En
las cercanías de Pompeya, el lugar al sur de Italia cubierto por la erupción del
Volcán Vesubio, comenzaron a instalarse, a comienzos del siglo XIX, un grupo de
familias de campesinos quienes luego erigieron una humilde capilla[1].
En 1872 llegó el abogado Bartolo Longo (beatificado el 26 de octubre de 1980), el
cual trabajaba para la Condesa Fusco, que era la dueña de ésas tierras. Longo
descubrió que, después de la muerte del sacerdote, ya no había misas en la
capilla y pocos seguían firmes en la fe.
Sucedió
entonces que una noche, el Beato Bartolo Longo tuvo un sueño en el que se le
apareció un amigo suyo, que había muerto años atrás, quien le dijo: “Salva a
esta gente, Bartolo. Propaga el Rosario. Haz que lo recen. María prometió la
salvación para quienes lo hagan”. Considerando este sueño como un mensaje del
cielo, el Beato Longo hizo traer de Nápoles muchos Rosarios para repartir,
además de enseñar a rezarlo. Además, animó a varios vecinos para que le ayuden
a reparar la capilla. Una vez reparada, la gente comenzó a venir a rezar allí
el rosario, cada vez en mayor número.
En
el año 1878, Longo obtuvo de un convento de Nápoles un cuadro de Nuestra Señora
entregando el Santo Rosario a Santo Domingo y Santa Rosa de Lima. Estaba
deteriorado así que un pintor lo restauró. Este cambió la figura de la Santa
Rosa por la de Santa Catalina de Siena. Puesta sobre el altar del Templo, aún
inconclusa, la Sagrada imagen comenzó a obrar numerosos milagros, incluso hasta
el día de hoy.
El
8 de mayo de 1887, el Cardenal Mónaco de la Valleta colocó a la venerada imagen
una diadema de brillantes bendecida por el Papa León XIII y el 8 de mayo de
1891, se llevó a cabo la Solemne Consagración del nuevo Santuario de Pompeya,
que existe actualmente.
El
mensaje de Nuestra Señora del Rosario de Pompeya es, entonces: “Recen el
Rosario, porque el Rosario es signo de predestinación de las almas”. Esto quiere
decir que, el que reza el Rosario, está predestinado a la vida eterna, mientras
el que no lo reza, por pereza, no lo está. Recordemos que estamos en esta vida
para salvar el alma, no para pasarla bien sobre esta tierra y que el Santo Rosario
de la Virgen es la escalera que nos lleva al cielo rápidamente, ya que quien
reza el Rosario, ve su alma y la de sus seres queridos, colmada de gracia.
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