cielo. Tanto
Jesús como la Virgen, para poder ser coronados de luz y de gloria en el cielo,
tuvieron que atravesar en la tierra por las dolorosas y humillantes horas de la
Pasión, incluida la coronación de espinas, Jesús de modo físico, y la Virgen,
participando moral y espiritualmente de su Pasión y coronación de espinas.
Como
dijimos, la Virgen no sufrió físicamente la Pasión y la coronación de espinas,
pero sí participó moral y espiritualmente, convirtiéndose así en Corredentora,
al unir sus dolores morales y espirituales a los dolores redentores y
salvíficos de Jesús. De un modo particular, por medio de la coronación de
espinas, Jesús y María expiaron por los pensamientos impuros y por los
pensamientos malos de toda clase, que los hombres continuamente elaboran en sus
mentes. Es por eso que, al contemplar a la Virgen como Reina y coronada de luz
y gloria, meditemos en cómo fue que la Virgen se ganó esa corona, participando
de los dolores de su Hijo Jesús, para que así evitemos todo pensamiento malo,
de cualquier orden, y le pidamos a la Virgen que nos alcance los pensamientos
santos y puros que tenía Jesús coronado de espinas. Sólo así, evitando los
malos pensamientos y pidiendo la gracia de poseer los pensamientos santos y
puros de Jesús y María, y pidiendo la gracia de llevar la corona de espinas en
esta vida, podremos ser coronados, como Nuestra Madre y como Jesús, de luz y de
gloria en el cielo.
En la Solemnidad de la Asunción de la Santísima Virgen María, la Santa Iglesia
Católica celebra el fin de la vida mortal de la Madre de Dios y el inicio de su
vida gloriosa en el Reino de los cielos, hecho que se conoce como “Asunción de
María Santísima en cuerpo y alma a los cielos”, siendo definido como dogma por
el Papa Pío X .
Lo que sucedió en la Asunción de María Santísima fue que, en el momento en que
la Madre de Dios debía partir de este mundo al otro, en vez de morir, la Virgen
se durmió -por esta razón, en las iglesias católicas de rito oriental a esta
fiesta se la denomina como la “Dormición”, porque se “durmió”- y su alma
santísima, que estaba colmada de gracia por un doble motivo, por ser Ella la
Llena de gracia al estar inhabitada por el Espíritu Santo y también por haber
sido concebida sin la mancha del pecado original, derramó sobre su cuerpo toda
esa plenitud de gracia, la cual se convirtió, en el momento de pasar de este
mundo a la vida eterna, en luz de gloria eterna, glorificando así su cuerpo
junto con su alma. Fue esto entonces lo que sucedió en la Asunción de María
Santísima: toda la plenitud de gracia, de la que estaba colmada el alma de
María Santísima, se derramó sobre su cuerpo purísimo mientras la Virgen dormía,
en el último instante de su vida terrena y esta gracia divina, convertida en
gloria divina, glorificó su cuerpo purísimo, al igual que había hecho con su
alma, colmando a su alma y a su cuerpo con la luz de la gloria divina, siendo
así glorificada la Virgen con la misma gloria con la cual había sido
glorificado su Hijo el Domingo de Resurrección. La Virgen, el día de la
Asunción, se durmió plácidamente, rodeada por los discípulos en la tierra, con
su cuerpo mortal y se despertó en los cielos, rodeada por los ángeles, que
habían bajado de los cielos para llevarla a los cielos, con su cuerpo y alma
glorificados, y al despertarse se encontró con su Hijo Jesús, a quien adoró y
abrazó con amor maternal, tal como lo había hecho en la tierra, pero ahora la
Madre y el Hijo, ambos glorificados, no se habrían de separar nunca más.
Ahora bien, la Asunción de María Santísima no es un hecho aislado de la vida de
la Iglesia en general, ni de sus miembros en particular, desde el momento en
que la Virgen es Madre de la Iglesia y Madre de los hijos de Dios. Por eso
mismo, la vida de la Virgen, relatada en la Sagrada Escritura, desde el inicio
hasta el fin, debe ser meditada por sus hijos, es decir, por cada uno de
nosotros, porque el destino de la Virgen es nuestro destino, o al menos debe
serlo y por eso debemos conocerlo o reflexionar al menos brevemente en los
misterios sobrenaturales de la Virgen. Así, la Virgen es la Mujer que en el
Génesis aplasta la cabeza de la Serpiente Antigua, el Demonio, Lucifer o
Satanás; es la Mujer que intercede ante la Santísima Trinidad para que la
Santísima Trinidad modifique sus planes y así Dios Hijo, por orden de Dios
Padre y movido por el Amor de Dios Espíritu Santo, obre el primer milagro
público en Caná, demostrando así la Virgen su advocación de “Omnipotencia
Suplicante”; la Virgen es la Mujer que, en el Calvario, acompaña a Dios Hijo
encarnado en su agonía en el sacrificio de la cruz y se convierte, por pedido
de Dios Hijo, en Madre adoptiva de los hijos de Dios; la Virgen es la Mujer del
Apocalipsis, la Mujer revestida de sol -revestida de gracia, la Mujer Asunta en
cuerpo y alma a los cielos, la Virgen de la Asunción, con la luna bajo sus pies
y con una corona de doce estrellas en la cabeza, indicando que es Reina del
universo, porque su Hijo es Rey del universo; es la Mujer a la cual se le es
dada dos alas de águila para huir al desierto y poner así a salvo a su Hijo, el
Niño Dios, es la Virgen que protege a la Iglesia en la historia, en tiempos de
persecución y tribulación. Es necesario conocer, aunque sea brevemente, la
historia de la Virgen Asunta a los cielos, porque sus hijos están predestinados
a seguir sus pasos, lo cual quiere decir que, si la Madre está en el cielo,
allí también deben estar sus hijos, pero a diferencia de la Madre, que nació
sin pecado original y por eso fue Asunta en cuerpo y alma a los cielos,
nosotros, sus hijos, sí hemos nacido con el pecado original y por eso, si
queremos ir al cielo, debemos hacer el propósito de confesarnos pecadores, de
confesar los pecados, de vivir en gracia, de conservar la gracia y de
acrecentarla, para lo cual debemos frecuentar los sacramentos, sobre todo la
Penitencia y la Eucaristía; debemos obrar la misericordia, que abre las puertas
del Reino de Dios; debemos cargar la cruz de cada día en pos de Jesús, camino
del Calvario, negándonos a nosotros mismos y así para morir al hombre viejo y
nacer al hombre nuevo, al hombre regenerado por la gracia santificante. Solo
así podremos ser, algún día, glorificados en cuerpo y alma y solo así podremos,
luego de superar el juicio particular, comenzar a vivir, en el Reino de Dios,
junto a nuestra Madre celestial, la Virgen Asunta al cielo, la eterna alegría
de contemplar y adorar a la Santísima Trinidad y al Cordero de Dios, Nuestro
Señor Jesucristo.
El fin y el medio de la Legión es la santificación de
sus miembros, santificación otorgada por la gracia del Espíritu Santo, por la
cual la Legión glorifica a Dios y contribuye a la salvación de los hombres[1].
Ahora
bien, para lograr este fin de la santificación de sus miembros, la Legión “ofrece
a sus miembros -según lo especifica el Manual- no tanto un programa de
actividades, sino una norma de vida”. Es decir, la Legión ofrece, para la
santificación de sus integrantes, para que sus integrantes alcancen el fin de
sus vidas en la tierra, que es conseguir la feliz bienaventuranza en el Reino
de los cielos, algo mucho más profundo y substancial que simplemente una
planilla con un cronograma de actividades y es un plan de vida, con el agregado
de que se trata de obras que se realizan en la vida terrena, pero que si se
realizan con el espíritu del Sermón de la Montaña de Nuestro Señor Jesucristo,
tienen valor de Vida Eterna, es decir, valen para el Reino de los cielos; se
realizan en el tiempo y en la vida de la tierra, pero su valor se acumula en el
cielo, se contabiliza en el cielo, para el Día del Juicio Final.
Dice así
el Manual del Legionario, en relación a esta “norma de vida”: “(La norma de
vida) les provee de un reglamento exigente (…) exige puntual observancia de
todos los detalles (…) pero en cambio promete acrecentamiento de las virtudes
(sobrenaturales): fe, amor a María, abnegación, espíritu de oración,
fraternidad, prudencia, obediencia, humildad, alegría, espíritu apostólico; es
decir, todas virtudes que hacen a la perfección cristiana”[2].
Luego el
Manual cita al Padre Miguel Creedon, el Primer Director Espiritual del
Concilium Legionis Mariae, en el que el Padre hace una comparación entre las
órdenes religiosas tradicionales y las organizaciones permanentes de seglares o
laicos, como la Legión de María, las cuales no son ni nunca serán organizaciones
religiosas y por lo tanto, tienen una disciplina y un modo de actuar muy diferente
a aquellas y por este motivo es que necesitan una organización eficaz y un
espíritu apostólico y de obediencia y de oración por parte de los integrantes
de la Legión, desde el momento en que, por ejemplo, las reuniones, dice el
Padre Miguel Creedon, son una vez a la semana, entonces se debe aprovechar bien
el tiempo y no perderlo en desorganizaciones, desobediencias, falta de espíritu
apostólico, etc.
Entonces,
dice el Manual, el “Legionario perfecto”, no es aquel que ve que sus esfuerzos
tienen muchos frutos visibles, sino que el Legionario perfectoes el que cumple fielmente con el reglamento;
es el que se adhiere de todo corazón al espíritu del reglamento, que es la
santificación personal, la glorificación de Dios y la salvación de los hombres
y es esto lo que deben observar tanto los directores espirituales como los
presidentes de los praesidia en ellos mismos y en los legionarios, para
considerar si se cumplen los requisitos del verdadero legionario, porque ese es
el concepto y el ideal del verdadero legionario. En el obrar diario del
legionario se presentan muchas dificultades: monotonía, tarea ingrata, ausencia
aparente de frutos espirituales, fracaso real o imaginario y muchos otros obstáculos
y si no se tienen presentes los verdaderos ideales del verdadero legionario
-santificación personal, glorificación de la Trinidad y salvación de los
hombres-, entonces no se podrán sobrellevar estas dificultades.
Por último,
el Tratado de Mariología dice: “El valor de nuestros servicios hacia la Compañía
de María no ha de medirse según la prominencia del puesto que ocupemos, sino por
el grado de espíritu sobrenatural y celo mariano con que nos demos a la labor
que la obediencia nos haya señalado, por más humilde y escondida que sea”.
La historia del Escapulario de la Virgen del Carmen comienza el día 16 de julio
del año 1251, en el que la Madre de Dios se le apareció a quien en ese momento
fuera superior de la Orden de los carmelitas, San Simón Stock. La Santísima
Virgen, quien llevaba en una mano al Niño Dios, de corta edad y en la otra el
Santo Escapulario, enseñándole éste último, le dijo estas palabras: “El que
muera con el escapulario puesto, no padecerá el fuego eterno”, entendiendo,
obviamente, por “fuego eterno”, el fuego del infierno. En otras palabras, la
Virgen promete que, todo aquel que, llevado por la fe en sus palabras, por el
amor a su Hijo Jesucristo, por el amor a su Inmaculado Corazón y por la
devoción al Santo Escapulario del Carmen, no se condenará en el fuego del
Infierno. Es decir, no promete, a quien use el Escapulario, directamente el Cielo,
pero al menos, cierra, con el poder de la Sangre de Cristo y con la fuerza del
amor maternal de la Virgen, las tenebrosas Puertas del Infierno, para el que
sea devoto del Santo Escapulario y, por amor a la Virgen, lo lleve puesto hasta
el último suspiro en esta vida terrena. La Virgen prometió además que Ella
acudiría al próximo sábado después de la muerte de quien usara el Santo
Escapulario, de modo que si alguien va al Purgatorio, pasará como máximo seis
días en él, aunque hay que tener en cuenta que en el Purgatorio un minuto
equivalen como a cien años terrestres o más.
Ahora bien, para valorar más este preciosísimo regalo del
cielo que es el Escapulario del Carmen -porque no es un invento de los
sacerdotes para que haya más devoción, sino un verdadero regalo de la Virgen y
de su Hijo Jesús-, es necesario considerar de qué es aquello de lo que nos
salva el Escapulario, y es principalmente, del fuego del Infierno. Por este
motivo es necesario considerar, al menos brevemente, en esta espantosa
realidad, que es eterna, que dura para siempre y que lamentablemente, como
dicen los santos, cuando los predicadores hablan de él, es igual a nada, porque
el hablar del Infierno no se compara en nada en cuanto a su realidad. Sin embargo,
por poco que sea, debemos hablar del Infierno, cuyas Puertas son cerradas por
el Santo Escapulario del Carmen y al pensar en el Infierno, cuando pensamos en
su terrible y pavorosa realidad, cuando pensamos aunque sea por un instante en
los horrores inimaginables de los abismos insondables de ese lago de fuego
interminable que es el Infierno, en las torturas atroces que sufren los
condenados por parte de los Demonios, en los dolores insoportables producidos
por el fuego que nunca jamás se habrá de apagar y que provoca ardor
inaguantable tanto en el alma como en el cuerpo; cuando pensamos que además del
dolor insoportable, invade a los condenados el espanto, el terror, el horror, que
es imposible de describir, porque la vista de los demonios y del mismo Lucifer
es tan espantosa y horrorosa que hace que el alma estalle en alaridos no solo
de dolor, sino de espanto y de terror, tratando de escapar de su horrorosa visión
pero en vano, sin poder escapar nunca jamás de la presencia de los ángeles del Infierno
sufriendo para siempre tanto el dolor como el horror; cuando pensamos en el
terror espantoso que los condenados sufren al ver cara a cara no solo a los
demonios y a los otros condenados sino al mismo Satanás, la Serpiente Antigua,
que provoca un espanto de muerte con solo intuir su presencia y que en el Infierno
no se puede escapar de él para siempre; cuando nos damos cuenta que todos estos
horrores espantosos no son solo sino el comienzo del comienzo y que nunca jamás
tendrán fin, y que solo por llevar el Santo Escapulario de la Santísima Virgen
del Carmen y por la infinita Misericordia Divina de su Divino Hijo Jesús
habremos de salvarnos, no podemos sino postrarnos de rodillas y con la frente
en el suelo dar gracias por su infinita misericordia por su infinito amor, porque
quien desea llevar el Santo Escapulario, es porque ha sido elegido por la
Virgen para que lo lleve; quien desea llevar el Santo Escapulario del Carmen,
es un hijo que ha respondido al llamado amoroso de la Madre de Dios que ha elegido
a su hijo para vestirlo con su hábito carmelita, como un signo de
predestinación eterna, como un signo de salvación eterna, como un signo de que Ella
lo ha elegido para ser salvado, ya desde aquí en la tierra, para no ser condenado
en lago del fuego, sino para gozar sin fin en las mansiones eternas de Dios en
el Reino de los cielos.
Por
último, el uso del Escapulario implica llevar una vida cristiana, lo cual
quiere decir hacer el propósito de luchar por una verdadera conversión del
corazón a Jesucristo, de frecuentar los sacramentos, sobre todo la Penitencia y
la Eucaristía, de observar los Diez Mandamientos, de observar los Mandamientos
de Jesús en el Evangelio, los Preceptos de la Iglesia, las Obras de caridad. Solo
así, al fin de nuestras vidas, y con el Santo Escapulario y por la infinita Misericordia
de Nuestro Señor Jesucristo, salvaremos nuestras almas y las de nuestros seres
queridos.