En el
Evangelio, Jesús narra la parábola de los dos hombres que construyeron sus
casas, uno sobre arena y el otro sobre la roca. El que construyó su casa sobre
arena, vio cómo ésta se derrumbó cuando comenzaron a caer las intensas lluvias
y a soplar los fuertes vientos; el que construyó sobre roca, vio en cambio cómo
su casa, a pesar del ímpetu de los vientos y el agua torrencial, se mantuvo
incólume y persistió de pie, hasta que la tormenta pasó. La parábola refleja a
la perfección las vidas de distintos hombres: quienes construyen su vida
espiritual sobre un fundamento que no es Cristo –puede ser el dinero, la fama,
el poder, etc.-, verán derrumbarse su edificio espiritual apenas comiencen a
soplar los vientos de las tribulaciones; en cambio, quien construya su vida
espiritual sobre la Roca que es Cristo, ése verá cómo su alma sobrevive a las
tormentas espirituales más duras de la vida.
Como estos
últimos hombres debemos hacer nosotros: construir nuestro edificio espiritual
sobre Cristo, que es la Roca, para que nuestra alma esté asentada sobre sólidos
cimientos espirituales y así, cuando sobrevengan las tempestades y las zozobras
de la vida, que inexorablemente han de venir, entonces salgamos incólumes de su
arremetida. Ahora bien, ¿qué quiere decir “construir sobre Cristo”? Construir sobre
Cristo que es la Roca quiere decir vivir la vida de la gracia, esto es,
confesarnos con frecuencia y comulgar asiduamente, en estado de gracia, sobre
todo en las misas de precepto; quiere decir orar con frecuencia, principalmente
el Santo Rosario; quiere decir tratar de estar permanentemente en presencia de
Dios, sin olvidar ni por un instante que Dios nos observa, lee nuestros
pensamientos y está atento a cada movimiento que hacemos, y que le agradan
nuestras obras buenas, como también le desagradan las obras malas.
Construyamos
sobre la Roca que es Cristo y así tendremos, en la vida eterna, una morada en
el Reino de los cielos.
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