En el Evangelio se dice que Cristo, con su Cuerpo
sacrificado e inmolado en la Cruz, como Víctima de Amor, unió a quienes estaban
separados por el odio: “Cristo es nuestra paz. Él hizo de judíos y de no judíos
un solo pueblo, destruyó el muro que los separaba y anuló en su propio cuerpo
la enemistad que existía” (cfr. Ef 2,
14). Por el pecado original, los hombres estábamos enemistados con Dios y entre
nosotros mismos, porque el pecado quitó la gracia, que es la que nos une en el
Amor, con Dios y con el prójimo. Si no está presente el Amor de Dios, como
sucede como consecuencia del pecado original, el hombre se vuelve contra el
hombre y así se convierte en su enemigo. Pero Cristo, con su Cuerpo sacrificado
e inmolado en la Cruz como Víctima de Amor al Padre, destruyó con su sacrificio
en Cruz el odio que separaba a judíos de gentiles y al infundir el Espíritu
Santo por medio de su Corazón traspasado, los unió en un Amor que es superior
al amor humano, porque es el Amor de Dios. Por eso la Cruz de Cristo no divide,
sino que une, a los hombres, con Dios primero y con su prójimo después. Es
absurdo afirmar que la Cruz de Cristo “discrimina” o que es causa de división,
porque es todo lo contrario, es causa de unión y de hermandad, en el Amor de
Dios, para los hombres. Cristo destruye el odio que anidaba en el corazón del
hombre, a causa del pecado, y en su reemplazo infunde el Amor de Dios, el
Espíritu Santo.
Y Quien cumple y continúa la misión de Cristo en el tiempo y
en la historia humana es la Virgen, particularmente en su advocación de Nuestra
Señora de Guadalupe, porque en la tilma milagrosa están unidas no solo dos
civilizaciones, la europea y la americana, sino la humanidad entera y lo está bajo
el Amor de Dios, el Espíritu Santo, porque la Virgen de Guadalupe está encinta,
porque trae con Ella a Cristo y Cristo es quien infunde, junto al Padre, al
Espíritu Santo. La Virgen cumple, entre los hombres, la misma función que
cumple Cristo en la Cruz, la de destruir el odio que existe entre los hombres a
causa del pecado y la de infundir el Espíritu Santo, pero esto lo hace la
Virgen no por Ella misma, sino porque Ella trae a Cristo y es Cristo el que
sopla el Espíritu Santo sobre las almas de los hombres, llenando de amor divino
sus corazones, amor para con Dios y para con los demás hombres. En la imagen
milagrosa de la tilma de Juan Diego, la Virgen une no solo a dos continentes y
a dos civilizaciones, sino a la humanidad entera, porque al estar encinta del
Salvador, Ella lo da a luz y es el Salvador el que, con su muerte en Cruz,
destruye el pecado que hace que los hombres sean enemigos de Dios y enemigos
entre sí, insuflando a su vez el Amor de Dios, el Espíritu Santo, que los
reconcilia con Dios y con los otros hombres. En la tilma, la Virgen aparece con
los rasgos étnicos de los indígenas de Centroamérica, con el color moreno, con
lo cual la Virgen parece pertenecer a los indígenas, pero al mismo tiempo la
religión que trae la Virgen de Guadalupe es la religión católica, la religión
de los conquistadores españoles, con lo cual la Virgen parece pertenecer a los
españoles. En la tilma la Virgen aparece morena, con rasgos indígenas
centroamericanos y con una cinta negra en su abdomen, que es el modo como los
indígenas indicaban que una mujer estaba embarazada y en su manto se reflejan
las estrellas del cielo a la altura de México en el momento de la aparición,
pero aparece trayendo no la religión pagana de los indígenas, sino que trae, a
los habitantes del Nuevo Continente, al Sol de justicia que alumbra a los españoles,
Cristo Jesús; aparece trayendo la religión de los conquistadores españoles, la
Santa Religión Católica. Éste es, en sí mismo, un clarísimo mensaje de cómo los
conquistadores españoles y los indígenas del Nuevo Continente, en vez de estar
enfrentados por el odio y el pecado, se ven ahora unidos por Cristo y su Cruz,
que son traídos al Nuevo Continente por la Virgen de Guadalupe. La Virgen de
Guadalupe se convierte, así, en conquistadora de almas para su Hijo, Cristo
Jesús. El mensaje de la Virgen de Guadalupe es entonces el mismo mensaje del
sacrificio de Cristo en la Cruz: puesto que Ella trae a Aquel que, con su
Cuerpo crucificado, derriba el muro de odio que separaba a los hombres, su
imagen, la imagen de la Virgen de Guadalupe, une a los hombres, sin importar la
raza, la edad, la condición social, en una sola religión, la religión católica,
la religión en la que, del Corazón traspasado del Cordero en la Cruz, brota el
Amor de Dios, el Espíritu Santo, que colma con el Divino Amor los corazones de
los hombres. La Virgen de Guadalupe une, a conquistadores y conquistados, bajo
la Cruz de Cristo y Cristo, desde la Cruz, nos sopla el Espíritu Santo, que nos
une en el Amor a Dios y a los hombres, convertidos en nuestros hermanos.
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